Los presentes poemas fueron publicados en
diversas revistas y hoy están reunidos aquí tal y como aparecieron en ellas. Se
ha hecho una selección.
Todos estos poemas han sido recogidos en
libros después.
Esta página recoge poemas editados en
revistas entre 1962 y 2000
TRES SONETOS AL PUENTE ZUAZO
En octubre de 1962 aparecieron en ISLA,
Boletín de la Sociedad
de Fomento de San Fernando, tres sonetos dedicados al Puente Zuazo, de un
libro que no llegó a publicarse y que fue diezmado más adelante. Sobreviven de
ese naufragio estos tres poemas.
Llevaban una dedicatoria a don Gabriel
González Camoyano, poeta de San Fernando, a quien el autor de esta página visitó
en sus primicias poéticas.
Están reproducidos con toda la ingenuidad de
entonces.
I
Al soplo de los céfiros primeros,
observadores de la aurora sana;
entonando la copla cotidiana
alegremente llegan los barqueros.
Se descubren sus músculos remeros
para zarpar hacia la costa hermana;
brilla en sus ojos la virtuosa gana
y alejan optimistas sus pesqueros.
Mas, a la noche, cuando el manto oscuro
te cubra ilimitado, incompasivo,
¿quién te acompañará, tristes instantes?
Los rumbos atalaya desde el muro,
porque acordando tu recuerdo vivo
¡volverán con nostalgia tus amantes!
II
Quiero verte en la aurora purpurina
cuando tu sol entre corales brilla
y surge de la póntica buhardilla
lanzando espuma tu graciosa ondina.
Entonces labraré tu perla fina
sentado a la frescura de tu orilla
grabándole una breve maravilla
que dejaré en tu nítida salina.
Quiero verte. Después, cuando me vaya,
cuando esté lejos de tu verde playa,
tal vez recuerdes a tu amante hombre;
me llamarás incluso con el viento
al ver la perla que en ti busca asiento,
¡aquella perla en que grabé mi nombre!
III
En la nocturna soledad silente,
surgidos de las aguas dilatadas
y rasgando las sombras enlutadas
los muertos suben a su largo puente.
Los viejos héroes con el alma ardiente
son éstos, cuyas ansias desbordadas
se exaltan por sus carnes devoradas
con el objeto de adornar el puente.
Para la lenta aurora de colores,
dormidos ya los héroes en su seno,
su memoria han estado preparando,
que luego brilla grávida de honores
con sol formada y de laureles lleno:
¡el insigne blasón de San Fernando!
CORAZÓN, PIEDRA
Te has ido de repente. Tu voz se me ha quedado
entre las manos como una rosa tronchada.
Se me han quedado huérfanos el corazón, los ojos.
En este instante puede convertirse mi vida
en una tosca piedra si Dios lo permitiera.
La noche precipita sobre mí su oleaje
de sombras, su destino de ser negra y profunda.
Y yo le abro unos brazos que tan sólo me sirven
para fingir dos ramas ya secas frente al viento.
Allá en la lejanía se proyecta mi sombra
y el viento inexorable acaba derribándola.
Mi corazón se ahoga en mi propio silencio;
naufraga con la última esperanza que tiene.
Todos los horizontes se cerraron de pronto.
Mi espíritu se orienta hacia su propio centro.
Ya se duerme la piedra cuando la luz le imprime
en su carne durísima la frialdad de los astros.
La soledad creciente la hunde más en la tierra
enlazada a las fuertes raíces del olvido.
"Isla", boletín de la Sociedad de Fomento,
de San Fernando, octubre de l966
SUEÑO
La noche te ha traído hasta mi pensamiento.
como una mansa lluvia de pétalos ardientes
caer te siento sobre mis manos apagadas,
mis manos que ya adquieren la forma del deseo.
Con un mágico gesto te construyo en mi sueño.
Mi silencio se adhiere a tu frágil contorno.
Suena en el horizonte el canto inolvidable
de las rosas aquellas inundadas de músicas.
La madrugada avanza como una inmensa nave
de luz. Sobre su estela tu silueta se yergue
y la tierra conmigo se levanta ambiciosa
queriendo respirar tu presencia serena.
Se desvanece todo de pronto. Con la aurora
vuelven a llover pétalos de la rosa soñada,
y alrededor, en torno del desencanto yace
una lluvia de sueños salpicando mi alma.
"Isla", boletín de la Sociedad de Fomento
de San Fernando, octubre de l966
SEPTIEMBRE
La tarde fría de septiembre tiene
frente a la noche una actitud serena:
oh, cielo fresco, paz lunar y viento
transido por la muerte de un jazmín.
Se pasea por ella, se pasea
recordando una tarde parecida
en que estaba también el horizonte
malva, y olía el silencio
a soledades húmedas, a calles
despobladas.
La tarde tiene para mí su muerte
en este mismo instante, cuando apenas
alguien observará que estoy mirando
cómo las sombras se levantan, cómo
me rodea la luz difusa y siento
la extraña sensación de estar muy solo.
La tarde tiene a derribarse, pero
me parece que avanza,
que avanzase empujada torpemente;
yo, mientras tanto, la contemplo aquí
en un lugar de su belleza triste
que me hace recordar que otra vez fui
testigo de su muerte. Pero ahora
más me impresiona su presencia, más
la siento alrededor de mi silencio
agonizar, rendirse a mis orillas.
"Isla", boletín de la sociedad de fomento
de San Fernando octubre de l966
ALUCINACIÓN
Has llamado a mi puerta. Yo presiento
que
eres Tú quien llamaste. No podría
ser
otro el que supiese que aquí siento
la
inquietud de que alguien llamaría.
Abro
la puerta. ¡Si tan sólo el viento
es
lo que oigo!...Me alucinaría
este
esperanzador presentimiento
de
que alguna visita yo tendría.
Te
has ido, pero sé que Tú has llamado.
Dejo
la entrada de mi alma abierta
por
si vuelves me encuentres preparado.
Tengo
tu noble astucia descubierta:
sé
que llamaste porque así has probado
si
yo estaba velando tras la puerta.
"Torre
Tavira", revista de poesía, 1967
PALOMARCICO
EN QUE SANTA TERESA FELICITA EN SU ONOMÁSTICA A LA VIRGEN CARMELITANA
DESDE EL CLAUSTRO LA
MADRUGADA DE 16 DE JULIO
Destinatario: el místico
Carmelo.
Nombre: María, Madre o la
Señora.
Tiempo: cualquier momento es buena hora.
Población: en espíritu o en el Cielo.
Esta oración que parte
desde el suelo
y por su poca fe se me demora,
sabe que ha de llegar cuando la aurora
del día de María rompa el vuelo.
Entonces,
qué temblor y qué latido
tendrá la
Salve en esta boca enana
cuando inicie el fervor su recorrido.
Cierro la carta ya porque cercana
tengo el alba y, por tanto, me despido.
Hasta
verte ascendiendo en la mañana.
Diario de Cádiz, 16 de julio de 1969
HOMBRE
Para
que el barro deje de ser barro
necesita
la luz que lo ilumine,
el
resplandor que enciende su pobreza,
el
dolor que le da significado.
Hombre
que, aun siendo polvo, te edificas
y
afirmas tu existencia y tu deseo
de
hacerte fundamento en la esperanza.
Hombre
que, aun siendo barro, te levantas
con
el aire reciente y victorioso
de
la aurora más limpia, porque nada
hay
más grande que tú, que tu destino
en
donde se contempla la aventura
de
haber nacido irremediablemente,
donde
pueden sembrarse los afanes
de
ser más, de gritar si es necesario
para
ofrecer como holocausto hermoso
tu
agonía creciente de vivir
a
un mañana más noble. Pero tú,
hombre
que cantas tu morir diario
y
alivias las heridas las heridas de tu carne
con
el suave tacto de la espiga,
tú,
santo barro, canta tu heroísmo
con
la más fiel conciencia de quien eres.
"Cádiz
Sindical", l968-69
TESTIMONIO
Yo
creo tener fe,
y
es porque cada día
voy
viendo que mi hombre
se
da perfectamente
cuenta
de que camina.
Y
yo mismo prolongo
la
sed de ese mañana
cuando
apenas lo he visto
lejano
o inalcanzable.
Yo
creo que la fe
es
la superación
constante
de ese hombre
que
ocupa nuestra vida.
"Verde
yerba", Antología hispanoamericana de poesía,
Barcelona,
l969-70
SONETO 25 (EL AGUA DEL ESPÍRITU)
Desde
que yo bebiera en tu corriente
y
tocara tus aguas no he podido
olvidar
el sabor inaprehendido
que
deja todo cuanto es diferente.
No
puedo hacerme, ni una vez, presente
desde
que te he mirado y conocido,
cuánto
te debo y cuánto te he debido
hacer
sufrir irremediablemente.
De
nuevo, aquí me tienes para verte.
Todo
mi ser se cumple con tocarte;
por
eso mi destino está en beberte.
Pero
con una sed no menos nueva
que
aquella, en la que intento recordarte
sin
saciedad, por mucho que te beba.
"Bahía",
Pliegos poéticos del Campo de Gibraltar,
Algeciras,
1971
EL
PAN
Cada
migaja encierra un instante del día
donde
se multiplica su bondad trascendente.
Cada
migaja ablanda su experiencia amorosa
y
minimiza con maternal tolerancia
la
historia cotidiana de su dura conquista.
Las
horas moldearon su crujiente contorno
e
imprimieron en él su aspereza de tacto.
El
tiempo, inexorable, se hace lento cruzando
la
rústica hendidura de sus parciales líneas
y
le lame ambicioso su morenez ardiente.
El
fuego que ha cocido su forzada victoria
participa
en su grave simbolismo. Le aporta
un
calor suficiente que hace denso su empeño,
garantiza
su urgente finalidad y en ella
santifica,
consuma, su oblación generosa.
El
sabor que desprende le da forma al deseo
de
materializar su noble objeto y sólo
se
siene mejor hecho, más sazonado y propio,
cuando
lo ha bendecido el ganador esfuerzo
y
se sabe, además, común y necesario.
"Verde
yerba", Antología de poetas hispanoamericanos,
Barcelona,
l969-70
ROMANCE DEL MUCHACHO QUE ESPERABA
—¿A quién esperas, a quién,
atalayando la calle?
—Madre, ¿que a quién espero?
Verdad que no espero a nadie.
—Entonces, ¿por qué impaciente,
como quien espera a alguien,
clavas la ansiosa mirada
en el fondo de la calle?
—Costumbre, madre, costumbre;
pero yo no espero a nadie.
—Hijo, costumbre, costumbre...
Dime quién es ese alguien
que te ha plantado en la esquina
con una ansiedad tan grande.
-—Qué pena, madre, qué pena
que en la vida haya contrastes...
Qué pena esperar sabiendo
que, a veces, se espera en balde.
—Dime, hijo, ¿quién a tus ojos
es la reina de la calle?
—No, madre, que yo no espero.
¡Verdad que no espero a nadie!
De CÁDIZ SINDICAL (Tertulias de Educación y
Descanso,1968-69)
OTOÑO
TRAS LA VENTANA
A Germán Caos R.
Apareces
qué lento en la neblina,
muchacho
adusto, otoño adolescente;
tu
mirada es opoca, e indiferente
sobre
los panoramas se avecina.
Vienes
con nubarrones. Y camina
tu
pie indeciso, cautelosamente.
Y
pasa, entre las lluvias, por tu frente
una
inconclusa imagen setembrina.
De
tus manos resbalan unas hojas
escuálidas,
en cuyas nerviaciones
sabes
guardar tus pálidas congojas.
Y
asomado, de cerca, a los cristales
pareces,
cuanto más triste te pones,
un
niño pobre y sucio de arrabales.
"Isla",
Boletín de la sociedad de fomento
de
la ciudad de San Fernando, agosto de l969
VIENE
LA PRIMAVERA
...otro milagro...
A. Machado
A Purita Galán
Ya
se dispone a entrar la primavera.
Que
la ciudad la aclame y las reciba
en
sus hogares como a un ángel claro
de
amistad.
Cómo sube por encima
del
Puente la humareda luminosa
de
su encendida y matinal visita.
Ondula
su emoción la gaviota
y
la brisa se duerme en las marismas.
Cómo
elevan sus tálamos nupciales
temblorosas
de brillo las salinas.
Entre
nosotros abrirá su escuela
de
pájaros que pulsen su alegría
en
el arpa floral de los almendros,
moños
de cabellera verdecida.
Poned
en ls almenas vuestras almas.
Tended
en los cordeles vuestras vidas
como
si fuesen sábanas que esperan
ponerse
blancas para siempre.
Siga
quienquiera
mi cantar y me acompañe
con
un ramo de gozo a su venida.
Ella
viene dispuesta, preparada
a
aromar los hogares.
Con qué prisa
debéis
abrir vuestras ventanas, vuestras
puertas
de miedo de la casa íntima.
No
olvidad que ella ha estado todo el año
atesorando
una esperanza activa
para
poder llegar hasta nosotros
y
visitarnos otra vez.
Ya inicia
su
paseo por calles y por plazas.
Salgamos,
sí, salid a recibirla.
"ISLA"
Boletín de la sociedad de fomento
de
la ciudad de San Fernando, Marzo y Abril de 1972
CONTRA-POEMA
A Antonio Hernández
Será
mejor así.
Eludiré
palabras
que
no vengan al caso, que no sean necesarias
para
que el hombre siga su costumbre
tremenda
e ineludible de luchar y acabarse.
Voy
a seleccionar vocablos.
¿Os
convencen éstos:
Vida,
incertidumbre, miedo, batalla
sin
héroe,
indiferencia, soledad, rutina
y
muerte?
Ya
he prescindido
de
todas las palabras que os venían
molestando
durante tantos años.
He
roto
pentagramas
de versos musicales.
Haced
de este poema renegado
un
fósil para la vitrina
de
la burla, y, por pura paradoja,
un
testamento de ceniza, olvido,
una
apagada huella
el
rastro de que hubo un hombre
de
alegría y tristeza lo mismo que vosotros,
como
vosotros, buscador de algo
que
no satisficieron las palabras.
“BAHÍA”,
Pliegos poéticos "Campo de Gibraltar",
números
21, 22, 23, 24. Algeciras, Abril de l973
Antiguo mercado de San Fernando -Cádiz-
VIENES A
MI MEMORIA…
Vienes a
mi memoria y te sitúas
en uno de
los años de tu lucha
aquella
entre membrillos y naranjas
con tu
camisa a cuadros, tu bufanda
arrinconando
a enero bajo el cuello
y
atesorando el sol en una esquina
de
aquella lonja, madre de la astucia
y de la
picardía del sustento,
escuela
de ocio, charla y aguardiente,
noticiero
de chismes populares
y guiño
de las bromas y su drama.
Mas, como
siempre, olvidas las fatigas
del
esfuerzo, tus brazos como mástiles
donde
estaban erguidas, temblorosas
tus
inseguras jarcias de futuro,
velamen
desplegado de tu casa,
arboladura
de tu pan, timón
y proa
contra mares de miseria,
siempre
el ancla del ánimo levada.
Te
llegan, sin embargo, mariposas
de luz,
de días claros, medallones
de sol,
músicas débiles de lluvias
tras los
cristales de tu puerta, sombras
de gentes
que se fueron, roces tímidos
de versos
primerizos, la alegría
como un
trozo de barco que se salva
del
naufragio de un tiempo irreparable.
“Cal” enero de 1976
Antiguo mercado de San Fernando -Cádiz-
HALLAZGO
ENTRE MIS PAPELES DE UNA
ANTIGUA
ELEGÍA DEL MERCADO
A veces,
te violentas y entristeces
con esta
miserable familia de lo humilde,
la
naranja podrida que disimula el cáncer
tras su
nevada sábana y en su lecho de azufre,
el
plátano pasado que recuerda
a la
nodriza negra —la obrera de color—
que lo
arrancó del platanal, su cuna,
el
perejil que se lamenta pálido
de su
ausentada novia, la cebolla,
y nadie
se lo lleva, y llora el celibato
en una
putrefacta soledad.
Cuánto
suburbio de lo mustio, calle
de los
pobres olores desahuciados,
hospital
que se cierra al mediodía
bajo un
cielo de lonas y de enseres,
improvisado
limbo transitorio
de la
inocente yerbabuena.
Mira
cómo la
cordillera de patatas
fue decreciendo
con la
erosión suave de la compra,
geología
del hambre inexorable;
y la
ristra de ajos como matrona antigua
que
perdía a sus hijos en la guerra,
llora la
ausencia de los buibos que fuiste decapitando
con la
venta. dejando las hileras
como
infantiles camas recién abandonadas.
A veces,
te entristeces cuando tocas la piel
de tu
mundo de ocultas cicatrices,
ese mundo
entregado a la más cotidiana
cirugía
de las vicisitudes,
porque tú
sabes que vivir es eso,
maniatar
con cordeles de paciencia
al niño
clandestino de nuestra rebeldía
que se
aburre y se enfada insobornable
harto ya
de habitar el corazón diario.
“Caleta”,
mayo de 1976
LEY
La mujer
mira atrás, el camino corrido.
El
hombre, hacia delante, conquista las distancias.
La mujer,
como un cuenco de mano codiciosa,
conserva
en un suspiro la historia de los siglos.
El hombre
pisa, olvida los escombros del tiempo.
La mujer
se detiene, se apiada de las ruinas,
busca en
ellas los restos de un pasado vivido.
El hombre
es una flecha que taladra el futuro.
La mujer
es la cuerda que se encorva en el arco.
El hombre va a la búsqueda del hijo posterior.
El hombre va a la búsqueda del hijo posterior.
La mujer
resucita al primero en el último.
El hombre
selecciona entre las florEs una.
La mujer
forma un ramo anónimo con todas.
El hombre
por la escala del espíritu sube,
abandona
su cuerpo o le sirve de base.
La mujer
por el cuerpo desciende hasta la tierra
y siente
que en su carne le gravita el planeta.
Como la
mar, exhausta, como un campo, agotada,
la mujer
agoniza eterna y silenciosa.
Como el
trueno, sonoro, y como el viento, efímero,
viste el
hombre de gala su corazón con ella.
De “CAL”, marzo 1975
EMPEZABA A SER HOMBRE…
Empezaba a ser hombre amasando sus días
con el sudor primero, las juveniles savias
del tronco aquel robusto, juventud resinosa,
muchacho de optimismo y de constancia.
El trabajo celoso le interrumpía el sueño
y él crecía a la altura de aquellas madrugadas
diligente y seguro camino de la lonja,
riendo, compitiendo con las luces del alba.
Los árboles de la calle de su camino
apadrinaron su sentimiento, su grávida
sangre que le estallaba las yemas de sus años
mejores, árbol nuevo su vida conquistada.
El amor le venía con sus claros domingos
de paseo y amigos y morena muchacha,
y él abría sus brazos, entre atrevido y tímido,
imaginando idilios y palpando fantasmas.
Empezaba a ser hombre con la misma alegría
que hoy lo evoco y bendigo. Mi memoria retrata
un joven como un pino en una isla sola,
solo él también moviendo como el pino sus ramas.
De “CAL”, septiembre 1976
RETRATO DE CUERPO ENTERO
Tiene cuevas secretas y
másacaras legales.
Tiene mil aunque tan sólo
muestra dos.
Con las ocultas hace sus
propios carnavales
pero con las visibles
despoja y dice adiós.
Piensa poco y si piensa son
signos numerales,
cifras, cálculos, cosas de
las que vive en pos.
Si tiene ideas son tal vez
artificiales
con que muestra su fausto
de torpe semidiós.
Vive, pero no sabe
agradecer su vida,
fijar, guardar un solo
momento en la memoria,
el símbolo, la imagen de un
momento cordial.
Odia, ambiciosa y riñe y
pierde la partida
con la muerte, que da
al traste con su historia.
¿A que no conocéis cuál es
este animal?
De “CAL”, septiembre 1977
TRANQUILO, SIN ACCIÓN POR ESTE TÚNEL…
Enajenado por la luz, cautivo
inconsciente del brillo, en la avaricia
crepuscular de espesa llama, duende
pacífico del último esplendor,
viajero de esta hora sedentaria,
flotando en apogeos sensoriales
de sentidos tocados por la magia
de esta rosa gigante del ocaso;
mimado, detenido por la brisa
descalza, danzarina en la escalera
efímera del borde de las olas,
con las manos ausentes, con los ojos
ociosos, entreabiertos, con la mente
en la particular holganza de recuerdos,
el lujo clandestino de algún sueño aceptable,
sordo al ruido mínimo de un mundo
dejado en la clausura del olvido;
abandonado y lúcido, lo mismo
que el mar en su destierro voluntario
hacia la magnitud más alta del silencio;
tranquilo, sin acción por este túnel
intemporal del hombre mío voy.
De “CAL”, agosto 1978
(Número dedicado a un homenaje a Vicente Aleixandre)
LA CLARIDAD NEGADA…
La claridad negada de la inicial aurora,
la mano del otoño arañando los cierros,
es el viento, acaricia su forestal guitarra
y las notas en hojas exiliadas chirrían.
Pero en nada entristece el festín diminuto
de tu boca, oh amada de manos oferentes
y de serpenteante cintura escurridiza
para que multiplique mi afán sus dedos ebrios.
Ni aun el clavetear de la lluvia en las plazas
con fugaces agujas que hilvanan soledades.
Ni el prematuro exilio de la impúber mañana
al país laberíntico de nubes ilegibles.
Nada impide que repte mi temeraria mano
por el desfiladero de tu huidiza cadera
o cruce el ecuador de tu vientre sedoso
donde brinca una ardilla ideal de ternura.
La avaricia del tiempo nos hace vengativos.
Doblemos las gastadas monedas del instante.
Nos hacemos activos, epidérmicos, leves.
Nos urge regalar testimonios y risas.
La claridad ausente de la aurora primera.
En su hueco instalamos la fundación de un rito
de cuerpos, de palabras, los votos sensoriales...
Y por ello estoy cierto de que vivo y que canto.
De “CAL”,
septiembre 1978
INSCRIPCIÓN PARA LA ATALAYA POÉTICA
DE JOSÉ LUIS NÚÑEZ
También hay orfandades materiales,
pues, solo, llora el Sur su todavía
y en la nostalgia de esa compañía
le calan los recuerdos a raudales.
Pero, ¿no veis los ojos temporales
del poeta en su torre de vigía,
farero de una nueva Andalucía
en el mar de unas costas marginales?
Su Luz de cada día está presente,
aunque de El eclipse una larga sombra
nos amague una ausencia de espejismo.
Médium fiel es en medio de la gente,
de todo lo que el Sur se calla o nombra,
que es corazón del corazón de él mismo.
(Nota. Los títulos subrayados son obras de
José Luis Núñez)
"Gaviota de Poesía" (1979-1981)
DEL TIEMPO A LA ETERNIDAD
Para buscar a Dios entre las sombras
primeramente os pido la palabra.
Para hablaros de Dios, cuando lo halle,
os ruego que mováis, la noria, el agua
de vuestro corazón y la hagáis limpia
como la sal cuando refleja blanca
y luminosa el sol de mediodía
en la primicia azul de la mañana.
Dadme entonces la ola y su plegado
itinerario con olor de algas,
esa rueda del mar de luna a luna,
espejo monorrítmico de plata
que va dejando un trozo de armonía
en cada litoral y en cada playa.
Dadme toda la música que tiene
el rumor encrespado en lontananza
para que tenga, una vez más, mi voz
una serena y fresca resonancia,
de modo que os parezca en esta hora
de paz en esta hora mi palabra.
Porque hablar de las cosas es lo mismo
que pasear por dentro de una casa
y ver la sencillez de las paredes,
y oír cómo gotean, se dilatan
los momentos, las horas y los días,
y nuestra vida en ellos se desmaya
como un retrato más. Y solamente
con el esfuerzo vivo se levanta.
Y es que estamos inmersos, inundados
por la luz temporal, luz cotidiana,
luz fría del taller, luz de oficina,
luz de la calle, luz de las espadas
clandestinas que rozan cada día
los cabellos, los ojos, las gargantas.
Esta nave del tiempo que nos lleva
siente a veces, temblar, crujir las jarcias
de su alegría. Y caen, pero sigue
en pie el mástil de fe que nos aguanta.
Menos mal. Que si no, ¿Quién se podría
fiar del timonel cuando amenaza
una borrasca el mar?
No me digáis
que esta nave del tiempo está encallada,
porque navega con su rumbo claro,
fijo a la luz inaugural del alba.
Ya sé que habéis movido el agua, el diáfano
diamante móvil, líquido del alma.
Habéis notado cómo se refleja
el día en ella con sus panoramas
de sombras, sus monótonas historias
y la tristeza con su flor diaria
deshojándose absurda por el suelo,
donde el hombre se vive y se desgasta,
y se calla, y se borra y disminuye.
Por eso os pedí luz, os pedí el ansia
de ser ola, o ser acanto, o de ser niño;
de ser espacio azul o de ser ala
para que el sueño no se nos acabe,
sino que continúe y se nos haga
más duradero cada vez, que sea
algo más que la carne señalada
a ser límite y fin; que sea un gozo
que de los días breves se rescata,
y nos proclame victoriosos, altos
vencedores de la desesperanza
cuando nos alce Dios, recuperados
del foso sin memoria de la nada.
Premio Camelia de Plata 1971, en Certamen
Literario
"Miguel Martínez del Cerro", Cádiz, MCMLXXIV
HISTORIA Y LEYENDA DE LA SAL
La sal, como una blanca novia, surge
del saladar, la lleva del brazo el mediodía.
Hacia la catedral azul del cielo
y por escalinatas blanquecinas
van estos novios de la luz enhiesta,
mientras que la verdad y la mentira
se están jugando el mundo mano a mano
y el hombre es transportado por la prisa
hacia cualquier lugar menos adonde
su sosiego frustrado necesita,
y se inventa la paz como se crea
un pasatiempo de chiquillería,
una manera de seguir jugando,
en tanto que la máquina de consumo fabrica
un hombre marginado de la historia,
la historia que la sal graceja y consolida.
Antes, la sal en su alfolí, de donde
alzó su escuela la blancura misma,
mientras se granulaba
su cuerpo transparente de salina,
levantó una plegaria de brillo emocionado
desde el atril de su oferente prisma
donde la buenanueva de tan grato mensaje
tuvo su ardiente apóstol en la brisa,
que difundió su intenso sabor copiosamente
por el fervor ansioso de la Isla.
Con qué elocuencia suculenta pasa
al púlpito movible de la boca y principia
su apostolado de gustación momentánea
por la pastosa grey de la saliva,
a la que con su gracia le exhorta que fermente
su acción comunitaria en la comida,
comunión mineral, hostia tangible
con la que el hombre se solidariza
para seguir la religión diaria
de la más ciega fe: la de la vida.
Porque la sal no tiene ningún itinerario
si no es el de la lengua gustativa,
igual que la mujer tan sólo entrega
su corazón a aquel que la conquista.
La sal, muchacha de lechosa piel,
conserva el alba para quien la mira,
y también muestra un viso de milagro
en los jazmines que se fosilizan
en sus dedos de albeados privilegios,
esa elevada y sustanciosa mina,
perpetua hospedería del sol que sale y entra
como por un palacio de nieve derretida.
Ella, hermana mayor de la cal, desde lejos
le ejemplo y lección a las albinas,
texto de claridad elemental
para las gavïotas circunscritas
a la amiga en que aprenden esta albicie
como niños que están en torno a su nodriza.
La sal es para todos, para el pueblo
que la desposa con su lengua colectiva,
para la enjabelgada enmienda de la cal,
para el camión, para el candria que riza
el agua perezosa, para otros países
que en ella ven un mapa secreto de alegría
enrollado en su parvo corazón salobreño.
Sal para la palabra que predica
e introduce en el íntimo saladar de las almas
la esperanza en espera de que se haga fe viva.
Sal hay en cuanto vive y testimonia
el amor, y es la sal más convencina
la que en las orzas de los corazones
no se evapora ni se desabrida;
conversa sal, prosélita en los labios
que han gustado la otra, la que brilla
en el caliginoso desposorio
con este dios de luz que la tuvo novicia
en su alhorí de nítida clausura,
hoy abierta por bula del verano y su clima.
Finalista en los Juegos Florales de la Sal en la Isla de San Fernando,
1971, y editado en "Erythia", Tertulias literarias, mayo de 1979
DOMINGO DE ADVIENTO
A Pepe González Barba
Llueve en la calle solitaria. El frío
hace la soledad turbia y violenta.
Diciembre pasa una vez más, sombrío,
con su adusta mirada cenicienta.
Desde el cuarto en silencio y la ventana
se ve cómo gotea lentamente
en la acera la lluvia de mañana
y el tiempo en el espíritu impaciente.
Es necesario que de cuando en cuando
se quede el hombre a solas y se diga
que hay que vivir cantando y esperando,
aunque el mismo dolor nos contradiga.
Sigue lloviendo. Y un rumor repasa
la habitación. El corazón se empina
con un débil temblor. Dios se retrasa,
pero vendrá a su hora clandestina.
"Isla", Boletín de la Sociedad de fomento
de la ciudad de San Fernando, Noviembre de 1971
HOMENAJE A JULIO MARISCAL
MONTES,
AL PASAR POR ARCOS DE LA FRONTERA
Que un colibrí de júbilo te
suba
por el árbol, ya en sombra, de
tus huesos,
que te anime el olor de los
cantuesos
y te dé nervios la matalahúva.
Que baile el duende de una
vieja cuba
con un coro de sátiros obesos,
que todas las doncellas te den
besos,
a trozos disputándose tu
aljuba.
Que la cal de Morón te
reverbere,
que te devuelva el río tu
inocencia
y te vistan el alma de
azucenas.
Que un buen cante te den por
miserere
y una guitarra pida tu
indulgencia,
no por tus culpas, sino por
tus penas.
INFORMACIÓN DEL LUNES, 1979
CONCENTRACIÓN
EN LA JUGADA
Entre
caballos y alfiles,
torres,
reyes y peones,
hay un
temblor de emociones
que ya
minan tus abriles.
Asomado a
los pretiles
de tu
mirada embebida,
no sabes
que ya está urdida
tu
suerte, de tal manera
que
cuando acabes, te espera
el
ajedrez de la vida.
En La luz y la
palabra, 1980
POEMA
TESTAMENTARIO PARA DAR ALIENTO A UN NIÑO
Romperán la guirnalda, las frondas unitivas,
la
secular corona de las paternidades,
el arco poderoso florido de proezas silenciosas
y
mínimas
de las generaciones,
la
cadena del tiempo de eslabones de óxido de dolor
y penumbra por los renunciamientos;
desaparecerán
los cantos maternales, que dieron
a la casa sus ecos milenarios,
helechos
afectivos cubriendo la molicie
sagrada que fundaron venerados ancestros
en
sabio pebetero de palabras unánimes,
atril incandescente de ejemplos memorables.
Borrarán
esas huellas
de
esfuerzos que encendieron los claros ascendientes,
y el remanso de espera
y
fructificaciones que fue ayer la familia
desbordado será por sucios aluviones
de
ejarbes de locuras, cachones de infortunios;
el niño estará solo, como nunca, indefenso
frente
al viento y al rayo,
frente
a las ignominias de ocasionales padres, frente a la cobardía felizmente
explicada por razones impunes.
¿No habrá nadie que ponga su mano defensora
como
escudo inviolable
de su rota inocencia, de su candor frustrado
por
las garras de un mundo
hostigado
por todas las violencias, ceñido
su
cuello por la cuerda insufrible del hambre?
¿No habrá un hombre siquiera
que
recuerde sus días de ingrávido viajero
por ámbitos de pájaros, juguetes, flores, risas,
alamedas
y gritos
deteniendo
las horas, haciéndolas más dulces,
más
blandas y amorosas en torno de los niños?
Hijo mío, que creces a la sombra del sueño
y
atraviesas caminos de lechosos guijarros,
mecido
por vaivenes de paternas fatigas, perseverancia v lucha,
¿qué
mundo es el que espera tu vocación, mañana
de obrero o de poeta,
de
varón decidido, de heredero al azar de un pasado,
imborrable que asumirás seguro?
Yo, hijo mío, no tengo nada más que la flor marchita
de un
continuo sacrificio sin horas
y el fuego, el fuego amigo, luchador y difícil
de
una enorme esperanza.
Accésit
del Premio de Poesía Villa de Petrer 1981
Editado
ese mismo año en “Erythia”,
revista
isleña de Literatura (1979-1981)
CELEBRACIÓN Y GOZO DE ERYTHIA, QUE LUEGO LLAMARON ALMUNIA DE RAHYANA, HOY ISLA DE SAN FERNANDO
El sol tira a las aguas su trasmallo de oro,
sus
encendidas redes,
dinosaurios azules de la mar se despeñan por abismos de olas, por taludes de
playas,
igual que un brazalete de insaciables espumas
las
costas centellean
y abrazan tu cintura de doncella emotiva animada en la danza
de
vientos de levante,
en la salas celestes de la aurora florea una oculta guitarra,
castañetean
crótalos, se alza bravío un cante,
todo en coro acompaña al bello sortilegio que es la fiesta inicial, memorable,
impaciente de tu alegre natío.
Pero por eso, mira, te sueñan en la
Hélade los cíclopes tendidos a la sombra de Homero,
y las ansias de un Hércules irradian por las nubes
como
carros alados
que flamean espléndidos y con claros designios
sobre
Gerión en furia.
Tiemblan vides y olivos en la
Hesperia que teme
la violenta
llegada.
En las lenguas del viento mensajero se acerca
la
canción halagüeña
del dios que cruza cúmulos en llama, bajo cirros morados
que
consuelan adustos cipresales
y cantos marineros que anticipan el rumbo
de las
rutas del bronce.
Mas el dios no es poeta, sino un arduo guerrero
de
conquistas impunes.
y la tarde de estío favorece el cansancio, la desgana,
la abulia
de las aguas que duermen
con sus mantos rituales de limo y de calima
para que
el dios sorprenda a Gerión ya dormido
en su siesta que huele a salina y salitre,
a
almadraba y palangre,
y, al fin, te posesiona, te fecunda tu sangre marítima
con
símbolos de inviolable firmeza
para que tú, Isla en ciernes, asumas ya tu pétreo nacimiento,
resistas
al agua codiciosa,
altiva fortaleza con la sal por bandera, mujer difícilmente
conquistable,
oh hermosa Erythia, fuente insólita
de mi sangre y crisol milenario y perenne
de mi
moreno origen.
Publicado en “Torre Tavira”, revista gaditana de poesía, 1982
y en El
vértigo de la memoria, 2014
PICASSO EN AZUL MEDITERRÁNEO
El cielo en paz. La lejanía duerme.
Las olas se desmayan en la playa.
Una brisa destrenza sus leyendas,
su fina cabellera de murmullos
y escancia caracolas pequeñitas
en los cuerpos, que están abandonados
en las manos febriles del estío.
Terrazas con racimos de turistas
flotando entre las nubes del sosiego,
flotando en la calima de la siesta.
Paseos solitarios serpentean
por carreteras bajo un sol con uñas.
Pero, de pronto, un arlequín traspone
los cuerpos perezosos, suelta amarras
del sueño y el reposo, toca el filo
del agua y la columpia, y el mar ríe,
se alborota un instante a toda vela
y surgen arlequines, colombinas
en las olas, que empiezan una danza
en un ballet alegre de escarceos.
"Gaviota de Poesía" (1979-l981)
SONETO PARA IGNACIO RIVERA
Sé que a Ignacio responde como nombre
y vive en el rumor de una Rivera.
Potestad tiene con la primavera
(aunque esto a más de un ruiseñor asombre).
Es siempre y será náufrago este hombre
de versos e ilusión. Como cualquiera.
Pero, atención: no de cualquier manera,
sino como un señor y gentilhombre.
Yo voy a desvelarles un secreto:
su Cádiz, que es su amante, le revela
ola tras ola el don de su poesía,
y su amor canta a bordo de un soneto
donde en las jarcias tiene su vihuela
y en un mástil de fe su melodía.
TORRE TAVIRA, abril 1985
HOMENAJE Y LOA AL CASTILLO
DE LA PUENTE DE SUAZO
A Luis Robledo Lamela
Conquista fue de Alfonso, que la diera
de atalaya a la Almunia de Rayhana.
Mira desde su Torre hacia Chiclana
y es su Puente gloriosa carretera.
Mantuvo frente a ingleses su bandera
y ante el terror francés dio la campana
de la iglesia su alarma parroquiana
a los esteros y a la güertafuera.
Centenarias, las piedras nos vigilan
desde los siglos en que se perfilan
hacia el olvido nombres y blasones.
Castillo de la Puente, padre y dueño
de la isla, y glorioso osario isleño
de la memoria de generaciones.
1990
El toro de lidia
Enlutado jirón de la tormenta
que brama en las orillas de un capote,
y ya, lasca de ola su derrote,
un candelabro eleva en cornamenta.
Vara de fuego el picador le afrenta
y le saca un fresón por el cogote,
y, si le pone rizos el palote,
le agiganta el fresón y lo revienta.
Malherido, en el aire da arañazos
y empiezan a erigir los muletazos
un pedestal al que da vueltas fiero.
Pero después, sereno, se relaja
noble, y ofrece -la cabeza baja-,
un rosal rojo que hendirá el acero.
SAN FERNANDO INFORMACIÓN 1992
HACIA LA VERDAD PERDIDA
(El bosque sagrado)
(El bosque sagrado)
Lejos de la ciudad y
sus agrios ruidos,
alud de fieras motos
y automóviles fatuos
y la publicidad como
sabio alcahuete,
gente siempre
aturdida por la prisa y el tedio.
Quedan atrás altivos
edificios comunes
con arbolitos
frágiles como indefensas crías
y jóvenes celados
por la sombra con hoyos
de la droga y el
paro y el hastío con uñas.
Se sale y la ciudad
a lo lejos se hunde
en su bruma
incolora, sorda como el pasado.
y ya se ven los
bosques como glaucas mareas
por un brazo potente
de alquitrán divididos.
Los pájaros se
trenzan, salpican con sus trinos
la campana celeste
del cielo, la montera
de cristal
serenísimo que cubre la campiña
como aquella
princesa dormida de los cuentos.
Yo sé que aquí y
allá gentes diseminadas
buscan como hago yo
la identidad agreste
que hace tiempo
perdimos, conciencia carcomida
la nuestra por las
fábricas y el látigo del hambre.
Y aquí, como aquel
padre frente a su hijo pródigo,
los brazos con sus ramas
y sus pomas alegres,
de la arboleda densa
se reciben hirsutos,
de apretada resina
el olfato invadido.
Generoso el
olvido, me convence y me libra
de viejas ataduras
que impone la memoria.
Soy libre como
cuando —me imagino— yo erraba
entre los agasajos
de la naturaleza
por aquel paraíso
que perdimos —quién sabe—
si fue por la
ambición que ahora dejo a mi espalda.
De "Azahar", nº 16, 1993
FRUICIONES DEL PASEO
...de las arenas
que el mar
sacude en la fenicia Gades...
L. F. MORATÍN
A veces voy por tu racimo oscuro
de calles cosechando como vides
uvas de callejuelas y alamedas,
iglesias que he mirado con pupilas paganas
de pintor distraído,
librerías de viejos, populosos mercados
llovidos de rumores,
llovidos de rumores,
olor a anís, a churros y bullicios,
bares con puestecitos de marisco a la puerta,
rincones centenarios con farolas, macetas
y hornacinas,
el son errante de una bulería, o el desplante
jocoso de un tanguillo,
jocoso de un tanguillo,
y todas mis raíces se han puesto boca arriba,
suplicándote, oh Gades, que tú me las renueves,
que las mojes
que las mojes
en tu longeva claridad amada, resplandor
venteado por vientos con cordajes
y trajines de muelle,
y me voy a tus playas, bruñidas tus arenas
venteado por vientos con cordajes
y trajines de muelle,
como pulcras vitrinas donde el ocaso entierra su leyenda,
su cofre de tesoros oceánicos,
o me siento entre tus piedras con la melancolía
del Tiempo, que lo hace
desde que fuiste parto de los dioses,
desde que fuiste parto de los dioses,
y veo cómo el mar a tus plantas te llega
y te cuenta sus penas por tantas soledades y naufragios
al pie de la escollera donde rompe lamentos
con su idioma de algas y de espuma.
UNICORNIO, Revista Anual de Cultura, noviembre 1997
CONTEMPLACIÓN
Como a Azorín me gusta ver cómo
pasa el tiempo,
y no dejar que el ala de la
prisa me roce
ni siquiera el oído, ni el
recuerdo tampoco;
ser un testigo mudo del ciego
devenir
de este mundo y las vidas, que
se alejan fugaces.
Cansancio tal vez sea, tal vez
indiferencia.
No sé, no sé; no obstante me
admiro de este gesto
que consiste en la inmóvil, la
paciente aventura,
en mimar el sosiego que se
duerme en los ojos
como tarde siesta, como lago
tranquilo;
en esquivar la astucia del
tiempo que erosiona;
en mirar impasible, si cabe, el
curso aciago
de las cosas diarias que pasan
diluyéndose,
perdiéndose en la bruma de un
adiós silencioso...
"áMBITO" de la poesía
y las artes, otoño de l997
DE VIOLENCIAS,
INCERTIDUMBRES
Guardia en la Esquina del Gordo
Y ENSOÑACIONES
(CLANDESTINAS)
I
COMO EL SUEÑO DE
UN DIOS MUY MALHERIDO...
Como el sueño de
un dios muy malherido
que delira
arañando la humareda
de su agonía en
ese mundo ciego
y errante por su
túnel de preguntas...
Detened la
mirada, el pie, el aliento
y ved como tras
una cerradura
ese va y viene
cíclico del hombre
como un gran
hormiguero acorralado.
Vértigo da, que
yo cierro los ojos
y los cuelgo en
los árboles, las nubes,
las aves, la
inocente escapatoria.
Rueda el hombre
en el círculo del tiempo
y le da horror
que tanta lucha sea
relámpago fugaz
de la memoria.
I I
ES HORRIBLE (LO
DICEN LOS SABIOS POPULARES...)
Es horrible (lo
dicen los sabios populares:
"Toda la
vida, toda la potestad del hombre
depende del Azar
y él concede renombre,
cuando quiere, a
caprichos, a planes y avatares".)
"No hay
razón, voluntad, programa y poderío
que valga ante
los fieros mostachos de los dioses.
¿Qué les importa
a ellos que el hombre rompa voces
de injusticia a
la orilla de la Vida
y su río?
Somos tablero y
ajedrez, peones.
Somos las piezas.
Somos las razones
de una estrategia
lúcida que nos mantiene en vilo.
(¿O será la
maldad de los hombres, acaso,
y a inexistentes
dioses cargamos el fracaso?)
Nunca sabremos
Quiénes o Quién tira del hilo".
I I I
Lo mismo que las
jarcias, batallabas
contra vientos
con uñas y salitre;
lo mismo que los
árboles erguidos
buscando como
azores las alturas.
Pero ingenuo es
el hombre, que no sabe
que la vida
después zancadillea;
le espera en una
esquina de sus sueños
como vulgar
ladrón que lo desnuda.
Es inútil, lo
sabes que amontonas
esperanzas y
esfuerzos como un silo.
Vendrá la
frustración, loca incendiaria.
Vivir, caer como
en un foso. Quieres
trepar, salir y
un pie de paquidermo
te pisa, ya en el
filo, las dos manos.
IV
PEQUEÑA ODA A LAS
MUSAS
Así agitaron
los tardos años mi existencia, y pudo
sólo en región extraña el oprimido
ánimo hallar dulce descanso y vida.
L.F. de Moratín: "Elegía a las Musas".
Subo a mi torre
de marfil y toco
con los dedos la
dalia del poniente.
Coloquio con la
mar que oscila enfrente
y es otro mar el
que por dentro evoco.
Miro la
cristalera azul e invoco
a las Musas, que
acuden fugazmente.
Sonríen. Huyen y
en su hueco ausente
surge el planeta
mágico de un loco.
Sin ellas mi
existir poco valdría.
Nada prometen de
este mundo, sino
que en cóndor
montan a la Fantasía
para abrir un
inédito camino,
que ni en lo
humano está ni en lo divino
y el mundo llama
con candor: Poesía.
"Tántalo",
revista cultural trimestral, junio 2000
Guardia en la Esquina del Gordo
PRIMAVERA DE
ENTONCES
...conmigo vais,
mi corazón os lleva.
Antonio Machado
Aquellos años
vuelven, retornan, golondrinas
por columnas de
patios, cruzando los herrajes
de aljibes y por
ramas de las enredaderas
del jazmín; y los
viejos desconchados mordidos
por la pobreza
escuálida con olor a lentejas
recosidas de un
día para otro, remiendos
como las
cicatrices de las almas mohínas
con historias de
guerra civil entre murmullos,
la cosecha crüel
de la tuberculosis
con su terca
guadaña de lutos sucesivos.
Pero estaba la
copla para poner mordaza
a los ayes de
dentro, los soles en racimos
cayendo por
almenas y por cierros barrocos,
y también,
reluciente de espejos fulgurantes,
la primavera,
aquella primavera de entonces,
jubilosa dudando
entre verdes y azules
de pagos
campesinos y cielos transparentes,
y los niños
aquellos fugados de la escuela
-olor a
enciclopedia de Bruño y tinta china,
la España grande y libre
en densos mapamundis-:
los niños
celebrando su libertad en reto
contra pita y
chumbera -guardadoras de huertas-
para arrancar
trofeos al almendro, al damasco
(¡oh huertas de
Marín, de Frasquito, el Curita,
o la de san José
con su limpio azulejo,
o bien la del
Lagarto junto a la de Togores
con su enorme
araucaria, sus tendidas palmeras...!)
En las huertas de
entonces, con olores a higos,
a nísperos, a
brevas, albérchigos, ciruelas
empezaba triunfal
su reinado en la Isla,
con sus brazos
desnudos la joven primavera,
y carros y
rebuznos y chirridos llenaban
las calles del
mercado, bulliciosas de auroras
como rodajas
limpias de encendidas sandías,
y, al fondo, el
Parque, el Parque como recién nacido,
en el que las
parejas estrenaban abriles
rompiendo sus
crisálidas delicadas, idílicas
de amor con rito
oculto, igual que en la
Plazuela,
donde el reloj
del Carmen latido era del barrio,
y mayo, como un
loco doncel, cuanto tocaba
lo convertía en
fuego de prietas buganvillas.
Distracción de
los ojos para olvido del hambre
y del garfio del
miedo aquella primavera,
que abría desde
el Puente hasta la verde Ardila
sus cofres de
colores, aromas vegetales
y enjaulados
levantes con sus fustas de sal,
como si levantara
la veda a Cañoherrera,
al Molino, Vaera,
Casería lejana,
y anunciaba el
verano, la Velada,
los cines
como en un
despilfarro de ilusiones y brillos,
para cuando algún
día pasen raudos los años
halle en su viejo
álbum consuelo la memoria.
ARCADIA DE
ENTONCES
Días de aquella
Isla de encanto provinciano
con su calle
Real, intacta todavía,
y gentes
conocidas -que no eran muchedumbres-;
cuatro coches,
los carros con sus burros cansinos,
tropel de
bicicletas a las seis de la tarde
desde el Concejo,
río hasta las Callejuelas.
El barrio y su
sosiego. Silencio mañanero.
Las calles, su
barrido y su riego moroso
de vecinas
tempranas, saludo y delantales
canturreando
alegres a compás de una copla
de la Piquer, la Lola, el Pinto o Valderrrama.
El serrucho del
Mirlo cuando la amanecida
-fogata para el
frío- refilando maderas,
olor a pan
caliente desde el horno del Cuco
(que fue
banderillero de Joselito el Gallo)
a su panadería, y
el humo de los churros
de la esquina -mi
madre, simpatía, paciencia
y heroísmo-, la
máquina del café con su pito
en El Gordo o en
Gabino, choque de cucharillas,
las recias
campanadas del reloj con cigüeñas
deshojando
tañidos en la paz del entorno;
y la mañana,
lenta, trenzando su rutina
de pregones y
gentes cotidianas: el barrio
(sus casas
solariegas con los cierros forjados
de primores
barrocos, sus zaguanes de mármol,
azulejos
miniados, portones señoriales,
y nombres y
apellidos de realce y respeto:
Ibangrandes,
Togores, Almeidas y Lazagas,
don Álvaro,
Monzones, Granados y Palaus;
y los patios
aquellos populares, ruidosos,
con sus cruces de
mayo, tiestos junto al aljibe,
el ditero a la
puerta voceando los nombres
de vecinas
morosas aplazando la entrega)
de las Monjas al
Carmen cruzado, por el viejo
renquear del
tranvía, tintineo monótno
parecido al
martillo de la Hojalatería
en pugna con la
sierra ahogada entre virtuas
de la carpintería
legendaria del Muerto;
y el barbero
Jezule, al ritmo sus tertulias
de la limpia
navaja o de la maquinilla,
poniendo una
mordaza de chistes ingeniosos
a la boca rebelde
con su lava política,
o evocando una
tarde de Rafael, gloriosa,
feria la barbería
de carteles y anécdotas,
igual que el
parloteo en el taller bullente
de José el
zapatero, crisol de comidillas
y hervidero
discreto de las nuevas del vulgo
-el hambre, su
soborno y chantaje a la honra,
el querido a
hurtadillas, la novia embarazada
por aquel
marinero que se fue para siempre,
querida con
alhajas, sarasa despuntando,
cautela frente al
tísico que pasa como un perro,
el asistente
guapo, la criada de pueblo,
las peleas de
patios, estraperlo, cantiña
fragmentadas, al
modo de las tonadilleras,
espécimen del
último varieté en el Teatro...-
Alguien -niño-
acumula, condensa en sus pupilas
la historia
fustigada por dentro de este drama
que endulza sus
costumbres con "Qué se le va a hacer"
y "Dios dirá
mañana", esbozo de sonrisas
y gestos
resignados de tan grises hazañas,
retiene en su
memoria imágenes y voces,
los sucesos, los
guiños del tiempo despiadado,
para cuando
encanezca el corazón a solas
y cual fruta
madura la evocación le caiga,
tenga, al menos,
las señas, como brasas tenaces,
de un fuego que
fue un día padre de esta memoria.
"Tántalo",
revista cultural, enero 2000
MEDITACIONES DESPUÉS DE LA LECTURA
DE LA EPÍSTOLA MORAL A FABIO
I
y callado pasar entre la gente,
que no afecto los nombres ni la fama
Epístola, ll6-ll7
Olvida casi todo lo vivido,
que es siempre malo, y sueña con azules,
esos celestes de las lejanías
que evocan finas músicas de esferas.
Sube a la tentación de la montaña
donde la soledad te pone a prueba.
Conversa con silencios sugerentes
y abre cofres de hallazgos interiores.
Aprende a morir solo y no te quejes
sino de la inquietud o la nostalgia
que sientas por el grueso anonimato.
Sé fuerte. Busca en ti tu yo más puro.
Como no morirá nadie por ti
y a esa hora serás más fiel que nunca
a tu vida, comienza ya a podarte
de inútiles y vagos pensamientos,
hojas secas que no te pertenecen.
I I
Más quiere el ruiseñor su pobre nido
de pluma y leves pajas, más sus quejas
en el monte repuesto y escondido,
que agradar lisonjero las orejas...
Epístola, 46-49
Si toca con sus dedos el paisaje
o en la casa los muebles, las paredes;
si viene con mutismo y la cabeza
reflexiva, inclinada y suspirante
y la mirada en derredor perdida
como paloma vieja y moribunda,
sabed que es eso la melancolía.
Viene de la estación del desengaño
donde esperaba trenes de esperanza;
se cansó de esperar. Lluvias y frío
soportó. Fue un engaño. Vuelve ahora
a la naturaleza de lo humano:;
aguantar los puntales de rutina
y heroísmo sus techos de paciencia.
Lo demás es un sueño que acompaña
al desvalido corazón.
Viajes
imaginarios, bellas decisiones
por dentro de su sueño clandestino
que sirve de reposo, de almohada
cuando se viene de la vida, y ella
nos ha azuzado perros de su acoso.
III
Un ángulo me basta entre mis lares,
un libro y un amigo, un sueño breve
que no perturben deudas ni pesares.
Epístola, l27-l29
Tras la ventana miro ese paisaje
donde anónimos árboles sestean
la tarde lenta y jade del verano.
La mecedora, tardo el balanceo,
y la lectura plácida desatan
las amarras de cierta somnolencia.
Una brisa de paz y de abandono
murmura en mis oídos y me trae
recuerdos de lejanas alegrías.
Me adormilo, y el tiempo, astuto, pasa.
Son las seis. Llaman. Es mi amigo. Viene
a conversar en plática animada.
De asuntos graves y también sencillos,
envueltos en la nube del aroma
que el café nos regala, departimos.
Y así la vida como un río corre
llevándome en los lomos de sus aguas,
pero en reposo, sin que yo lo note.
"Tántalo", revista cultural trimestral,
septiembre 2000
SÉ FUERTE, CORAZÓN, SÉ YUNQUE Y PIEDRA
Ya dulce amigo huyo y me retiro...
Epístola Moral a Fabio
Sé fuerte, corazón, sé yunque y piedra
contra el martillo ciego de los días;
desoye el galopar de los recuerdos
y apaga chispas que el dolor te arranque.
Goza en tu torreón de fortaleza
con la serenidad de una montaña.
Que tu paz, con esfuerzos florecida,
huela a espliego del ocio y del olvido.
Si no eres fuerte, corazón, seguro
te arrasaré al aguaje de las cosas,
el tumulto de azares agolpados
y la nada final del desaliento.
Sé fuerte, corazón, se yunque y piedra
y siéntete feliz en tu sosiego.
Más que lograr conquistas y laureles
y la felicidad que te den otros,
gózate con tu propia posesión.
"áMBITO" de la poesía y las artes,
invierno de 1997
ORACIÓN A LA VIDA
Vida, desnúdate de esos ropajes
que te ponen encima las desgracias.
Déjame ver tu cuerpo como un río
que pasa transparente y jubiloso.
Sé que tú en tus entrañas misteriosas
no eres triste ni absurda ni mendigas
céntimos de esperanzas a los hombres.
Tú, Vida, eres -amante, madre- fuerte,
muro espacioso y alto, fustigado
por lluvias y granizos de los siglos,
por roncos oleajes de miserias,
por sucesos de manos asesinas.
Tú, Vida, manantial eres de asombros,
pero cegado por palabras hueras,
por fangos de crueles sentimientos,
por espinos de las ingratitudes.
Vida que estás en mí, jamás te caigas,
jamás te agrieten golpes y suspiros,
jamás el aire triste te envenene
ni te arrebate el odio la sonrisa.
Yérguete como cumbre de montaña,
renace como el mundo en cada aurora,
y si el dolor te lanza su bisonte,
resiste con escudo de coraje
y el lúdico alborozo del que lucha
la bandera, a pesar de que amenace
el bronco nubarrón de la derrota...
La bandera invencible que tú eres.
Pliegos
de correspondencia poética
del Grupo "áMBITO, invierno 2000
del Grupo "áMBITO, invierno 2000
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