sábado, 21 de marzo de 2015

HOMENAJE DE LA TERTULIA RÍO ARILLO DE LETRAS Y ARTES A JUAN RAFAEL MENA










Homenaje de la TERTULIA RÍO  ARILLO  DE  ARTES Y  LETRAS
a Juan R. Mena con la introducción
de don JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ GUERRERO
Catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada  y director deL CLUB DE LETRAS DE LA UNIVERSIDAD DE CÁDIZ



Hace tiempo —mucho tiempo- que busco la oportunidad para explicar mi convicción de que Juan Mena es un poeta en el sentido más amplio y más profundo de esta denominación.
Juan Mena no sólo mira los objetos y observa los sucesos con atención, sino que contempla y vive la vida con la sensibilidad, con el sentimiento, con la imaginación y, a veces, con la pasión de un creador: con esas herramientas omnipotentes, capaces de transformar, de resucitar, de crear y de recrear la existencia de las cosas —de todas las cosas- haciéndolas más nuevas y más humanas. 

Fíjense cómo, por ejemplo, con su fino sentido del ritmo, de la melodía y de la armonía, dota de vida humana a ese mar que él contempla con y siente en el fondo íntimo de su conciencia: 


                 EL MAR DE CERCA 

                                A Pilar Paz Pasamar

IGUAL que el cabeceo de pinos o palmeras, entre
asmática, tarda y jadeante,
te llega a veces la respiración del mar.
¡El mar! ¿Recuerdas? Primeramente fue muchacho
fogoso que trepaba por los acantilados.
Pero ahora se mueve y se fatiga, y siente
encanecer su cabeza de espumas,
y, a ratos, con sus dedos de soledad errante
pulsa las momentáneas guitarras de la brisa,
Quién sabe si en la noche, cuando silencia, ciego
de penumbras, su tristeza coral, te llama,
o te remite, fragmentándose en golpes de persianas,
su confidencia seca de salitre y de siglos,
su cansancio violado por residuos innúmeros 
y su función monótona de agente del peligro. 

Mira,
yo fui el mar una vez y desde entonces supe
lo que es la ingratitud, los días con su flota
de horas rutinarias, el hospital de heridos
que el crepúsculo pone en mis brazos nocturnos,
la garganta del mundo con su adiós de lejanías,
óyeme,
el mar te espera siempre;
con sus manos de algas sarmentosas; milenario,
el mar se aprende tus versos, los dispersa jovial
por la arena como amorosos náufragos salvados
en el tiempo,
y los maderos de tu nombre golpean
las murallas, y en un complot de brisas y oleajes
los convierte en gaviotas. 

Libro de dones y de encantamientos,

Madrid, Rialp, 1989: 14-15. 


Sus versos, que nos hablan de la vida y de la muerte, de las palabras y de los silencios, son generosos regalos a los sentidos y cordiales invitación al disfrute intenso de sabores, de aromas, de colores y hasta de sonidos íntimos y nuevos. Sus composiciones —auténticas, transparentes y luminosas- nos estimulan para que pensemos, para que leamos, para que nos recreemos y, sobre todo, para que vivamos la vida de una manera más lúcida y más honda: nos proporcionan una intensa luz para iluminar unos episodios aparentemente anodinos y para penetrar en sus significados supuestamente superficiales.

Además de descubrirnos la delicada sensibilidad de Juan —sus vibraciones sentimentales más íntimas-, sus poemas nos proporcionan nuevas claves para interpretar este mundo, y nos ofrecen diferentes criterios para valorar unos detalles que, a simple vista, nos resultan intrascendentes. Si lo leemos detenidamente, nos revelan la felicidad que nos proporciona un paseo por el campo, la contemplación de las mareas, una conversación con un amigo,

¿Dónde reside —nos preguntamos- el secreto de la fuerza expresiva de estos versos tan limpios y tan sencillos? A nuestro juicio, la explicación radica en la autenticidad de esas intensas emociones que, serena, clara y contundentemente, nos desvelan sus vivencias. Y es que, en ellos, siempre encontramos unas lámparas estratégicamente instaladas y hábilmente encendidas, que con sus llamas primigenias, nos descubren unas zonas que, para el común de los mortales, estaban ensombrecidas. 

Juan Mena nos regala unos breves relatos que, enredados entre sus manos, libran una hermosa lucha parecida a la que se establece entre la luz y la oscuridad o similar a la pelea que se desata entre el fuego y el aire. Y es, por tener conciencia de lo hermoso, interpreta la existencia humana como una fundación para este hoy en el que, al fin, es posible el deseo, la esperanza y el amor.

Por eso cultiva la escritura para aprovecharla como fuente de vitalidad, de fantasía y de creatividad. Por eso, en este mundo saturado de ruidos, busca espacios confortables de silencio, instantes prolongados para la pausa, para la interiorización personal y para la apertura solidaria. Por eso, se detiene unos momentos para respirar hondo y para oxigenar su espíritu: para reflexionar sobre los cambios, para meditar pausadamente en el imparable correr de los días y para contemplar, asombrado, el espectáculo de la naturaleza: para descifrar los mensajes imponentes del mar, del cielo o de la montaña.

Juan Mena, al mismo tiempo que nos descubre la esencia de su conciencia abierta a un horizonte transparente, nos ofrece una prueba de su pericia para condensar unas propuestas que transmiten mensajes liberadores. Ahí radica, a mi juicio, el milagro; de conseguir que unos hechos imaginarios nos resulten verosímiles, que nos provoquen sorpresa, que nos despierten desde el principio la atención, que mantengan vivo nuestro interés sin que disminuya la tensión. No tengo la menor duda de que Juan Mena, además de la adivinación de artista;, posee el oficio de escritor; ya que evidencia el dominio de los recursos técnicos para llevar hasta el final, sin debilitarlos, cada uno de los relatos, iluminándolos con el toque mágico de su personalidad creadora. 

Juan Mena nos cuenta y nos explica sus propias experiencias, nos invita amablemente para que, penetrando en los sentidos más íntimos, nos recreemos con el mundo, para que sintonicemos y consintamos con los otros en la transparencia de una voz, pausada y emocionada, que es una mezcla de osadía y de confianza.






Vixtor Sklovski



En
la tesis de Vixtor Sklovski la visión reemplaza al reconocimiento. Entendamos este reconocimiento como una lexicalización de lo que se lee, mientras que la visión es una desautomatización de ese reconocimiento, y que por esa misma novedad denominadora, altera lo establecido en la lectura marcándola con la desviación voluntaria, ayudándose para ello con la metáfora, la sinestesía o cualquier otra figura. La visión es creadora, pero puede llegar a arbitraria dentro de un cierto orden en la percepción. Un sostenimiento de ella hasta extremos irreconocibles lleva a la llamada imagen visionaria.

Vemos ejemplos para comprobar gradualmente este proceso.

1.- Tenemos el reconocimiento del sujeto poético sin complicación en un texto clásico de Leandro Fernández de Moratín.

Esa corona, adorno de mi frente,
esta sonante lira y flautas de oro
y máscaras alegres que algún día
me disteis, sacras musas, de mis manos
trémulas recibir y el canto acabe,
que fuera osado intento repetirlo.

“Elegía a las musas”

Como vemos, el orden lógico-sintáctico es tradicional y en él se inscribe el reconocimiento sin dificultades semánticas.

2.- En este ejemplo de Góngora observaremos que la percepción directa está alterada, al menos en el orden sintáctico, con el protagonismo del hipérbaton:

Estas que me dictó, rimas sonoras,
culta sí aunque bucólica Talía,
oh excelso Conde, en las purpúreas horas
que es rosa la alba y rosicler el día,
ahora que de luz tu niebla doras,
escucha, al son de la zampoña mía,
si ya los muros no te ven de Huelva
peinar el viento, fatigar la selva.
Fábula de Polifemo y Galatea

En el texto siguiente de Miguel Hernández veamos cómo la realidad percibida no es objetiva, sino que el autor se sirve de la sinestesia y de la antítesis —¿paradoja?— para violar lo que en otros autores es visión todavía al servicio del reconocimiento directo sin injerencia de subjetividad alguna. (No olvidemos que fue el expresionismo el movimiento que proclamó esta opción del artista. El expresionismo es una corriente artística que buscaba la expresión de los sentimientos y las emociones del autor, más que la representación de la realidad objetiva.)

3.- Sangre ligera, redonda granada,
raudo anhelar sin perfil ni penumbra,
fuera la luz en la luz sepultada;
siento que sólo la sombra me alumbra.

Sólo la sombra. Sin astro. Sin cielo.
Seres. Volúmenes. Cuerpos tangibles
dentro del aire que no tiene vuelo,
dentro del árbol de los imposibles.
Eterna sombra

El reconocimiento deja paso a una interpretación más personal del sujeto poético. La percepción mueve, por así decirlo, la pasividad del reconocimiento y tenemos unas impresiones ligadas a cierta influencia vanguardista. La visión es personal, a la que le imprime cierto dinamismo con el verso endecasílabo acentuado en 3ª, 7ª y 10 ª.


4.-
En este poema de Lorca la visión se ha desequilibrado casi del todo a su favor anulando parcialmente el reconocimiento de una semántica lógica.

Asesinado por el cielo,
entre las formas que van hacia la sierpe
y las formas que buscan el cristal,
dejaré crecer mis cabellos.
Con el árbol de muñones que no canta
y el niño con el blanco rostro de huevo.
Con los animalitos de cabeza rota
y el agua harapienta de los pies secos.
Con todo lo que tiene cansancio sordomudo
y mariposa ahogada en el tintero.
Tropezando con mi rostro distinto de cada día.
¡Asesinado por el cielo!
Vuelta de paseo (en Poeta en Nueva York)

En este texto hay un triunfo de la visión, en concreto la imagen visionaria, sobre el reconocimiento.

5. Un paso más en la desautomatización y llegamos a la jitanjáfora.

En la jitanjáfora, en su mayor parte, las palabras son inventadas y carecen de significado en sí mismas. Su función poética está determinada por sus valores fónicos. La totalidad del texto puede contribuir a un sentido.

El poeta mexicano Alfonso Reyes fue su creador. De ello da cuenta en su libro La experiencia literaria, editado en 1942.

Sin embargo, parece que hay antecedentes en el poeta cubano Mariano Brull. También en los poetas de las vanguardias, los dadaístas más concretamente. También Miguel Ángel Asturias hizo mención en el uso de la jitanjáfora, especialmente en su obra El señor Presidente.

Podemos definir la jitanjáfora como un texto que recurre a lo fónica y sonoro, aunque las palabras estén inventadas o bien confundidas con las verdaderas.

Veamos dos ejemplos. En el primero todavía el alejamiento de la expresión lógica es menor que la segunda, mucho más alejada e irreconocible.

El diablo liebre,
fiebre,
notiebre,
sepilitiebre,
y su comitiva,
chiva,
estiva,
silipitriva,
cala,
empala,
desala,
traspala,
apuñala
con su lavativa.

Rafael Alberti


Filiflama alabe cundre
ala olalúnea alífera
alveola jitanjáfora
iris salumba salifera.

Olivia oleo olorife
alalai cánfora sandra
miligítara girófara
zunbra ulalindre calandra.

Mariano Brull

Podemos concluir este artículo diciendo que las vanguardias le dan una nueva visión a la palabra, sacándola de la oxidación y el desgaste del uso de muchas generaciones que se han contentado con decir, comunicar vivencias humanas entre lo ideológico y lo sentimental con escaso o nulo esfuerzo artístico.

Solamente poetas y poetisas que han vivido el drama del lenguaje literario falto de emoción, se han sentido espoleados por la monotonía, hasta recrearlo con toda la lozanía del talento y los recursos que les propicia la estilística al servicio del depósito del sistema.




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