martes, 24 de marzo de 2015

POESÍA: POEMAS EN PROSA






Playa de Camposoto, San Fernando -Cádiz-  



   EL MAR QUE GUARDA Y MECE TU  RECUERDO


Sangre nutricia y acre tienes, mar, en verano, tú, vientre de las especies, tú que eres ubre bronca de nubes...

Cuando con ella estuve yo a lomos de tus olas, tú, mar, remota madre que fuiste de todo lo viviente como lengua inmensa de agua lamiendo los litorales, aldabón en las rocas, arañazos de agua con recias uñas de salitre, nos diste tu hospedaje, mansión de aves y vientos, y ella me sonreía olvidando aquel terrible alacrán de su pecho, una hidra bajo su piel, orgía de tentáculos que le agujereaban los sueños destronados ya; y tú, mar, con tu llanto bajo de los cantiles, ¿llorabas porque era, seguro,  aquel el último verano en que ella, cautiva en su islote interior de pena, dejaba que pusieses en sus pies los grilletes de tus espumas y tus algas, escorada la tarde como  en espera de entrar en su dique de sombras, muy cercana la noche en sus carruajes de estrellas?

Pero ahora, el otoño, un ladrón de claridades, látigo de los parques, verdugo de las hojas, expoliador de los árboles, frío féretro de la luz, encerrando prematuramente a las tardes en su espesor de sombras, hace de este contorno una casa de la tristeza, mansión abandonada por los gozos del estío a la que enlutan pronto las adustas penumbras; y yo, a solas estoy, conciencia fragmentada, reúno pedazos de un ayer que rompió la desgracia con sus manazas de garfio, con su pétreo pico de buitre, cizalla de presencias la muerte, va cortando con su hoja de lágrimas las sombras amadas de los que estaban vivos.

Llave que abre las lluvias, el otoño, me ha atado al poste de una impotencia, mástil de evocaciones de cuando los estíos eran predios solares, feudos vacacionales con sus holganzas viajeras, y juntos nos bañábamos en esos amplios resplandores.

Sé, mar, que tú eres túmulo de sombras en el otoño, o estampida de olas si es un dragón la tormenta... Retornará, sí,  el verano con sus pies encendidos, bocanadas del ardor, con sus hoces de fuego, y yo, como si fuese con ella, seré huésped de nuevo en tu palacio de rumor malaquita. Y triunfará el recuerdo aunque venga enlutado. 

De Letras con arte (2016)





FOTO EN PAPEL MATE DE MI TIERRA AQUELLA



Yo vivo en una isla donde hubo araucarias y esteros y salinas y casas con sus cierros. De niño yo cruzaba por sus calles, llevaba la mirada prendiéndola en sus gentes, sus verdes alamedas. Las huertas y los huertos que alegría le daban dejaron como huérfanos de ellos a mis ojos, las niñas que jugaban al tocadé, a la comba, no han sido por sus hijas sustituidas hoy. Los niños que jugábamos en las viejas plazuelas, hoy hombres, no tenemos hijos que sustituyan a aquellos, los que fuimos —sin los ordenadores, sin tabletes ni móviles— el gozo de mayores, los abuelos, abuelas que en nosotros veían los que los relevaban de sus juegos de antaño.



Yo vivo en una isla que en nada se parece a aquella de mi infancia y de mis años jóvenes cuando con los piropos delicados y agraces a las adolescentes asediar empezábamos.



Consuelo es la memoria que nos guiña de lejos y nos dice “Cualquiera tiempo mejor que ahora” que los años nos hacen rehenes de rutinas y ya, ya no es posible desandar el camino.



El ayer es la única moneda que nos queda para comprar un trozo de pan de la nostalgia.   

De Letras con arte (2016)












































































































Playa de Camposoto, San Fernando-Cádiz-






EL MAR QUE GUARDA Y MECE TU  RECUERDO


Sangre nutricia y acre tienes, mar, en verano, tú, vientre de las especies, tú que eres ubre bronca de nubes...

Cuando con ella estuve yo a lomos de tus olas, tú, mar, remota madre que fuiste de todo lo viviente como lengua inmensa de agua lamiendo los litorales, aldabón en las rocas, arañazos de agua con recias uñas de salitre, nos diste tu hospedaje, mansión de aves y vientos, y ella me sonreía olvidando aquel terrible alacrán de su pecho, una hidra bajo su piel, orgía de tentáculos que le agujereaban los sueños destronados ya; y tú, mar, con tu llanto bajo de los cantiles, ¿llorabas porque era, seguro,  aquel el último verano en que ella, cautiva en su islote interior de pena, dejaba que pusieses en sus pies los grilletes de tus espumas y tus algas, escorada la tarde como  en espera de entrar en su dique de sombras, muy cercana la noche en sus carruajes de estrellas?

Pero ahora, el otoño, un ladrón de claridades, látigo de los parques, verdugo de las hojas, expoliador de los árboles, frío féretro de la luz, encerrando prematuramente a las tardes en su espesor de sombras, hace de este contorno una casa de la tristeza, mansión abandonada por los gozos del estío a la que enlutan pronto las adustas penumbras; y yo, a solas estoy, conciencia fragmentada, reúno pedazos de un ayer que rompió la desgracia con sus manazas de garfio, con su pétreo pico de buitre, cizalla de presencias la muerte, va cortando con su hoja de lágrimas las sombras amadas de los que estaban vivos.

Llave que abre las lluvias, el otoño, me ha atado al poste de una impotencia, mástil de evocaciones de cuando los estíos eran predios solares, feudos vacacionales con sus holganzas viajeras, y juntos nos bañábamos en esos amplios resplandores.

Sé, mar, que tú eres túmulo de sombras en el otoño, o estampida de olas si es un dragón la tormenta... Retornará, sí,  el verano con sus pies encendidos, bocanadas del ardor, con sus hoces de fuego, y yo, como si fuese con ella, seré huésped de nuevo en tu palacio de rumor malaquita. Y triunfará el recuerdo aunque venga enlutado. 





















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