CAFÉ DE REDACCIÓN EN SAN FERNANDO
CRÓNICA
El pasado viernes 27 de marzo nos reunimos en la
cafetería “La Mallorquina”
de San Fernando para comentar la poesía de Juan Rafael Mena Coello.
Nacido en San Fernando y licenciado en Filología
Hispánica, impartió clases como profesor
agregado varios institutos, después de trabajar como administrativo
bibliotecario en al Biblioteca Municpal de su ciudad natal. Su obra es muy
extensa, obra de la que no puede desligarse la dependencia que le crea el
lirismo, pues tanto en prosa como en verso trasluce el brumo particular con el
que brilla la poesía, obra que ha estado en constante evolución.
Comenzamos con un breve comentario del soneto
titulado “Se me figura un águila gigante”, dedicado a la araucaria, árbol de
esta zona que ha estado muy presente en sus poemas dedicados a La Isla, tal vez por respeto o
fascinación y tan emblemático como la sal y las salinas. La veía nada más salir
de su casa y pasar junto a ella resultaba amenazante, turbador, impactante y
poético.
A continuación Ramón Luque refirió el afán de
colaboración de Juan y su interés por sus trabajos cuando empezaba. Leyó el
poema “Jaula VII” de su poemario Cámara
oculta.
Seguidamente tomó la
palabra el Profesor Hernández Guerrero para resaltar su trabajo como “creador”
con el lenguaje como herramienta rigurosamente revisado para escoger la voz
justa, medidos los versos correctamente, con la acentuación requerida en las
estrofas, logrando que cualquier poema leído “pueda verse”. Tras un breve
comentario introductor leyó el poema “Al mar”.
Luego Miguel Pérez, Josefa González, Aurora Romero,
Carmen Navarrete, Dulce Sollero y Concha Conde resaltaron los valores humanos
del poeta, su capacidad de trabajo y muy especialmente su disposición a
compartir y a sugerir instruyendo.
Juan R. Mena Coello agradeció todos los comentarios,
nos ilustró y contestó con entusiasmo a cuantas preguntas le hicimos en una
tarde cálida y primaveral.
Durante un par de horas la cafetería “La Mallorquina” fue el
escenario de un teatro imaginado de donde huyó el silencio llevándose los
versos. Los niños jugaban con las sillas. Nosotros nos despedíamos con la
ilusión en el reencuentro,haciendo planes para el Día de las Letras.
Adelaida Bordés Benítez, 27 de marzo de 2015
Día del Teatro
Homenaje de la TERTULIA RÍO ARILLO
DE ARTES Y LETRAS
a Juan R. Mena con la introducción
de don JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ GUERRERO
Catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura
Comparada y director deL CLUB DE LETRAS
DE LA UNIVERSIDAD DE
CÁDIZ
Hace tiempo —mucho tiempo- que busco la oportunidad para
explicar mi convicción de que Juan Mena es un poeta en el sentido más amplio y
más profundo de esta denominación.
Juan Mena no sólo mira los objetos y observa los sucesos con
atención, sino que contempla y vive la vida con la sensibilidad, con el
sentimiento, con la imaginación y, a veces, con la pasión de un creador: con
esas herramientas omnipotentes, capaces de transformar, de resucitar, de crear
y de recrear la existencia de las cosas —de todas las cosas- haciéndolas más
nuevas y más humanas.
Fíjense cómo, por ejemplo, con su fino sentido del ritmo, de la
melodía y de la armonía, dota de vida humana a ese mar que él contempla con y
siente en el fondo íntimo de su conciencia:
EL MAR
DE CERCA
A Pilar Paz Pasamar
IGUAL que el cabeceo de pinos o palmeras, entre
asmática, tarda y jadeante,
te llega a veces la respiración del mar.
¡El mar! ¿Recuerdas? Primeramente fue muchacho
fogoso que trepaba por los acantilados.
Pero ahora se mueve y se fatiga, y siente
encanecer su cabeza de espumas,
y, a ratos, con sus dedos de soledad errante
pulsa las momentáneas guitarras de la brisa,
Quién sabe si en la noche, cuando silencia, ciego
de penumbras, su tristeza coral, te llama,
o te remite, fragmentándose en golpes de persianas,
su confidencia seca de salitre y de siglos,
su cansancio violado por residuos innúmeros
y su función
monótona de agente del peligro.
Mira,
yo fui el mar una vez y desde entonces supe
lo que es la ingratitud, los días con su flota
de horas rutinarias, el hospital de heridos
que el crepúsculo pone en mis brazos nocturnos,
la garganta del mundo con su adiós de lejanías,
óyeme,
el mar te espera siempre;
con sus manos de algas sarmentosas; milenario,
el mar se aprende tus versos, los dispersa jovial
por la arena como amorosos náufragos salvados
en el tiempo,
y los maderos de tu nombre golpean
las murallas, y en un complot de brisas y oleajes
los convierte en gaviotas.
Libro de dones y de
encantamientos,
Madrid, Rialp, 1989: 14-15.
Sus versos,
que nos hablan de la vida y de la muerte, de las palabras y de los silencios,
son generosos regalos a los sentidos y cordiales invitación al disfrute intenso
de sabores, de aromas, de colores y hasta de sonidos íntimos y nuevos. Sus composiciones
—auténticas, transparentes y luminosas- nos estimulan para que pensemos, para
que leamos, para que nos recreemos y, sobre todo, para que vivamos la vida de
una manera más lúcida y más honda: nos proporcionan una intensa luz para
iluminar unos episodios aparentemente anodinos y para penetrar en sus
significados supuestamente superficiales.
Además de
descubrirnos la delicada sensibilidad de Juan —sus vibraciones sentimentales
más íntimas-, sus poemas nos proporcionan nuevas claves para interpretar este
mundo, y nos ofrecen diferentes criterios para valorar unos detalles que, a
simple vista, nos resultan intrascendentes. Si lo leemos detenidamente, nos
revelan la felicidad que nos proporciona un paseo por el campo, la
contemplación de las mareas, una conversación con un amigo,
¿Dónde reside
—nos preguntamos- el secreto de la fuerza expresiva de estos versos tan limpios
y tan sencillos? A nuestro juicio, la explicación radica en la autenticidad de
esas intensas emociones que, serena, clara y contundentemente, nos desvelan sus
vivencias. Y es que, en ellos, siempre encontramos unas lámparas
estratégicamente instaladas y hábilmente encendidas, que con sus llamas
primigenias, nos descubren unas zonas que, para el común de los mortales,
estaban ensombrecidas.
Juan Mena nos
regala unos breves relatos que, enredados entre sus manos, libran una hermosa
lucha parecida a la que se establece entre la luz y la oscuridad o similar a la
pelea que se desata entre el fuego y el aire. Y es, por tener conciencia de lo
hermoso, interpreta la existencia humana como una fundación para este hoy en el
que, al fin, es posible el deseo, la esperanza y el amor.
Por eso
cultiva la escritura para aprovecharla como fuente de vitalidad, de fantasía y
de creatividad. Por eso, en este mundo saturado de ruidos, busca espacios
confortables de silencio, instantes prolongados para la pausa, para la
interiorización personal y para la apertura solidaria. Por eso, se detiene unos
momentos para respirar hondo y para oxigenar su espíritu: para reflexionar
sobre los cambios, para meditar pausadamente en el imparable correr de los días
y para contemplar, asombrado, el espectáculo de la naturaleza: para descifrar
los mensajes imponentes del mar, del cielo o de la montaña.
Juan Mena, al
mismo tiempo que nos descubre la esencia de su conciencia abierta a un
horizonte transparente, nos ofrece una prueba de su pericia para condensar unas
propuestas que transmiten mensajes liberadores. Ahí radica, a mi juicio, el
milagro; de conseguir que unos hechos imaginarios nos resulten verosímiles, que
nos provoquen sorpresa, que nos despierten desde el principio la atención, que
mantengan vivo nuestro interés sin que disminuya la tensión. No tengo la menor
duda de que Juan Mena, además de la adivinación de artista;, posee el oficio de
escritor; ya que evidencia el dominio de los recursos técnicos para llevar
hasta el final, sin debilitarlos, cada uno de los relatos, iluminándolos con el
toque mágico de su personalidad creadora.
Juan Mena nos
cuenta y nos explica sus propias experiencias, nos invita amablemente para que,
penetrando en los sentidos más íntimos, nos recreemos con el mundo, para que
sintonicemos y consintamos con los otros en la transparencia de una voz,
pausada y emocionada, que es una mezcla de osadía y de confianza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario