UNA FUGA VERBAL POR LOS SENTIDOS
La playa de la Barrosa en primavera,
cuadro de María Jesús Rodríguez Barberá
FUGA I
Me alejo de los tráfagos urbanos, la agenda de la prisa que avasalla,
la notaría de los hechos puros, las cifras que aprisionan libertades.
Agosto, la escancana de tu playa quieren cubrir de tiza su cabeza
de mes vacacional y hospitalario,
pero la mar es joven todavía para verse canosa entre sus cabrilleos
y oleajes briosos como blancos caballos,
brazos de agua, verdes anfitriones que agasajan a los veraneantes
y por las que embarazan su dinero durante un año de ilusión hambrienta,
y cantan ocio sonriente y áureo cuando la mar como un lebrel les besa los pies, y el día, retozón muchacho,
rueda con la sonrisa liberal de la espuma, que es blanquecida víbora perdiéndose entre dunas y rocas que deliran de sol.
catarata jovial de haces de trigo en el andén de olas de la orilla
la notaría de los hechos puros, las cifras que aprisionan libertades.
Agosto, la escancana de tu playa quieren cubrir de tiza su cabeza
de mes vacacional y hospitalario,
pero la mar es joven todavía para verse canosa entre sus cabrilleos
y oleajes briosos como blancos caballos,
brazos de agua, verdes anfitriones que agasajan a los veraneantes
y por las que embarazan su dinero durante un año de ilusión hambrienta,
y cantan ocio sonriente y áureo cuando la mar como un lebrel les besa los pies, y el día, retozón muchacho,
rueda con la sonrisa liberal de la espuma, que es blanquecida víbora perdiéndose entre dunas y rocas que deliran de sol.
catarata jovial de haces de trigo en el andén de olas de la orilla
y toda piel acariciar se deja
por sus dedos de anillos rutilantes incluso las señoras circunspectas
de que alguien las mire,
de que alguien resbale su mirada por su candor discreto de estatuas soleadas.
A lo lejos, la mar como un adolescente corre con su caballo
de brisas juveniles por la llanura glauca de un poema
de las Navegaciones… de Neruda.
Playa de Camposoto. San Fernando-Cádiz-
FUGA I I
Cabelleras de lona de barcas anacrónicas se extienden en las manos de vahajes azules que toman la cintura de la costa
de los desencarnados muñones litorales, mordiscos y arañazos que dan los oleajes combativos.
(Vienes aquí, oh mar, para olvidarte de que la fosa has sido de tantos marineros que se tragaron tus abismos negros, y esta paz te acaudala
de esplendores,
te ciega con sus brillos la memoria.)
La mar todos los días se embaraza con la marea, y su reinado de horas se desploma ruidoso con las cúpulas del último crepúsculo.
Ahora, tranquila, igual que una taza de té en la terraza, flor
de los sosiegos, la mar recuerda que es, a veces, ella palestra de oleajes
—antes llanura undosa—, de tempestades roncas de violencia,
de guerras
por sus dedos de anillos rutilantes incluso las señoras circunspectas
de que alguien las mire,
de que alguien resbale su mirada por su candor discreto de estatuas soleadas.
A lo lejos, la mar como un adolescente corre con su caballo
de brisas juveniles por la llanura glauca de un poema
de las Navegaciones… de Neruda.
Playa de Camposoto. San Fernando-Cádiz-
FUGA I I
Cabelleras de lona de barcas anacrónicas se extienden en las manos de vahajes azules que toman la cintura de la costa
de los desencarnados muñones litorales, mordiscos y arañazos que dan los oleajes combativos.
(Vienes aquí, oh mar, para olvidarte de que la fosa has sido de tantos marineros que se tragaron tus abismos negros, y esta paz te acaudala
de esplendores,
te ciega con sus brillos la memoria.)
La mar todos los días se embaraza con la marea, y su reinado de horas se desploma ruidoso con las cúpulas del último crepúsculo.
Ahora, tranquila, igual que una taza de té en la terraza, flor
de los sosiegos, la mar recuerda que es, a veces, ella palestra de oleajes
—antes llanura undosa—, de tempestades roncas de violencia,
de guerras
que los hombres
despliegan en sus campos de céspedes acuáticos.
Qué alegría le sirven con sus cuerpos los que ufanos se adentran
en malezas de aguas. Oh vidriado y efímero palacio que sueña
unos segundos
con ser bóveda acuosa de pasamanerías, cuando el repunte, orgullo
de la pleamar, es bíceps de marolas
y la tarde es un reino de espejos delirantes con duendes de reflejos
que danzan en la siesta dormida de amadores que declinan
las armas de sus luchas amatorias, satisfechas, cansinas por la briega...
Barca en la playa. Cuadro de María Jesús Rodríguez Barberá
FUGA I I I
Cuando la mar se alarma o se enfurece, salen ciervos de dentro
de su abdomen de rumor y maretas
que cornean las rocas y se astillan sus cuernos, candelabros de elásticas espumas. La bonanza se ha roto como ajuar de cristal
y esa mar, que era toda doncella de gráciles, sedosas ventolinas, amable con turistas,
de pronto habla un lenguaje de cólera y sargazos que trae de sus roncas travesías por todos los océanos, señora por su feudo,
que atraía a los sueños recamados de piratas, corsarios, calaveras enredados en jarcias y cordajes.
Pero el ocaso calma con la mano de cárdenas caricias sus espumosos lomos. Es mejor, mar, sentirse siempre amada
por quienes te visitan y te dan compañía y recuerdos de historias
de amantes epidérmicos, que tú, en invierno, a solas repasas
con el viejo poeta que tapiza con locuaz compañía la soledad de estaño de tu techo grisáceo que lentas gaviotas acribillan,
y te siembra tu lento cabrilleo en las arenas frías como pasión pasada
las palabras que a todos les parecen
antiguas y quizá sentimentales, teñidas por la pátina de una emoción discreta como escribir al viento
o pedirle a la lluvia sus anillos de cuarzo.
Mar, confidente del senil invierno, mar anciana de plomo o de ceniza, hemos de prepararnos a morirnos
de olvido, como los cementerios cuando el cierzo luctuoso de noviembre en los atardeceres les pone los pesados cerrojos de las sombras.
Qué alegría le sirven con sus cuerpos los que ufanos se adentran
en malezas de aguas. Oh vidriado y efímero palacio que sueña
unos segundos
con ser bóveda acuosa de pasamanerías, cuando el repunte, orgullo
de la pleamar, es bíceps de marolas
y la tarde es un reino de espejos delirantes con duendes de reflejos
que danzan en la siesta dormida de amadores que declinan
las armas de sus luchas amatorias, satisfechas, cansinas por la briega...
Barca en la playa. Cuadro de María Jesús Rodríguez Barberá
FUGA I I I
Cuando la mar se alarma o se enfurece, salen ciervos de dentro
de su abdomen de rumor y maretas
que cornean las rocas y se astillan sus cuernos, candelabros de elásticas espumas. La bonanza se ha roto como ajuar de cristal
y esa mar, que era toda doncella de gráciles, sedosas ventolinas, amable con turistas,
de pronto habla un lenguaje de cólera y sargazos que trae de sus roncas travesías por todos los océanos, señora por su feudo,
que atraía a los sueños recamados de piratas, corsarios, calaveras enredados en jarcias y cordajes.
Pero el ocaso calma con la mano de cárdenas caricias sus espumosos lomos. Es mejor, mar, sentirse siempre amada
por quienes te visitan y te dan compañía y recuerdos de historias
de amantes epidérmicos, que tú, en invierno, a solas repasas
con el viejo poeta que tapiza con locuaz compañía la soledad de estaño de tu techo grisáceo que lentas gaviotas acribillan,
y te siembra tu lento cabrilleo en las arenas frías como pasión pasada
las palabras que a todos les parecen
antiguas y quizá sentimentales, teñidas por la pátina de una emoción discreta como escribir al viento
o pedirle a la lluvia sus anillos de cuarzo.
Mar, confidente del senil invierno, mar anciana de plomo o de ceniza, hemos de prepararnos a morirnos
de olvido, como los cementerios cuando el cierzo luctuoso de noviembre en los atardeceres les pone los pesados cerrojos de las sombras.
Islote de Santi Petri (San Fernando)
FUGA I V
Empujado por voces estridentes de la ciudad, vengo a ti, mar amigo, cuando mis lazos más circunstanciales de guiños de neones
y las sirenas frías de los escaparates se han roto, y libero este águila
de los ojos para los aires libres aprendiendo a volar por los cielos
ecuánimes de otros ideales más allá de las múltiples imágenes
que emiten los encantos fungibles del consumo,
las canciones de moda sobándonos los atrios del oído, las voces inauténticas como un falso tapiz de pactos complacientes
y las palabras secas como herramientas útiles para sobrevivir
en las aceras. Aquí estoy, mar, contigo aprendiendo a mudar la piel
de mis costumbres como tú de las aguas que te ensucian los buques, paquidermos marinos, y quedarme desnudo
de ayeres que no cierran las cicatrices de la agraz memoria, como tú
te desnudas rompiendo tus espejos bruñidos por los soles
todos los días en la playa y vuelcas sobre el regazo de la arena hermana, por las tardes, tesoros inservibles del ocaso que herido ya naufraga
y manchan con su sangre los peplos más azules que te ponen los cielos. Aquí, mar, te acompaño como un amigo que te cuenta siempre,
como tú en tu lenguaje de conchas y maretas la misma historia, mar, entretejida de líquenes, madréporas y pecios
tus fábulas de acentos oceánicos con tu lengua de trágico salitre
que ha succionado gritos de náufragos hundidos en tu abismo.
Playa de la Victoria -Cádiz-
Empujado por voces estridentes de la ciudad, vengo a ti, mar amigo, cuando mis lazos más circunstanciales de guiños de neones
y las sirenas frías de los escaparates se han roto, y libero este águila
de los ojos para los aires libres aprendiendo a volar por los cielos
ecuánimes de otros ideales más allá de las múltiples imágenes
que emiten los encantos fungibles del consumo,
las canciones de moda sobándonos los atrios del oído, las voces inauténticas como un falso tapiz de pactos complacientes
y las palabras secas como herramientas útiles para sobrevivir
en las aceras. Aquí estoy, mar, contigo aprendiendo a mudar la piel
de mis costumbres como tú de las aguas que te ensucian los buques, paquidermos marinos, y quedarme desnudo
de ayeres que no cierran las cicatrices de la agraz memoria, como tú
te desnudas rompiendo tus espejos bruñidos por los soles
todos los días en la playa y vuelcas sobre el regazo de la arena hermana, por las tardes, tesoros inservibles del ocaso que herido ya naufraga
y manchan con su sangre los peplos más azules que te ponen los cielos. Aquí, mar, te acompaño como un amigo que te cuenta siempre,
como tú en tu lenguaje de conchas y maretas la misma historia, mar, entretejida de líquenes, madréporas y pecios
tus fábulas de acentos oceánicos con tu lengua de trágico salitre
que ha succionado gritos de náufragos hundidos en tu abismo.
Playa de la Victoria -Cádiz-
FUGA V
Allí está la bahía, cobijo de otra mar, que no eres tú. Más allá, la ensenada, hospital donde curan a las embarcaciones
las heridas que el tiempo le tatúa con sus garras de días sucesivos.
El puerto, sucio albergue de los buques, donde descansan de sus travesías,
mamuts de acero en estertor de olas. Pero aquí, tú, mar, eres salvaje amante que a los vientos lanzas tu vítrea cabellera de salsero,
tus voces coreadas por garcetas, tus reclamos de púdicos pinares como sombras amables, sonrientes,
para que los idilios fugaces deshojen corolas amorosas mientras
los cantos
de la bajamar arrullan —o sollozan— bajo de los cantiles.
Te quieres olvidar de tus roncos desastres y te ofreces, bargueño de vidrio salitroso, para guardar estrellas, siderales diálogos, para que el sol se quede cautivo en tus azogues.
Tú, mar, eres la hija del océano y una amante celosa de quienes te desean entregando sus cuerpos a tus brazos de olas
y ríes con la espuma poniéndoles ajorcas de cabrilleos en los pies a todas las jóvenes que pisan lo mismo que gacelas
tus brillantes arenas cuando están en la orilla
como si tú quisieras retenerlas para ti, posesión vitalicia de sus besos,
ánforas que se tiran en las dunas, arrugas de esa arena afortunada.
Tú, mar, bien sabes que me sé tus señas aquí, donde, versátil, deshilachas tus peplos opalinos, como la vida que entreteje el tiempo
en su telar de fechas disecadas, como el amor que canta, como el amor que odia. como el amor que olvida, y te agradece que tus olas borren
las señales que escriben efímeros amantes en tu arena, metal alucinado de brillos indomables. Ciudad, recuerdos, rastros, palideces,
como heredad del devenir oscuro dejo a tus plantas de aguas igual que los vestidos, y limpio quedo como adolescente recién nacido
de su propio asombro,
que se asoma a tus calidas vidrieras y descubre la vida… ¿Pero otra vez la vida que ha olvidado? Extraña mar que llamas con voces
de nostalgia a tus amantes y después abres zanjas de adioses
que acuchillan con belleza tus lascas de agua fiera;
eres tan cara y cruz como la vida, temblor de la sorpresa impredecible y aniquilando huellas en la arena, me ayudas, mar,
a emborronar recuerdos,
y la inquietud de tu pelaje acuoso me dice que la felicidad es inestable.
Oh, mar, oh, mar cuánta crueldad se cierne sobre la historia humana como lluvia que vuelca en la cabeza el agua misma de los viejos llantos,
patrimonio de las generaciones que han visto en tus radiantes resalseros cómo el agua, que es génesis de vida, se rompe como líquidas vidrieras y tus múltiples
ojos son guiños veraniegos, pecera que delira iridiscente
en esta orilla de abalorios fúlgidos, mas también te descubro la zozobra
Allí está la bahía, cobijo de otra mar, que no eres tú. Más allá, la ensenada, hospital donde curan a las embarcaciones
las heridas que el tiempo le tatúa con sus garras de días sucesivos.
El puerto, sucio albergue de los buques, donde descansan de sus travesías,
mamuts de acero en estertor de olas. Pero aquí, tú, mar, eres salvaje amante que a los vientos lanzas tu vítrea cabellera de salsero,
tus voces coreadas por garcetas, tus reclamos de púdicos pinares como sombras amables, sonrientes,
para que los idilios fugaces deshojen corolas amorosas mientras
los cantos
de la bajamar arrullan —o sollozan— bajo de los cantiles.
Te quieres olvidar de tus roncos desastres y te ofreces, bargueño de vidrio salitroso, para guardar estrellas, siderales diálogos, para que el sol se quede cautivo en tus azogues.
Tú, mar, eres la hija del océano y una amante celosa de quienes te desean entregando sus cuerpos a tus brazos de olas
y ríes con la espuma poniéndoles ajorcas de cabrilleos en los pies a todas las jóvenes que pisan lo mismo que gacelas
tus brillantes arenas cuando están en la orilla
como si tú quisieras retenerlas para ti, posesión vitalicia de sus besos,
ánforas que se tiran en las dunas, arrugas de esa arena afortunada.
Tú, mar, bien sabes que me sé tus señas aquí, donde, versátil, deshilachas tus peplos opalinos, como la vida que entreteje el tiempo
en su telar de fechas disecadas, como el amor que canta, como el amor que odia. como el amor que olvida, y te agradece que tus olas borren
las señales que escriben efímeros amantes en tu arena, metal alucinado de brillos indomables. Ciudad, recuerdos, rastros, palideces,
como heredad del devenir oscuro dejo a tus plantas de aguas igual que los vestidos, y limpio quedo como adolescente recién nacido
de su propio asombro,
que se asoma a tus calidas vidrieras y descubre la vida… ¿Pero otra vez la vida que ha olvidado? Extraña mar que llamas con voces
de nostalgia a tus amantes y después abres zanjas de adioses
que acuchillan con belleza tus lascas de agua fiera;
eres tan cara y cruz como la vida, temblor de la sorpresa impredecible y aniquilando huellas en la arena, me ayudas, mar,
a emborronar recuerdos,
y la inquietud de tu pelaje acuoso me dice que la felicidad es inestable.
Oh, mar, oh, mar cuánta crueldad se cierne sobre la historia humana como lluvia que vuelca en la cabeza el agua misma de los viejos llantos,
patrimonio de las generaciones que han visto en tus radiantes resalseros cómo el agua, que es génesis de vida, se rompe como líquidas vidrieras y tus múltiples
ojos son guiños veraniegos, pecera que delira iridiscente
en esta orilla de abalorios fúlgidos, mas también te descubro la zozobra
que en el piélago pierde a tantos navegantes,
y cuando duerme en paz la confianza,
y cuando duerme en paz la confianza,
también tú te apareces, oh "mar apetecida*
-como dijo el poeta-
vestida de furtivo maremoto, dragón inmenso cuya boca
se abre para engullir ciudades, para tragarse humanos
que en el envés de tu traición gozaban
con tu acuático y onírico paraíso ondulante,
-como dijo el poeta-
vestida de furtivo maremoto, dragón inmenso cuya boca
se abre para engullir ciudades, para tragarse humanos
que en el envés de tu traición gozaban
con tu acuático y onírico paraíso ondulante,
con la inocencia azul de tus vaivenes, de tu cristalería
de espejismos inquietos.
de espejismos inquietos.
Oh mar, casa de agua, mansión de las holganzas
verdiazules,
estruendo
para olvidos ciudadanos, copa salobre para quien te ama
y revés de la cinta que la tierra me graba su
hiel
de anecdotario,
de anecdotario,
¿puedo considerarte mi país veraniego, lúdica geografía,
y una fuga
verbal por los sentidos?
*Manuel Machado: Poema "Ocaso".
*Manuel Machado: Poema "Ocaso".
Un número de la revista áMBITO,
dirigida por Manuel Pérez-Casaux Martínez
Finalista Premio de Poesía “Sant Jordi” 2007,
editado en Internet, "Revista Plomes Poètiques".
También en papel Poemas premiados (1997-2007)
y en la revista de la Tertulia Río Arillo de Letras y Artes PLéYADE
Cuadro de María Jesús Rodríguez Barberá
Revista literaria Erythia (1979-1981), San Fernando-Cádiz-
CELEBRACIÓN
Y GOZO DE ERYTHIA
El sol tira a las aguas su trasmallo de
oro,
sus
encendidas redes,
dinosaurios azules de la mar se despeñan
por abismos de olas, por taludes de playas,
igual que un brazalete de insaciables
espumas
las
costas centellean
y abrazan
tu cintura de doncella emotiva animada en la danza
de
vientos de levante,
en la salas celestes de la aurora florea
una oculta guitarra,
castañetean
crótalos, se alza bravío un cante,
todo en coro acompaña al bello sortilegio
que es la fiesta inicial, memorable, impaciente de tu alegre natío.
Pero por eso, mira, te sueñan en la Hélade los cíclopes
tendidos a la sombra de Homero,
y las ansias de un Hércules irradian por
las nubes
como
carros alados
que flamean espléndidos y con claros
designios
sobre
Gerión en furia.
Tiemblan vides y olivos en la Hesperia que teme
la
violenta llegada.
En las lenguas del viento mensajero se
acerca
la
canción halagüeña
del dios que cruza cúmulos en llama, bajo
cirros morados
que
consuelan adustos cipresales
y cantos marineros que anticipan el rumbo
de
las rutas del bronce.
Mas
el dios no es poeta, sino un arduo guerrero
de
conquistas impunes.
y la tarde de estío favorece el cansancio,
la desgana,
la
abulia de las aguas que duermen
con sus mantos rituales de limo y de
calima
para
que el dios sorprenda a Gerión ya dormido
en su siesta que huele a salina y salitre,
a
almadraba y palangre,
y, al fin, te posesiona, te fecunda tu
sangre marítima
con
símbolos de inviolable firmeza
para que tú, Isla en ciernes, asumas ya tu
pétreo nacimiento,
resistas
al agua codiciosa,
altiva fortaleza con la sal por bandera,
mujer difícilmente
conquistable,
oh hermosa Erythia, fuente insólita
de mi sangre y crisol milenario y perenne
de
mi moreno origen.
Publicado en “Torre Tavira”, revista gaditana
de poesía, 1982
y en El vértigo de la memoria, 2014
Playa de La Casería, San Fernando-Cádiz-
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