La Caleta en bajamar. Cádiz
POEMAS A CÁDIZ
O
FERVORES DE PLURAL
GADITANÍA
Albergue del Atlántico
(Poema a Cádiz)
Nave anclada en la orilla de una edad milenaria,
bajel con cargamento de oro en la mañana
cuando te incendia el sol, galeote de risas
porque !as gaviotas bulliciosas corean
tu inmóvil travesía de ajetreos y afanes.
tu inmóvil travesía de ajetreos y afanes.
Los siglos con sus manos de herrumbres y nostalgias
dejaron en tu estribo su linaje de huellas,
y un idilio lluvioso de besos seculares
desgastaron tu cuerpo de piedra y de salitre.
Los
vientos te acompañan, te salmodian, te animan,
como
fieles nodrizas te recuerdan tu origen,
con
cantos donde suenan crótalos y guitarras
ondean
tu velamen de azules infinitos.
Las noches se aproximan a tu borda y susurran
a tu oído leyendas de antiguos navegantes
que con redes de versos capturaban estrellas
para adornar tus olas con pulseras de espumas.
Tus mástiles se abren como abrazos, se enjarcian
con rubias claridades de un vivo mediodía,
amante del verano que te busca en las playas
y abarca tu cintura con bonanza y modorra.
Sirena convertida en novia de granito
por la magia de un dios ebrio de sal y algas
que no quiso perderte y te dejó enredada
entre los girasoles de un estío perpetuo.
Señora de un tesoro sepultado a tus plantas,
una heredad de historias y de huesos ilustres
con proezas y nombres por cuya resonancia
la brisa se acaudala de violines marítimos.
Ondina castigada por dorar oleajes
y retener a agosto cautivo en tus cabellos;
no quieres el indulto de tu padre el océano
que te llega en la siesta de (a lenta calina.
Esposa del contorno que te trae en reflejos
collares de las vides y fragancia de pinos,
embajada de esteros por adarce escoltados
y pregones humildes de almejas y ostiones.
Amada prisionera de un gigante de agua
en una móvil jaula de conchas y sargazos,
que para consolarte permite a los crepúsculos
volcar
sobre tus costas candrais de rosas rojas,
cuando
sé que tan sólo te confortan y alegran
los rumores diarios de tus gentes activas,
cuando sé que es tan sólo el vivir cotidiano
quien suelta las amarras de tu pena al olvido;
de tu pena por este novio ciego dei tiempo
que tantea tu cuerpo y erosiona tu torso
en su amor necesario de ilusión y ruina;
albergue del Atlántico, que a tus pies se
arremansa
cansado de viajar por un mundo en violencia;
muchacha solitaria en un vergel de olas,
Gades, evocadora de tus padres remotos,
un nieto de tu entonces, un hijo de tu ahora
te canta y el fervor se le hace poema,
que fija como un ancla a tu vetusta quilla,
hoy marinero yo, destinado en tu proa
para singlar tu nombre por el mar de los días.
"INFORMACIÓN DEL LUNES", 15 de mayo de 1978
I
Playa de
la
Cortadura
Mar de la playa de la Cortadura
de cuando aquellos años
aguerridos
contra los batallones de
oleajes,
corazas con sus soles
refulgentes
deshechas por las móviles
espadas
de las brisas, viragos en las
olas
como a lomos de líquidos
corceles,
estruendo de los bores que se
agolpan
en la alta mar, el campo de
batallas
con espumas versátiles por
sangre,
con la quieta pleamar como
victoria
y resplandores áureos por
banderas
ya cuando el buque del ocaso, en
llamas,
húndese en el fragor del
horizonte.
Aquel muchacho que
pisoteaba
tu arena, a veces con sus sierpes de
agua,
empezó a amar el mar en ti, un
verano
que ya es dulce postal en su
memoria,
mar de la playa de la Cortadura.
I I
Playa de
la
Victoria
Playa de la Victoria, cuando paso
en autobús, desde la
carretera,
me acuerdo de los años de
estudiante.
Escapadas a tus
hospitalarias
orillas donde, lentas, como
perros
sosegados y dóciles, las
olas
nos besaban los pies, reyes
fugaces
nosotros, sin casetas como
aquéllas
que como artillería de
colores
listados y optimistas
banderitas
estaban frente al mar sin que
pudiesen
defendernos de tantos
abordajes
de pleamares, y a la
atardecida,
nos invadían
amistosamente
con lanchas de oro viejo que
volcaban
a nuestros pies lamidos por el
agua,
tronchadas ya, crepusculares
rosas.
I I
I
Santa María
Hermana más humilde, protegida
por piedras que parecen
cinceladas
por un Hércules fosco y
gaditano,
Santa María, playa de
estudiantes,
adonde bajan cuando
necesitan
un asueto de brisas que
libere
sus mentes de la férrea
agrimensura
que es el estudio.
El mar aquí es
suave
como en el Balneario, pero
mira
hacia allí deseoso de
gentío.
Solitario se siente entre los
bloques,
donde rezonga sucio de
sollozos
por todos los naufragios, las
tormentas,
las guerras y los
desaparecidos.
El mar viene a llorarte, Cádiz,pide
que en esa historia oscura lo
consueles,
lo aduermas, dulce, al pie de tus
murallas,
y se apacigua cuando las
parejas
trenzan miradas, besos y
palabras
al calor de un idilio que
enriquece
de latidos de amor el
litoral
más juvenil, el de Santa
María.
I V
I V
La
Caleta
La Caleta se llena
de rumores que vienen
desde el barrio La Viña;
rumores con historias
del corazón de Cadiz;
bullicios con gracejos
y color de disfraces,
bandurrias y guitarras,
cajas, pitos y bombos,
como una pleamar
con brisas de algazaras
y de policromía
dentro de la
ciudad.
¿Por qué, por qué dejáis,
gaditas de tanguillos
tan sola en esos días
a la vieja Caleta,
ella que ha sido abuela
de soles y repuntes,
con barcas acunadas
y familias alegres
bajo los quitasoles?
¿Por qué ahora olvidáis
a la blanca Caleta
que gime con cabrillas
de agua por los bajos
del palomar de sol,
que es también vigilante
de mareas azules
y guardián del Club
Náutico,
y mirador que es ese
Balneario La Palma?
V
Castillo de San Sebastián
Castillo de San Sebastián
Olor a antigüedad tienen tus
piedras.
Las más antiguas son, y en ellas
Gades
se mira como ejemplo
cotidiano
de una fidelidad que el mar le
sella
con timbre de una herrumbre
salitrosa.
Por esa antigüedad la
marejada
se sosiega en maretas,
abanicos
de espumosos y blancos
escarceos,
ya trémolos suaves de
murmullos,
y es porque sabe que los
gaditanos,
aunque sea en las alas de los
ojos,
lo mismo que felices
gaviotas,
aquí vienen buscando calma
azul,
bebiéndose la brisa de su
origen.
V
I
Punta de san Felipe
Punta de san
Felipe
donde te conocí
una noche en que olía
la bajamar a isla
y la luna fue copa
de una rara tristeza.
Las palabras guardaron
sus viejas ataduras
y nuestros corazones
se miraron lo mismo
que el preso y la visita.
Era mejor así.
Después nos alegramos
y desde aquel entonces
grito es de libertad
silencioso en nosotros
acordarnos de la
Punta de san Felipe.
V I I
Parque Genovés
El mar es dinosaurio de agua que levanta
a veces su cabeza y se admira de
tanto
verdor en geometría de jardines
franceses
y una naturaleza tan distinta a la
suya.
Aspira los olores recios y
propagados
de una vegetación que su gemir ha
oído
muchas veces, tal vez como un joven
amante
detrás de la muralla intentando
treparla
con efímeras manos de agua, con
cordeles
de espuma que se rompen apenas los
voltea
y salpica tus hombros, tu cabeza, y tú
sigues
nada más que esperando a un príncipe de
savia,
de lozanía y brillo que viene de la
mano
de tu amiga anual la
primavera...
V I I
I
Baluarte de la Candelaria
¿A qué disparan, dime, tus
cañones
imaginarios, dónde los
soldados
que un día defendieron con
bravura
el, con énfasis dicho, suelo
patrio?
¿Oyes que te rodean sus
fantasmas
como si revivieras los
asaltos
y de los hechos quedan como
huellas
la sangre que en los muros y en los
patios
ponen como una historia no
acabada
las manos de la aurora y del
ocaso?
Pero el mar te consuela y te
sugiere
con sus rumores en tus pétreos
bajos
que él está ahí para limpiar, si
quieres,
tu memoria de ayeres y
borrarlos.
I X
Alameda
Apodaca
Tú eres el mar tranquilo y
solitario
y no oyes voces de bañistas.
Sigues
con tu ida y venida de
oleajes
descansándolos bajo la
muralla
tal como si trajeses
cargamento
del ultramar aquel de aquellos
tiempos.
Se asoman las parejas a tus
aguas
verdes cuando se hacinan en las
piedras
y las lamen igual que si
besaran
los pies de Cádiz, tal la
bailarina
de los viejos romanos.Ya
olvidaste
que eres mar descendiente de aquel
mar
que fue padre crüel de la
desgracia
en forma de gigante
maremoto.
Tú eres mar de postal y te
acicalas
de luna baja y de sutil
neblina,
de cielos con añiles
soñolientos,
y el barrio de San Carlos te
agradece
ser paseo por donde se
desgranan
horas salvadas de los
ajetreos,
idilios nuevos y
prometedores...
X
El
muelle
El mar del muelle te ama de otro modo,
oh Cádiz, no es un mar de románticas
señas
ni como los demás te toman la
cintura
con sus manos de ocio y
cabrilleos,
con tibias ventolinas
estivales.
La aurora en ti amanece con manos de
trajines,
con boca de palabras
comerciales,
se amarra a los norays como un buque
cualquiera
de los que al puerto vienen a atracar su
descanso
lo mismo que un paréntesis de
sueño
posado en agua oscura y grasa
espesa.
Pero este mar también es
necesario
como lo es el reverso en la
moneda
y te puebla sus aguas de
consignas,
de sonidos metálicos, de sirenas y
humo
para que así tus hijos
sobrevivan
en la otra fiera mar: la de la
vida.
Pero todos tus mares te rodean
galantes
y cortejan tu cuerpo como odalisca
echada
sobre el brazo gentil de este viejo
Occidente,
y sobre tanta historia que guardan tus
milenios.
UNIDAS Y HERMANADAS POR EL AGUA
Mutuamente, lo mismo que dos niños amigos,
La
Isla de
León y Cádiz vagan unidas por el agua
mellizas de salitre, gemelas de
oleajes,
casi siamesas son de mareas y
lunas;
de verde y blanco vienen a la
orilla
y juegan con la arena en un ocio de
siglos;
oh Erytheia, oh Gades, hijas del
Occidente,
que os inunda de rosas malheridas a la
hora
ultramarina y lenta del
ocaso;
de la mano cogidas como obedientes
niñas
que contemplan los siglos sentadas en el
tiempo.
De POEMAS PREMIADOS (1997-2007)
FRUICIONES DEL
PASEO
...de las arenas
que el mar sacude
en la fenicia Gades...
L. F. MORATÍN
A veces voy por tu racimo
oscuro
de calles cosechando como
vides
uvas de callejuelas y
alamedas,
iglesias que he mirado con pupilas
paganas
de pintor distraído,
librerías de viejo, populosos
mercados
[llovidos de rumores,
olor a anís, a churros y
bullicios,
bares con puestecitos de marisco a la
puerta,
rincones centenarios con farolas,
macetas
[y hornacinas,
el son errante de una bulería
[o el
desplante jocoso
de un tanguillo,
y todas mis raíces se han puesto boca
arriba,
suplicándote, oh Gades, que tú me las
renueves,
[que las mojes
en tu longeva claridad amada, resplandor
venteado
[por vientos
con cordajes y trajines de
muelle,
y me voy a tus playas, bruñidas tus
arenas
como pulcras vitrinas donde el ocaso
entierra su leyenda,
su cofre de tesoros
oceánicos,
o me siento entre tus piedras con la
melancolía
del Tiempo, que lo hace desde que fuiste
parto de los dioses,
y veo cómo el mar a tus plantas te
llega
y te cuenta sus penas por tantas soledades y
naufragios
al pie de la escollera donde rompe lamentos
con su idioma de algas y de
espuma.
UNICORNIO, Revista Anual de Cultura, (Cádiz)
noviembre 1997
Cádiz: Alameda de Apodaca
CUBA:
EMOCIONADO VIAJE DE IDA Y VUELTA
"Cádiz es la Habana con más negritos,
la Habana, Cádiz con más
salero".
Antonio
Burgos
¿No surgió, como
Venus de la espuma del mar,
Cuba de un blanco
sueño del Cádiz oceánico?
¿No habéis visto
el castillo de Santa Catalina
y el castillo del
Morro, o de la Candelaria
—el que fue
Baluarte—, o bien los miradores
de esmerados
herrajes que a través de las olas
envían con dulzor
de la caña de azúcar
nostalgias que
suspiran al borde de los muelles
de austeros
comerciantes que al pisar Santiago
deliraban de amor
ante las moreneces
de criollas
picantes con canarios acentos
entre blancor de
cales y aromas de tabacos?
Fue Pedro de
Medina, arquitecto, quien hizo
a Cuba hija de
Cádiz con bautismo barroco:
la Casa de Gobierno, la Casa de Correos,
la Catedral, que aún miran
hacia los litorales
gaditanos con
deudas de emoción en columnas,
en vanos, en
ventanas para soñar el tiempo
y hacer que las
raíces florezcan de añoranzas,
aún más si en el
espacio íntimo de sus muros,
como alivio a
continuas travesías, consuela
la música de
Falla, lago de la memoria,
sosiego que no
excluye el son y las guajiras,
y es gozo si se
oye modular la habanera.
Pero en aquellos
días de vísperas fatales,
la Patria, enferma, lucha por conservar
pedazos
de lo que fue su
antiguo corazón colonial.
Cuba, zarandeada
por políticos vientos,
mira a España con
ojos de angustias antillanas.
Cádiz fue puerto
hermano de júbilo y navíos.
Cuarteles de la Isla y de la Candelaria
son como dos
alforjas de esperanza en los hombres.
Madrugan en sus
cielos como ojos vigilantes
muchos
preparativos, y, a pesar de la hora,
todos los
gaditanos se agolpan en las calles,
llenaban los
balcones y cierros de las casas
para ver desfilar
a las ufanas tropas camino
de aquel muelle
bullente de ilusiones,
los gritos
patrióticos para la despedida.
Engalanada, igual
que en sus mejores fiestas,
la Virgen del Rosario como enseña sagrada
que bendice a
aquel nudo de promesas valientes.
Los soldados
marchaban con sus ritmos marciales
y en la subida al
barco la flor de aquella furia
reventaba sus
pétalos en cantos y proezas
anticipadas, como
señal de sacrificio,
mientras, el
muelle ardía de rumores y gentes,
envuelto todo en
música de finos pasodobles,
y entre los
pasodobles, el más agradecido
y popular sacado
de la zarzuela Cádiz.
Mas la guerra
pasaba y los días poniendo
ciertos
interrogantes, comentarios, suspiros
frente al
Ayuntamiento; San Juan de Dios, su plaza,
de ociosos y curiosos
mentidero, hojeaba
el Diario,
forzado manantial de noticias,
como un cofre de
augurios y de cavilaciones,
porque tantos
soldados que de Cádiz partieron,
no volvían...
Aquellos pasodobles alegres
eran sustituidos
a poco por sollozos
y por dudas que a
insomnes corazones punzaban.
Ya al muelle no
animaba ni música ni vítores
cuando en la
despedida de las últimas levas.
Los jefes y
oficiales cabizbajos marchaban
como si
adivinasen aciagos desenlaces;
llevaban los
soldados como dulces reliquias
los tan hondos
retratos de la madre y la novia.
En Cuba, mientras
tanto, la sangre gaditana,
como toda la
sangre española en combate,
brillaba, relucía
de ingenua acometida
frente al poder
seguro del yanqui astuto y frío
(que encendiera
en Rubén sus versos indignados
y reivindicativos
de una España más fuerte*).
La sangre
gaditana se huracanó en las bordas,
y en nombres que la Historia guarda como en
joyero
suena en el
corazón español todavía
el Teresa, el
Oquendo, el Colón, el Vizcaya;
en fin, toda la
escuadra heroica de Cervera.
Un sabor a
derrota amargó las gargantas
de los hombres
aquellos que al final regresaron
trayéndose de
Cuba —esa hermana perdida
y dejada en los
brazos de una mar que se hizo
la tumba de
españoles que soñaron victorias—
las condecoraciones
más tristes: las heridas.
Pero a pesar que
Cuba quedaba ya más lejos
y el lazo que la
hacía como melliza a Cádiz,
se rompió,
todavía las olas siguen fieles
en reciprocidad
de recuerdos y afanes
y en idas y
venidas con caudales de espumas,
vientos y
gaviotas, no dejan en olvido
los norays de los
muelles, las sirenas, los cabos,
que les fueron
otrora como palpitaciones,
como un lenguaje
en clave de su vivir diario;
porque, ¿cómo
olvidar este puente que cruza
España para
América como faro y vigilia,
arcada familiar,
acueducto de señas,
ventrículos de un
mismo corazón de la lengua?
¿No surgió como
Venus de la espuma del mar
Cuba de un blanco
sueño atlántico de Cádiz?
¿O acaso cuando
veis el castillo del Morro
no estáis viendo
el castillo de Santa Catalina?
*Véase el poema A
Roosevelt.
De Erytheia o versos de circunstancias elegidas
(2000)
No hay comentarios:
Publicar un comentario