jueves, 8 de marzo de 2018

RESEÑAS DE LIBROS: LO VERDADERO ESPERANDO, DE FRANCISCO MONTERO GALVACHE



 


UN LIBRO DE FE:  LO VERDADERO ESPERANDO
 Francisco Montero Galvache
La Morera
Alcalá de Guadaira (Sevilla),1992
 
Con un verso de Juan Ramón Jiménez titula Francisco Montero Galvache este nuevo libro de poemas editado por La Morera, de Alcalá de Guadaira, en 1992 y prologado por el poeta Luis López Anglada
 
De fervoroso sentimiento religioso, esta entrega de Montero Galvache tiene dos sonetos a manera de introducción —“Razones para buscar a Dios”—: “Seguro ya de ser cuanto ya ha sido/sólo a lumbre que a Sol nunca llegara,/ es natural que un día se acercara/el corazón a cuanto había querido.” En este cuarteto hay como un   anuncio del posterior desarrollo poemático que culmina en el segundo soneto: “Que atravesando sombras, como ríos,/iremos a la desembocadura/ en Dios, como la fe nos lo decía”.
En efecto, a continuación el poeta, en “Memoria de una búsqueda” tantea la indagación de lo Divino, recorriendo las civilizaciones en versos endecasílabos y heptasílabos blancos, combinados entre sí; Centroáfrica, Laponia, Japón, Egipto, Grecia, Roma…, son lugares llenos de una  simbología religiosa que no satisface al poeta. 
En “De la unidad que viene” tiene como tema sobre el valor de la religiosidad que le merece la ruptura europea de los siglos XVI y XVII a la que opone la Unidad.
Sigue después una serie de once sonetos a motivos de temas cristianos: “Milagros·, “Ramos”, “Comunión”, “Pasión”, “Decisiva palabra”, “La insaciable sed”, en los que el poeta lamenta, en cierto modo, la euforia orgullosa de una civilización que ciega al hombre en la materia. En la “Exhortación a la sangre” el poeta, en un hondo monólogo, intenta elevarse como buscando a Dios, empleando cuartetos blancos magníficos que, liberados del yugo de la rima, se suceden alados y profundos a la vez.
En el poema “Así que vuelve el corazón del sueño” en muy buenos cuartetos el poeta entra como en una certeza; mejor, como una visión de lo trascendente con una clara alusión a fray Luis de León. Hay en este poema como un anticipo de la paz: “ Y cuando despertó al frío y duro/bogar del tiempo regresó pensando/ el corazón que lo que allí guardaba/ era sin duda el Inmortal Seguro”.
Los cuartetos blancos de “Esperanza al último Evangelio de Pentecostés” sn de una factura impresionante por su trasfondo apocalíptico. Sigue “Para la tregua de un desconsuelo” en la que Montero Galvache lamenta el afán desalentado de conocer la luz y filosofar como sobre ella como un asunto humano.Concluye el libro con un “Cántico tomista a la Divina Blancura”, verdadero himno eucarístico que entona el poeta como un colofón a su poemario religioso, que habría que considerar como un monumento que él levanta a su fe católica, sin ambages después de una búsqueda tras cuyo fin respira como un artesano de su entusiasmo.
En toda poesía religiosa o bien mística existe el peligro de emplear un lenguaje manido y engolado. El autor de este libro esquiva ese riesgo, si bien emplea un nivel expresivo medio —no sublime y fuera de época— que tiene sus raíces más en Lope y Fray Luis de León que en San Juan de al Cruz.
Hay en algunos poemas anhelos misticismo, pero el poeta se autolimita este afán como llegando a las puertas del Misterio, acariciando su aldabón con gran humildad como si ese gesto se volviese poema incomunicable: “Toda sombra se arrodilla/ al pie de su luz sin término./ Toda desesperación / hágase en su paz sagrario./ Ningún sabor de la tierra/sabe a lo que sabe Él”.
En este libro Francisco Montero Galvache parece que no ha dejado escapar un instantáneo pero seguro  saboreo  de lo que él está en sazón de esperanza como verdadera y definitiva vida.

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