BREVEDAD DE LA VIDA EN ANACREONTE Y TEOGNIS
Anacreonte, tú, cantor de fiestas,
animador
de cortes y simposios,
maestro
de la cítara y el vino
y
enhebrador de versos exultantes,
tan
diferente de Teognis triste,
pues
ve a la aristocracia empobrecida,
y
se obsesiona con oscuros Hades
yendo
del desengaño a lo funéreo;
los
dos sois emisarios de la vida,
cada
uno en distintos recorridos:
tú
exaltas la embriaguez de lo instantáneo
y
él lamenta lo breve de ese instante.
De
Asamblea de voces en las sombras (2011)
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LEUCIPO
ENSEÑA A DEMÓCRITO SU FILOSOFÍA
Siempre han sido los
átomos, pues no han tenido cuna.
No tuvieron ni padre ni madre ni principio.
No tuvieron ni padre ni madre ni principio.
Siempre
niños traviesos, juegan en el vacío
como
en una gran plaza a la que concurriesen
para
cantar en coro la inevitable vida
que
surge de esas manos fuertemente enlazadas
por
ese machihembrado de las afinidades;
plaza
en que se desunen o, al contrario, se engarzan
y
fundan esos mundos sin saber esos átomos
que,
juntos ya, se vuelven vientos en torbellinos,
vientos
en estallido en una inmensa cueva.
Un
grupúsculo soy de átomos que se aúnan,
Como
hormigas unidas su tronco hacen fecundo
y
siento como el árbol gran sed de lluvia y sol:
es
la necesidad, conciencia de lo vivo;
tejida
por las manos de un azar primigenio,
ella,
la incontestable necesidad nos urge
hambre,
guarida, lucha, sobrevivir, envite
a
trasegar el vino amargo de la historia,
en la que somos siervos de
invisibles señores,
que son nuestra ignorancia,
pasiones y espejismos;
una historia que ahogamos por
dentro en el olvido
y se desgasta y muere como reptil
o hierba
bajo el indiferente y gélido
infinito;
mas todos solidarios, los átomos,
se apiñan
en ciego empuje anónimo de la
supervivencia
como un fuego que anima con sus
llamas locuaces
al corazón, iluso, que en su
infantil burbuja
jamás
aceptará que es fugaz y azaroso
sino
el rey designado por mandato divino
a
gobernar airoso de la rosa a la estrella,
y
siempre ignorará que bajo los festejos
de
sus luchas y gozos los átomos lo mueven,
lo llevan y lo traen, hojarasca en el viento
(niños
inquietos ellos: lo único que existe,
v lo demás, uniones de espejismos y
anécdotas),
como el barco que
hiende orgulloso las aguas
no sabe que es el mar quien lo lleva en
sus hombros.
Notas.
Felipe Martínez Marzoa en su Historia de la Filosofía pág. 109, Ediciones Itsmo, afirma en principio que Demócrito desarrolló 1a doctrina de Leucipo, aunque luego considera a uno y a otro contribuyentes de la misma doctrina. Pero Copleston en su Historia..., pág.84, Ariel, apunta a que el Gran Diakosmos, incorporado a las obras de Demócrito, era en realidad de Leucipo. Por otra parte, Diógenes de Laercio fue el primero en poner a los átomos como principio de las cosas, según dice Andrés Martínez Lorca en Átomos, hombres y dioses, pág. 146, Tecnos. Este comentario sirve de apoyo al subrayado del primer verso del poema, o sea del significado del verbo "ser" ahí. Para observación de cierta perplejidad acerca de Demócrito entre lo físico y lo ético, véase la nota 7.
Felipe Martínez Marzoa en su Historia de la Filosofía pág. 109, Ediciones Itsmo, afirma en principio que Demócrito desarrolló 1a doctrina de Leucipo, aunque luego considera a uno y a otro contribuyentes de la misma doctrina. Pero Copleston en su Historia..., pág.84, Ariel, apunta a que el Gran Diakosmos, incorporado a las obras de Demócrito, era en realidad de Leucipo. Por otra parte, Diógenes de Laercio fue el primero en poner a los átomos como principio de las cosas, según dice Andrés Martínez Lorca en Átomos, hombres y dioses, pág. 146, Tecnos. Este comentario sirve de apoyo al subrayado del primer verso del poema, o sea del significado del verbo "ser" ahí. Para observación de cierta perplejidad acerca de Demócrito entre lo físico y lo ético, véase la nota 7.
Pero esta misma perplejidad nos la produce
Leucipo si leemos atentamente los dos fragmentos que se conservan de él. El
primero se refiere al Gran Diakosmos -Sobre el grandioso orden del Cosmos-,
como lo titula Bacca en Refranes presocráticos, e incluye entre los
elementos del Cosmos el "remolino", concepto que contrasta con el de
"disposición".
El otro fragmento tiene como título Sobre
el espíritu, y dice que "Ninguna cosa se hace por tanteos, sino que se
hacen todas "de" Razón y "por" Necesidad (pág. 129).
La contradicción aumenta de grado. Por otra
parte, tenemos unos cuantos pensamientos de Demócrito -6,7,8,10,117- en los que
el filósofo insiste
en la imposibilidad del conocimiento, y repara esta deficiencia con una ética
de lo prudente y lo pragmático.
De ahí que en Átomos... se confirme
el determinismo atomista (pág. 147), En la nota 7 asistiremos a la innovación
de Epicuro con su “clinamen”, añadido a la teoría que despertó escándalo
en los adversarios, según dice García Gual en Epicuro (pág. 113). Como
veremos en la citada nota, en el poema correspondiente distinguiremos entre
fatalidad o determinismo puro frente a azar o contingencia.
Para entender mejor su noción recurramos a
Ferrater Mora; Diccionario..., I, 616, considerando en contingente
"lo que puede ser y puede no ser". Ello da un resquicio a la
libertad, que es lo que propuso el maestro de Samos. Con esto rompía la
expresión "azar necesario"; Átomos..., pág. 147) y la dividía
en dos conceptos desligados por el uso de la libertad que otorgaba el llamado “clinamen”:
por un lado, lo necesario, lo fatal que se impone; por otro, lo que se
convierte en azar, casualidad, acaso. elección en suma.
Con ello se destruye la creencia de que la
fortuna sea un dios. Queda claro que el determinismo del mecanicismo, según
Demócrito, como "necesidad ciega”, la idea pasa a Epicuro -merced al “clinamen”,
o sea la posibilidad de deliberación- como conciencia dilucidadora de la
relación causa y efecto, opuesta al "concursu quodam fortuito", de
Cicerón, refiriéndose a Demócrito.
(Ferrater Mora: Diccionario..., I,
26$).
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OVIDIO
NASÓN, AL COMENZAR EL IV LIBRO DE
LAS TRISTES, SE
ACUERDA DE SUS AMIGOS DE ROMA
CON
QUIENES GOZABA ANTES DEL DESTIERRO
Después de de mi regreso de Atenas, la
erudita,
heme aquí en los cenáculos de mi querida Roma
deshojando la
flor de las galanterías
en salones
floridos de damas elegantes
que cuidan el
peinado con morosos esmeros
y ellas mismas se exhiben como faustas estatuas,
y hay esclavos que van y vienen silenciosos
con bandejas, y otros cuyas flautas derraman
melancólicos hilos de lejanas canciones.
Inclinados nosotros y en triclinios las damas,
tejemos con ingenio como en telar del ocio
[urdimbres con historias
de un amor, las palabras solícitas de aliento
[para aupar el poema
de su foso amoroso en que lo tiene Galo
por su amor a Licoris, y es citado Tibulo
—ah, rescoldos que guardan a Némesis y Delia—
por Propercio, que quiere olvidar los espinos
que le punzan del duro recuerdo de Perusa
donde perdió a su padre. Y a su Cinthia, que ha
muerto.
Flota
como un suspiro la queja de Sulpicia,
aldabón
en el pecho tan duro de Cerinto
-la única
mujer que versos aquí teje,
sobrina
de Mesala, de su
círculo fresa
delicada,
encendida—, y yo, que empiezo ahora
a granar
este fruto del poema que es cofre
de una
emoción escrita a Corinna, la amada
(se
rumorea en éste más nombres de mujeres)
y le doy
a curiosos asistentes consejos
para
tejer la fina urdimbre del amor;
y a los cincuenta años la orden me fustiga
aturdidora
y gélida de mi exilio. Oh Augusto,
¿por qué,
por qué? Oh amigos, qué desgarro
[ese
instante:
"Cum
subit illius tristissima noctis imago."
Trad.: "Cuando sube a mi mente la imagen tristísima
de aquella noche”.
NOTA.- Dos temas hay que
destacar aquí. El primero es el relativo al Círculo de Mesala; en el que
concurrían tanto los poetas llamados del Corpus Tibullianus como los que
protegía el propio Mesala, entre los que se debe rnencionar a Sulpicia, sobrina
del mismo Mesala, y a Ovidio. El segundo es el referido a Ovidio, su
regreso de Atenas, donde completó su formación, su contacto con el gran mundo y
los ambientes literarios, y posteriormente, su exilio a los cincuenta años, de
su amada Roma a la semibárbara Tomi (hoy en Rumanía), a causa de dos
acusaciones, una basada en un poema y otra en un error. Historia de la
literatura universal, de Riquer y Valverde, I, págs. 370-73.
De LA ARCADIA DE NARCISO
(2007)
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