domingo, 22 de marzo de 2015

POEMAR




               
  La Caleta en bajamar. Cádiz




                    POEMAS A CÁDIZ
                              O     
         FERVORES  DE  PLURAL  GADITANÍA





Albergue del Atlántico
(Poema a Cádiz)



Nave anclada en la orilla de una edad milenaria,
bajel con cargamento de oro en la mañana
cuando te incendia el sol, galeote de risas
porque !as gaviotas bulliciosas corean
tu inmóvil travesía de ajetreos y afanes.
Los siglos con sus manos de herrumbres y nostalgias
dejaron en tu estribo su linaje de huellas,
y un idilio lluvioso de besos seculares
desgastaron tu cuerpo de piedra y de salitre.

  Los vientos te acompañan, te salmodian, te animan,
  como fieles nodrizas te recuerdan tu origen,
  con cantos donde suenan crótalos y guitarras
  ondean tu velamen de azules infinitos.

Las noches se aproximan a tu borda y susurran
a tu oído leyendas de antiguos navegantes
que con redes de versos capturaban estrellas
para adornar tus olas con pulseras de espumas.

Tus mástiles se abren como abrazos, se enjarcian
con rubias claridades de un vivo mediodía,
amante del verano que te busca en las playas
y abarca tu cintura con bonanza y modorra.

Sirena convertida en novia de granito
por la magia de un dios ebrio de sal y algas
que no quiso perderte y te dejó enredada
entre los girasoles de un estío perpetuo.

Señora de un tesoro sepultado a tus plantas,
una heredad de historias y de huesos ilustres
con proezas y nombres por cuya resonancia
la brisa se acaudala de violines marítimos.


  Ondina castigada por dorar oleajes
y retener a agosto cautivo en tus cabellos;
no quieres el indulto de tu padre el océano
que te llega en la siesta de (a lenta calina.

Esposa del contorno que te trae en reflejos
collares de las vides y fragancia de pinos,
embajada de esteros por adarce escoltados
y pregones humildes de almejas y ostiones.

Amada prisionera de un gigante de agua
en una móvil jaula de conchas y sargazos,
que para consolarte permite a los crepúsculos
   volcar sobre tus costas candrais de rosas rojas,
   cuando sé que tan sólo te confortan y alegran
los rumores diarios de tus gentes activas,
cuando sé que es tan sólo el vivir cotidiano
quien suelta las amarras de tu pena al olvido;
de tu pena por este novio ciego dei tiempo
que tantea tu cuerpo y erosiona tu torso
en su amor necesario de ilusión y ruina;
 albergue del Atlántico, que a tus pies se arremansa
 cansado de viajar por un mundo en violencia;
 muchacha solitaria en un vergel de olas,
 Gades, evocadora de tus padres remotos,
 un nieto de tu entonces, un hijo de tu ahora
 te canta y el fervor se le hace poema,
 que fija como un ancla a tu vetusta quilla,
 hoy marinero yo, destinado en tu proa
 para singlar tu nombre por el mar de los días.


"INFORMACIÓN DEL LUNES", 15 de mayo de 1978




MARES GALANTES PARA AMARTE, OH GADES  

                     I

        Playa de la Cortadura
 
Mar de la playa de la Cortadura
de cuando aquellos años aguerridos
contra los batallones de oleajes,
corazas con sus soles refulgentes
deshechas por las móviles espadas
de las brisas, viragos en las olas
como a lomos de líquidos corceles,
estruendo de los bores que se agolpan
en la alta mar, el campo de batallas
con espumas versátiles por sangre,
con la quieta pleamar como victoria
y resplandores áureos por banderas
ya cuando el buque del ocaso, en llamas,
húndese en el fragor del horizonte.
Aquel muchacho que pisoteaba
tu arena, a veces con sus sierpes de agua,
empezó a amar el mar en ti, un verano
que ya es dulce postal en su memoria,
mar de la playa de la Cortadura.
 
                   I   I

        Playa de la Victoria

Playa de la Victoria, cuando paso
en autobús, desde la carretera,
me acuerdo de los años de estudiante.
Escapadas a tus hospitalarias
orillas donde, lentas, como perros
sosegados y dóciles, las olas
nos besaban los pies, reyes fugaces
nosotros, sin casetas como aquéllas
que como artillería de colores
listados y optimistas banderitas
estaban frente al mar sin que pudiesen
defendernos de tantos abordajes
de pleamares, y a la atardecida,
nos invadían amistosamente
con lanchas de oro viejo que volcaban
a nuestros pies lamidos por el agua,
tronchadas ya, crepusculares rosas.

                   I I I
           Santa María

Hermana más humilde, protegida
por piedras que parecen cinceladas
por un Hércules fosco y gaditano,
Santa María, playa de estudiantes,
adonde bajan cuando necesitan
un asueto de brisas que libere
sus mentes de la férrea agrimensura
que es el estudio.
                             El mar aquí es suave
como en el Balneario, pero mira
hacia allí deseoso de gentío.

Solitario se siente entre los bloques,
donde rezonga sucio de sollozos
por todos los naufragios, las tormentas,
las guerras y los desaparecidos.

El mar viene a llorarte, Cádiz,pide
que en esa historia oscura lo consueles,
lo aduermas, dulce, al pie de tus murallas,
y se apacigua cuando las parejas
trenzan miradas, besos y palabras
al calor de un idilio que enriquece
de latidos de amor el litoral
más juvenil, el de Santa María.


             I V                                
 
        La Caleta

La Caleta se llena
de rumores que vienen
desde el barrio La Viña;
rumores con historias
del corazón de Cadiz;
bullicios con gracejos
y color de disfraces,
bandurrias y guitarras,
cajas, pitos y bombos,
como una pleamar
con brisas de algazaras
y de policromía
dentro de la ciudad.

¿Por qué, por qué dejáis,
gaditas de tanguillos
tan sola en esos días
a la vieja Caleta,
ella que ha sido abuela
de soles y repuntes,
con barcas acunadas
y familias alegres
bajo los quitasoles?
¿Por qué ahora olvidáis
a la blanca Caleta
que gime con cabrillas
de agua por los bajos
del palomar de sol,
que es también vigilante
de mareas azules
y guardián del Club Náutico,
y mirador que es ese
Balneario La Palma?
               V

 Castillo de San Sebastián

 Olor a antigüedad tienen tus piedras.
Las más antiguas son, y en ellas Gades
se mira como ejemplo cotidiano
de una fidelidad que el mar le sella
con timbre de una herrumbre salitrosa.
Por esa antigüedad la marejada
se sosiega en maretas, abanicos
de espumosos y blancos escarceos,
ya trémolos suaves de murmullos,
y es porque sabe que los gaditanos,
aunque sea en las alas de los ojos,
lo mismo que felices gaviotas,
aquí vienen buscando calma azul,
bebiéndose la brisa de su origen.

             V I

 Punta de san Felipe

Punta de san Felipe
donde te conocí
una noche en que olía
la bajamar a isla
y la luna fue copa
de una rara tristeza.
Las palabras guardaron
sus viejas ataduras
y nuestros corazones
se miraron lo mismo
que el preso y la visita.
Era mejor así.
Después nos alegramos
y desde aquel entonces
grito es de libertad
silencioso en nosotros
acordarnos de la
Punta de san Felipe.


                      V I I   
    
             Parque Genovés

El mar es dinosaurio de agua que levanta
a veces su cabeza y se admira de tanto
verdor en geometría de jardines franceses
y una naturaleza tan distinta a la suya.
Aspira los olores recios y propagados
de una vegetación que su gemir ha oído
muchas veces, tal vez como un joven amante
detrás de la muralla intentando treparla
con efímeras manos de agua, con cordeles
de espuma que se rompen apenas los voltea
y salpica tus hombros, tu cabeza, y tú sigues
nada más que esperando a un príncipe de savia,
de lozanía y brillo que viene de la mano
de tu amiga anual la primavera...

                V I I I 
     Baluarte de la Candelaria

¿A qué disparan, dime, tus cañones
imaginarios, dónde los soldados
que un día defendieron con bravura
el, con énfasis dicho, suelo patrio?
¿Oyes que te rodean sus fantasmas
como si revivieras los asaltos
y de los hechos quedan como huellas
la sangre que en los muros y en los patios
ponen como una historia no acabada
las manos de la aurora y del ocaso?
Pero el mar te consuela y te sugiere
con sus rumores en tus pétreos bajos
que él está ahí para limpiar, si quieres,
tu memoria de ayeres y borrarlos.

                   I  X
   
        Alameda Apodaca

Tú eres el mar tranquilo y solitario
y no oyes voces de bañistas. Sigues
con tu ida y venida de oleajes
descansándolos bajo la muralla
tal como si trajeses cargamento
del ultramar aquel de aquellos tiempos.
Se asoman las parejas a tus aguas
verdes cuando se hacinan en las piedras
y las lamen igual que si besaran
los pies de Cádiz, tal la bailarina
de los viejos romanos.Ya olvidaste
que eres mar descendiente de aquel mar
que fue padre crüel de la desgracia
en forma de gigante maremoto.
Tú eres mar de postal y te acicalas
de luna baja y de sutil neblina,
de cielos con añiles soñolientos,
y el barrio de San Carlos te agradece
ser paseo por donde se desgranan
horas salvadas de los ajetreos,
idilios nuevos y prometedores...


                          X    
                               
                  El muelle


El mar del muelle te ama de otro modo,
oh Cádiz, no es un mar de románticas señas
ni como los demás te toman la cintura
con sus manos de ocio y cabrilleos,
con tibias ventolinas estivales.
La aurora en ti amanece con manos de trajines,
con boca de palabras comerciales,
se amarra a los norays como un buque cualquiera
de los que al puerto vienen a atracar su descanso
lo mismo que un paréntesis de sueño
posado en agua oscura y grasa espesa.
Pero este mar también es necesario
como lo es el reverso en la moneda
y te puebla sus aguas de consignas,
de sonidos metálicos, de sirenas y humo
para que así tus hijos sobrevivan
en la otra fiera mar: la de la vida.

Pero todos tus mares te rodean galantes
y cortejan tu cuerpo como odalisca echada
sobre el brazo gentil de este viejo Occidente,
y sobre tanta historia que guardan tus milenios.





  UNIDAS Y HERMANADAS POR EL AGUA


Mutuamente, lo mismo que dos niños amigos,
La Isla de León y Cádiz vagan unidas por el agua
mellizas de salitre, gemelas de oleajes,
casi siamesas son de mareas y lunas;
de verde y blanco vienen a la orilla
y juegan con la arena en un ocio de siglos;
oh Erytheia, oh Gades, hijas del Occidente,
que os inunda de rosas malheridas a la hora
ultramarina y lenta del ocaso;
de la mano cogidas como obedientes niñas
que contemplan los siglos sentadas en el tiempo.


    De POEMAS PREMIADOS (1997-2007)  


                FRUICIONES DEL PASEO


                                                  ...de las arenas
            que el mar sacude en la fenicia Gades...
                                            L. F. MORATÍN


A veces voy por tu racimo oscuro
de calles cosechando como vides
uvas de callejuelas y alamedas,
iglesias que he mirado con pupilas paganas
de pintor distraído,
librerías de viejo, populosos mercados
                                       [llovidos de rumores,
olor a anís, a churros y bullicios,
bares con puestecitos de marisco a la puerta,
rincones centenarios con farolas, macetas
                                                  [y hornacinas,
el son errante de una bulería
                         [o el desplante jocoso de un tanguillo,
y todas mis raíces se han puesto boca arriba,
suplicándote, oh Gades, que tú me las renueves,
                                                          [que las mojes
en tu longeva claridad amada, resplandor venteado
                                                             [por vientos
con cordajes y trajines de muelle,

y me voy a tus playas, bruñidas tus arenas
como pulcras vitrinas donde el ocaso entierra su leyenda,
su cofre de tesoros oceánicos,
o me siento entre tus piedras con la melancolía
del Tiempo, que lo hace desde que fuiste parto de los dioses,
y veo cómo el mar a tus plantas te llega
y te cuenta sus penas por tantas soledades y naufragios
al pie de la escollera donde rompe lamentos
con su idioma de algas y de espuma.

UNICORNIO, Revista Anual de Cultura, (Cádiz) noviembre 1997










Cádiz: Alameda de Apodaca




CUBA: EMOCIONADO VIAJE DE IDA Y VUELTA


    "Cádiz es la Habana con más negritos,
     la Habana, Cádiz con más salero".
                                  Antonio Burgos

¿No surgió, como Venus de la espuma del mar,
Cuba de un blanco sueño del Cádiz oceánico?
¿No habéis visto el castillo de Santa Catalina
y el castillo del Morro, o de la Candelaria
—el que fue Baluarte—, o bien los miradores
de esmerados herrajes que a través de las olas
envían con dulzor de la caña de azúcar
nostalgias que suspiran al borde de los muelles
de austeros comerciantes que al pisar Santiago
deliraban de amor ante las moreneces
de criollas picantes con canarios acentos
entre blancor de cales y aromas de tabacos?
Fue Pedro de Medina, arquitecto, quien hizo
a Cuba hija de Cádiz con bautismo barroco:
la Casa de Gobierno, la Casa de Correos,
la Catedral, que aún miran hacia los litorales
gaditanos con deudas de emoción en columnas,
en vanos, en ventanas para soñar el tiempo
y hacer que las raíces florezcan de añoranzas,
aún más si en el espacio íntimo de sus muros,
como alivio a continuas travesías, consuela
la música de Falla, lago de la memoria,
sosiego que no excluye el son y las guajiras,
y es gozo si se oye modular la habanera.
Pero en aquellos días de vísperas fatales,
la Patria, enferma, lucha por conservar pedazos
de lo que fue su antiguo corazón colonial.
Cuba, zarandeada por políticos vientos,
mira a España con ojos de angustias antillanas.
Cádiz fue puerto hermano de júbilo y navíos.
Cuarteles de la Isla y de la Candelaria
son como dos alforjas de esperanza en los hombres.
Madrugan en sus cielos como ojos vigilantes
muchos preparativos, y, a pesar de la hora,
todos los gaditanos se agolpan en las calles,
llenaban los balcones y cierros de las casas
para ver desfilar a las ufanas tropas camino
de aquel muelle bullente de ilusiones,
los gritos patrióticos para la despedida.
Engalanada, igual que en sus mejores fiestas,
la Virgen del Rosario como enseña sagrada
que bendice a aquel nudo de promesas valientes.
Los soldados marchaban con sus ritmos marciales
y en la subida al barco la flor de aquella furia
reventaba sus pétalos en cantos y proezas
anticipadas, como señal de sacrificio,
mientras, el muelle ardía de rumores y gentes,
envuelto todo en música de finos pasodobles,
y entre los pasodobles, el más agradecido
y popular sacado de la zarzuela Cádiz.
Mas la guerra pasaba y los días poniendo
ciertos interrogantes, comentarios, suspiros
frente al Ayuntamiento; San Juan de Dios, su plaza,
de ociosos y curiosos mentidero, hojeaba
el Diario, forzado manantial de noticias,
como un cofre de augurios y de cavilaciones,
porque tantos soldados que de Cádiz partieron,
no volvían... Aquellos pasodobles alegres
eran sustituidos a poco por sollozos
y por dudas que a insomnes corazones punzaban.
Ya al muelle no animaba ni música ni vítores
cuando en la despedida de las últimas levas.
Los jefes y oficiales cabizbajos marchaban
como si adivinasen aciagos desenlaces;
llevaban los soldados como dulces reliquias
los tan hondos retratos de la madre y la novia.
En Cuba, mientras tanto, la sangre gaditana,
como toda la sangre española en combate,
brillaba, relucía de ingenua acometida
frente al poder seguro del yanqui astuto y frío
(que encendiera en Rubén sus versos indignados
y reivindicativos de una España más fuerte*).
La sangre gaditana se huracanó en las bordas,
y en nombres que la Historia guarda como en joyero
suena en el corazón español todavía
el Teresa, el Oquendo, el Colón, el Vizcaya;
en fin, toda la escuadra heroica de Cervera.
Un sabor a derrota amargó las gargantas
de los hombres aquellos que al final regresaron
trayéndose de Cuba —esa hermana perdida
y dejada en los brazos de una mar que se hizo
la tumba de españoles que soñaron victorias—
las condecoraciones más tristes: las heridas.
Pero a pesar que Cuba quedaba ya más lejos
y el lazo que la hacía como melliza a Cádiz,
se rompió, todavía las olas siguen fieles
en reciprocidad de recuerdos y afanes
y en idas y venidas con caudales de espumas,
vientos y gaviotas, no dejan en olvido
los norays de los muelles, las sirenas, los cabos,
que les fueron otrora como palpitaciones,
como un lenguaje en clave de su vivir diario;
porque, ¿cómo olvidar este puente que cruza
España para América como faro y vigilia,
arcada familiar, acueducto de señas,
ventrículos de un mismo corazón de la lengua?
¿No surgió como Venus de la espuma del mar
Cuba de un blanco sueño atlántico de Cádiz?
¿O acaso cuando veis el castillo del Morro
no estáis viendo el castillo de Santa Catalina? 

*Véase el poema A Roosevelt.

De Erytheia o versos de circunstancias elegidas (2000)
 

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