Obra
editada por la
Fundación Municipal de Cultura de San Fernando (Cádiz), 1992,
de la que son autores Pedro Martínez Chamorro y María Elena Martínez Rodríguez
de Lema..
Este
artículo se editó en el diario San Fermado Información, a raíz de la
presentación del libro.
De un tiempo acá la historiografía de la Isla se viene enriqueciendo
con frecuentes aportaciones, todas ellas complementarias de lo que a la larga
habrá de ser una sustanciosa bibliografía sobre temas isleños.
En la primera entrega se cumple el sueño
de un hijo de San Fernando que alimentó, entre sus problemas cotidianos, una
preocupación nacida al compás de sus vivencias infantiles y juveniles: evocar
la historia de su barrio. ¿Y no es esa la ambición de todo isleño? Pedro
Martínez Chamorro, de la mano de su hija María Elena Martínez Rodríguez de
Lema, amanuense de la memoria fiel de su padre, entra en la nómina de esos
cañaíllas que hacen nostalgia documentación y perennidad.
La obra, de buena factura editorial,
publicada por Gráficas San Fernando, se compone de una jugosa presentación a
cargo del doctor Juan García Cubillana, en la que queda aclarada la cuestión
semántica del vocablo Zaporito, que no procede de San Hipólito, titular de una
antigua salina de la zona, sino de Juan Domingo Saporito, genovés casado con
una gaditana y ”que siendo dueño de una vasta finca, intuyó las ventajas
y posibilidades comerciales que tenía una comunicación marítima directa con el
Caño Sancti Petri. Sigue un prólogo del sacerdote Pablo Antón Solé, que evoca
un encuentro con Pedro Martínez Chamorro y narra las peripecias e
inquietudes de éste hasta configurar su objetivo de reivindicar la
historia y la importancia geográfica del Zaporito.
La co-autora del libro, Elena Martínez,
explica a continuación los avatares que antecedieron a la elaboración
definitiva de la obra, y advierte que no es una nostalgia del pasado, sino un
trabajo de investigación; añade asimismo, un capítulo de agradecimiento a
colaboradores fotográficos, a consejo de asesoramiento y a medios de
divulgación, especialmente cuando mantuvo una entusiasta polémica con Quintín
Dobarganes, que defendía el significado de San Hipólito tras el nombre de Zaporito.
Viene después el cuerpo de la obra con texto y fotografías ilustrativas que nos trasladan al pasado, cuando, en efecto, el muelle del Zaporito tuvo ua actividad de Astilleros al calor de una industria de carpintería de ribera (no sin antes exponer con rigor aspectos de la familia Saporito, fundamento del término que da nombre al lugar).
Se destaca también la utilidad que tuvo
el muelle en sus tramos de circunnavegación desde Chiclana a Gallineras dejando
en esta entonces esplendorosa ensenada artificial abundante productos de la
pesca que luego era pregonada por los barrios isleños, especialmente por las
Callejuelas.
No se olvide la importancia social que
tuvieron los Baños, dependencias anexas al muelle, así como el interés de la
familia Martínez Caballero por la explotación industrial de la zona, que
marca un hito en la historia de la construcción naval en San Fernando, con un
afán de trasmisión ininterrumpida que viene de padres a hijos, hasta culminar
en la figura de Manuel Martínez Caballero, padre de Pedro Martínez Chamorro.
Los isleños cabales han de agradecer a la autora esta aportación que a través del encanto irrepetible de las fotografías de Fernández Bey y de Joaquín Quijano —además de las conservadas entre los recuerdos familiares— , nos adentra con innegable cariño en un ayer que ya queda alumbrado y mejor conocido en la conciencia isleña.
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