Portada de la antología
ESPLENDOR Y SOMBRA DE MEDINA
AZAHARA
Cubre el débil verdín de las
evocaciones los paneles ajados
[de los bajorrelieves,
yacen emborronadas la
agilidad, la gracia de los supervivientes
[animales de bronce
y restos de azulejos
despedazan sus lazos en la garra insensible
[del
cruel abandono.
¿No están petrificadas tus
lágrimas en estos montones desolados
[de
antiguos arabescos
de esmerados roleos con sus
finas volutas de ilustres capiteles,
[sus
follajes, sus cintas,
sus arduas tracerías,
combinadas delicias de frisos ordenados,
[de zócalos
maestros y cuidadas cenefas,
inolvidables frescos con patos
y avutardas y raras taraceas?
¿Dónde lucen ahora sus
gráciles caderas las columnas
[de mármol
impoluto
o de jaspe traídas desde
Roma, desde Constantinopla,
desde el país altivo de los
fogosos Francos,
los estucos de Siria y los
incomparables mosaicos de Bizancio,
[de cuyo emperador
una perla de enorme tamaño
recibimos, que pendía del techo califal,
memorables tableros de
ataurique sobre arenisca y yeso,
bóvedas peraltadas de cañón,
pavimentos
de mármol y alabastro por los
que puso Azahra sus pies
[de perseguida gacela
coreada
por hermosas esclavas que
presumir pudieron de aderezos y aljófares de valiosa ataujía
camino del estanque de azogue
y raro pórfido en la amarilla y roja sala de los Califas
en la que el sol brillaba como
arqueta radiante de esparcidos dinares lanzados al voleo por alcobas, tabiques,
alfombras, ajimeces,
zaguanes, alfarjías, por las
puertas de ébano y marfil del alcázar,
por altos alminares cuya
hermosa mezquita competir puede a gusto
[con aquellas de Córdoba?
Las delicadas manos de la brisa
no tocan cortinas y visillos,
[tapices y
almohadones
de tiraz o fustán que venían
de Egipto, de la lejana China,
y recamaban dedos de hábiles
movimientos como los de alfareros,
[como los de alcalleres
labrando las alhajas, las
jarras y las tazas con almagre, albayalde,
[azufre y cornalina;
ni en los regios salones ni en
los amplios harenes constantes pebeteros
perfuman con almizcle el
vigilado espacio,
ni el aroma traspasa las
graves celosías bajando por arriates,
[siguiendo las acequias,
buscando en los jardines a
garridos mancebos que tañen sus laúdes,
a los bellos coperos, a
esclavos con ajorcas que cuidan silenciosos
[los medidos parterres,
o preparan alcándaras,
acarician neblíes, alcotanes y sacres,
mientras que con la guzla
traída de Damasco Abderramán dedica
[sus ocios a la Amada,
[sus ocios a la Amada,
y en la ausencia de alfanjes,
adargas, adalides, almófares y aljabas
Azahara desenvuelve su
cabellera azul por el dulce descanso
[de su cantor
insomne.
El alborozo puebla corazones,
gargantas; por un instante toda
[la corte
se ennoblece
con el auge exquisito de un
momento seguro, fugaz e irrepetible,
pero vendrán un día los
violentos beréberes de Suleimán mezquino
[que colmarán los celos
de ambiciosos y estériles que
olfatean desgracias, que desgarran poderes,
y arrasarán las puertas, las
columnas, las salas, los placados, las fuentes,
gemirán de tristeza los viejos
surtidores, correrán como un llanto
[de temor y de fuga
las asustadas víboras del agua
en las acequias, en las frescas aljibes,
en las norias en calma, y
almunias, alquerías, almiares, alfolíes,
[aceñas y tahonas
[aceñas y tahonas
serán tristes residuos de una
lección insólita que aprender no supimos
y que para vergüenza de
nuestra impune suerte servirá de lamento
[y futura elegía,
pero aún tendrá gloria para
encender el canto con los viejos rescoldos
y levantar vestigios, señales,
garantía de una fiel remembranza
[tenaz y alucinada,
de una invicta nostalgia que
alimenta de gozo el ascua de una estirpe,
[el ardor de un linaje, la invencible
memoria.
De Nostalgia y
presencia de Medina Azahara, Diputación de Córdoba (1980)
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