Playa de Camposoto, San Fernando -Cádiz-
EL MAR QUE GUARDA Y MECE TU RECUERDO
Sangre nutricia y
acre tienes, mar, en verano, tú, vientre de las especies, tú que eres ubre
bronca de nubes...
Cuando con ella
estuve yo a lomos de tus olas, tú, mar, remota madre que fuiste de todo lo viviente
como lengua inmensa de agua lamiendo los litorales, aldabón en las rocas,
arañazos de agua con recias uñas de salitre, nos diste tu hospedaje, mansión de
aves y vientos, y ella me sonreía olvidando aquel terrible alacrán de su pecho,
una hidra bajo su piel, orgía de tentáculos que le agujereaban los sueños
destronados ya; y tú, mar, con tu llanto bajo de los cantiles, ¿llorabas porque
era, seguro, aquel el último verano en
que ella, cautiva en su islote interior de pena, dejaba que pusieses en sus pies
los grilletes de tus espumas y tus algas, escorada la tarde como en espera de entrar en su dique de sombras, muy
cercana la noche en sus carruajes de estrellas?
Pero ahora, el
otoño, un ladrón de claridades, látigo de los
parques, verdugo de las hojas, expoliador de los árboles, frío féretro de
la luz, encerrando prematuramente a las tardes en su espesor de sombras, hace de este contorno una casa
de la tristeza, mansión abandonada por los gozos del estío a la que enlutan
pronto las adustas penumbras; y yo, a solas estoy, conciencia fragmentada,
reúno pedazos de un ayer que rompió la desgracia con sus manazas de garfio, con
su pétreo pico de buitre, cizalla de presencias la muerte, va cortando con su
hoja de lágrimas las sombras amadas de los que estaban vivos.
Llave que abre
las lluvias, el otoño, me ha atado al poste de una impotencia, mástil de
evocaciones de cuando los estíos eran predios solares, feudos vacacionales con sus
holganzas viajeras, y juntos nos bañábamos en esos amplios resplandores.
Sé, mar, que tú
eres túmulo de sombras en el otoño, o estampida de olas si es un dragón la
tormenta... Retornará, sí, el verano con
sus pies encendidos, bocanadas del ardor, con sus hoces de fuego, y yo, como si
fuese con ella, seré huésped de nuevo en tu palacio de rumor malaquita. Y
triunfará el recuerdo aunque venga enlutado.
FOTO EN PAPEL MATE DE MI TIERRA AQUELLA
Yo vivo en una isla
donde hubo araucarias y esteros y salinas y casas con sus cierros. De niño yo
cruzaba por sus calles, llevaba la mirada prendiéndola en sus gentes, sus
verdes alamedas. Las huertas y los huertos que alegría le daban dejaron como
huérfanos de ellos a mis ojos, las niñas que jugaban al tocadé, a la comba, no
han sido por sus hijas sustituidas hoy. Los niños que jugábamos en las viejas
plazuelas, hoy hombres, no tenemos hijos que sustituyan a aquellos, los que
fuimos —sin los ordenadores, sin tabletes ni móviles— el gozo de mayores, los
abuelos, abuelas que en nosotros veían los que los relevaban de sus juegos de
antaño.
Yo vivo en una isla
que en nada se parece a aquella de mi infancia y de mis años jóvenes cuando con
los piropos delicados y agraces a las adolescentes asediar empezábamos.
Consuelo es la
memoria que nos guiña de lejos y nos dice “Cualquiera tiempo mejor que ahora”
que los años nos hacen rehenes de rutinas y ya, ya no es posible desandar el
camino.
El ayer es la única
moneda que nos queda para comprar un trozo de pan de la nostalgia.
De Letras con arte (2016)
Playa de Camposoto, San Fernando-Cádiz-
EL MAR QUE GUARDA Y MECE
TU RECUERDO
Sangre nutricia y
acre tienes, mar, en verano, tú, vientre de las especies, tú que eres ubre
bronca de nubes...
Cuando con ella
estuve yo a lomos de tus olas, tú, mar, remota madre que fuiste de todo lo viviente
como lengua inmensa de agua lamiendo los litorales, aldabón en las rocas,
arañazos de agua con recias uñas de salitre, nos diste tu hospedaje, mansión de
aves y vientos, y ella me sonreía olvidando aquel terrible alacrán de su pecho,
una hidra bajo su piel, orgía de tentáculos que le agujereaban los sueños
destronados ya; y tú, mar, con tu llanto bajo de los cantiles, ¿llorabas porque
era, seguro, aquel el último verano en
que ella, cautiva en su islote interior de pena, dejaba que pusieses en sus pies
los grilletes de tus espumas y tus algas, escorada la tarde como en espera de entrar en su dique de sombras, muy
cercana la noche en sus carruajes de estrellas?
Pero ahora, el
otoño, un ladrón de claridades, látigo de los
parques, verdugo de las hojas, expoliador de los árboles, frío féretro de
la luz, encerrando prematuramente a las tardes en su espesor de sombras, hace de este contorno una casa
de la tristeza, mansión abandonada por los gozos del estío a la que enlutan
pronto las adustas penumbras; y yo, a solas estoy, conciencia fragmentada,
reúno pedazos de un ayer que rompió la desgracia con sus manazas de garfio, con
su pétreo pico de buitre, cizalla de presencias la muerte, va cortando con su
hoja de lágrimas las sombras amadas de los que estaban vivos.
Llave que abre
las lluvias, el otoño, me ha atado al poste de una impotencia, mástil de
evocaciones de cuando los estíos eran predios solares, feudos vacacionales con sus
holganzas viajeras, y juntos nos bañábamos en esos amplios resplandores.
Sé, mar, que tú
eres túmulo de sombras en el otoño, o estampida de olas si es un dragón la
tormenta... Retornará, sí, el verano con
sus pies encendidos, bocanadas del ardor, con sus hoces de fuego, y yo, como si
fuese con ella, seré huésped de nuevo en tu palacio de rumor malaquita. Y
triunfará el recuerdo aunque venga enlutado.
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