sábado, 21 de marzo de 2015

POESÍA PUBLICADA EN REVISTAS


Los presentes poemas fueron publicados en diversas revistas y hoy están reunidos aquí tal y como aparecieron en ellas. Se ha hecho una selección.
Todos estos poemas han sido recogidos en libros después.
Esta página recoge poemas editados en revistas entre 1962 y 2000





TRES SONETOS AL PUENTE ZUAZO





En octubre de 1962 aparecieron en ISLA, Boletín de la Sociedad de Fomento de San Fernando, tres sonetos dedicados al Puente Zuazo, de un libro que no llegó a publicarse y que fue diezmado más adelante. Sobreviven de ese naufragio estos tres poemas. 
Llevaban una dedicatoria a don Gabriel González Camoyano, poeta de San Fernando, a quien el autor de esta página visitó en sus primicias poéticas.
Están reproducidos con toda la ingenuidad de entonces.


I
Al soplo de los céfiros primeros,
observadores de la aurora sana;
entonando la copla cotidiana
alegremente llegan los barqueros.

Se descubren sus músculos remeros
para zarpar hacia la costa hermana;
brilla en sus ojos la virtuosa gana
y alejan optimistas sus pesqueros.

Mas, a la noche, cuando el manto oscuro
te cubra ilimitado, incompasivo,
¿quién te acompañará, tristes instantes?

Los rumbos atalaya desde el muro,
porque acordando tu recuerdo vivo
¡volverán con nostalgia tus amantes!


II


Quiero verte en la aurora purpurina
cuando tu sol entre corales brilla
y surge de la póntica buhardilla
lanzando espuma tu graciosa ondina.

Entonces labraré tu perla fina
sentado a la frescura de tu orilla
grabándole una breve maravilla
que dejaré en tu nítida salina.

Quiero verte. Después, cuando me vaya,
cuando esté lejos de tu verde playa,
tal vez recuerdes a tu amante hombre;

me llamarás incluso con el viento
al ver la perla que en ti busca asiento,
¡aquella perla en que grabé mi nombre!



III


En la nocturna soledad silente,
surgidos de las aguas dilatadas
y rasgando las sombras enlutadas
los muertos suben a su largo puente.

Los viejos héroes con el alma ardiente
son éstos, cuyas ansias desbordadas
se exaltan por sus carnes devoradas
con el objeto de adornar el puente.

Para la lenta aurora de colores,
dormidos ya los héroes en su seno,
su memoria han estado preparando,

que luego brilla grávida de honores
con sol formada y de laureles lleno:
¡el insigne blasón de San Fernando!



CORAZÓN, PIEDRA

Te has ido de repente. Tu voz se me ha quedado
entre las manos como una rosa tronchada.
Se me han quedado huérfanos el corazón, los ojos.
En este instante puede convertirse mi vida
en una tosca piedra si Dios lo permitiera.
La noche precipita sobre mí su oleaje
de sombras, su destino de ser negra y profunda.
Y yo le abro unos brazos que tan sólo me sirven
para fingir dos ramas ya secas frente al viento.
Allá en la lejanía se proyecta mi sombra
y el viento inexorable acaba derribándola.
Mi corazón se ahoga en mi propio silencio;
naufraga con la última esperanza que tiene.
Todos los horizontes se cerraron de pronto.
Mi espíritu se orienta hacia su propio centro.
Ya se duerme la piedra cuando la luz le imprime
en su carne durísima la frialdad de los astros.
La soledad creciente la hunde más en la tierra
enlazada a las fuertes raíces del olvido. 

"Isla", boletín de la Sociedad de Fomento,
de San Fernando, octubre de l966


 SUEÑO

La noche te ha traído hasta mi pensamiento.
como una mansa lluvia de pétalos ardientes
caer te siento sobre mis manos apagadas,
mis manos que ya adquieren la forma del deseo.

Con un mágico gesto te construyo en mi sueño.
Mi silencio se adhiere a tu frágil contorno.
Suena en el horizonte el canto inolvidable
de las rosas aquellas inundadas de músicas.

La madrugada avanza como una inmensa nave
de luz. Sobre su estela tu silueta se yergue
y la tierra conmigo se levanta ambiciosa
queriendo respirar tu presencia serena.

Se desvanece todo de pronto. Con la aurora
vuelven a llover pétalos de la rosa soñada,
y alrededor, en torno del desencanto yace
una lluvia de sueños salpicando mi alma.
                                       

"Isla", boletín de la Sociedad de Fomento
de San Fernando, octubre de l966



SEPTIEMBRE

La tarde fría de septiembre tiene
frente a la noche una actitud serena:
oh, cielo fresco, paz lunar y viento
transido por la muerte de un jazmín.
Se pasea por ella, se pasea
recordando una tarde parecida
en que estaba también el horizonte
malva, y olía el silencio
a soledades húmedas, a calles
despobladas.
La tarde tiene para mí su muerte
en este mismo instante, cuando apenas
alguien observará que estoy mirando
cómo las sombras se levantan, cómo
me rodea la luz difusa y siento
la extraña sensación de estar muy solo.
La tarde tiene a derribarse, pero
me parece que avanza,
que avanzase empujada torpemente;
yo, mientras tanto, la contemplo aquí
en un lugar de su belleza triste
que me hace recordar que otra vez fui
testigo de su muerte. Pero ahora
más me impresiona su presencia, más
la siento alrededor de mi silencio
agonizar, rendirse a mis orillas.

"Isla", boletín de la sociedad de fomento
de San Fernando octubre de l966



ALUCINACIÓN

Has llamado a mi puerta. Yo presiento
que eres Tú quien llamaste. No podría
ser otro el que supiese que aquí siento
la inquietud de que alguien llamaría.

Abro la puerta. ¡Si tan sólo el viento
es lo que oigo!...Me alucinaría
este esperanzador presentimiento
de que alguna visita yo tendría.

Te has ido, pero sé que Tú has llamado.
Dejo la entrada de mi alma abierta
por si vuelves me encuentres preparado.

Tengo tu noble astucia descubierta:
sé que llamaste porque así has probado
si yo estaba velando tras la puerta.

"Torre Tavira", revista de poesía, 1967




PALOMARCICO EN QUE SANTA TERESA  FELICITA  EN SU ONOMÁSTICA A LA VIRGEN CARMELITANA DESDE EL CLAUSTRO LA MADRUGADA DE  16 DE JULIO



            Destinatario: el místico Carmelo.
            Nombre: María, Madre o la Señora.
            Tiempo: cualquier momento es buena hora.
            Población: en espíritu o en el Cielo.

            Esta oración que parte desde el suelo
            y por su poca fe se me demora,
            sabe que ha de llegar cuando la aurora
            del día de María rompa el vuelo.

            Entonces, qué temblor y qué latido
            tendrá la Salve en esta boca enana
            cuando inicie el fervor su recorrido.

            Cierro la carta ya porque cercana
            tengo el alba y, por tanto, me despido.
            Hasta verte ascendiendo en la mañana.
                                                  
                      Diario de Cádiz, 16 de julio de 1969

          

            HOMBRE


Para que el barro deje de ser barro
necesita la luz que lo ilumine,
el resplandor que enciende su pobreza,
el dolor que le da significado.
Hombre que, aun siendo polvo, te edificas
y afirmas tu existencia y tu deseo
de hacerte fundamento en la esperanza.

Hombre que, aun siendo barro, te levantas
con el aire reciente y victorioso
de la aurora más limpia, porque nada
hay más grande que tú, que tu destino
en donde se contempla la aventura
de haber nacido irremediablemente,
donde pueden sembrarse los afanes
de ser más, de gritar si es necesario
para ofrecer como holocausto hermoso
tu agonía creciente de vivir
a un mañana más noble. Pero tú,
hombre que cantas tu morir diario
y alivias las heridas las heridas de tu carne
con el suave tacto de la espiga,
tú, santo barro, canta tu heroísmo
con la más fiel conciencia de quien eres.

"Cádiz Sindical", l968-69






TESTIMONIO


Yo creo tener fe,
y es porque cada día
voy viendo que mi hombre
se da perfectamente
cuenta de que camina.
Y yo mismo prolongo
la sed de ese mañana
cuando apenas lo he visto
lejano o inalcanzable.
Yo creo que la fe
es la superación
constante de ese hombre
que ocupa nuestra vida.

"Verde yerba", Antología hispanoamericana de poesía,
Barcelona, l969-70








SONETO 25 (EL AGUA DEL ESPÍRITU)

      

Desde que yo bebiera en tu corriente
y tocara tus aguas no he podido
olvidar el sabor inaprehendido
que deja todo cuanto es diferente.

No puedo hacerme, ni una vez, presente
desde que te he mirado y conocido,
cuánto te debo y cuánto te he debido
hacer sufrir irremediablemente.

De nuevo, aquí me tienes para verte.
Todo mi ser se cumple con tocarte;
por eso mi destino está en beberte.

Pero con una sed no menos nueva
que aquella, en la que intento recordarte
sin saciedad, por mucho que te beba.


"Bahía", Pliegos poéticos del Campo de Gibraltar,
Algeciras, 1971


EL PAN


Cada migaja encierra un instante del día
donde se multiplica su bondad trascendente.
Cada migaja ablanda su experiencia amorosa
y minimiza con maternal tolerancia
la historia cotidiana de su dura conquista.
Las horas moldearon su crujiente contorno
e imprimieron en él su aspereza de tacto.
El tiempo, inexorable, se hace lento cruzando
la rústica hendidura de sus parciales líneas
y le lame ambicioso su morenez ardiente.
El fuego que ha cocido su forzada victoria
participa en su grave simbolismo. Le aporta
un calor suficiente que hace denso su empeño,
garantiza su urgente finalidad y en ella
santifica, consuma, su oblación generosa.
El sabor que desprende le da forma al deseo
de materializar su noble objeto y sólo
se siene mejor hecho, más sazonado y propio,
cuando lo ha bendecido el ganador esfuerzo
y se sabe, además, común y necesario.

"Verde yerba", Antología de poetas hispanoamericanos,
Barcelona, l969-70





ROMANCE DEL MUCHACHO QUE ESPERABA


—¿A quién esperas, a quién,
atalayando la calle?
—Madre, ¿que a quién espero?
Verdad que no espero a nadie.

—Entonces, ¿por qué impaciente,
como quien espera a alguien,
clavas la ansiosa mirada
en el fondo de la calle?
—Costumbre, madre, costumbre;
pero yo no espero a nadie.

—Hijo, costumbre, costumbre...
Dime quién es ese alguien
que te ha plantado en la esquina
con una ansiedad tan grande.

-—Qué pena, madre, qué pena
que en la vida haya contrastes...
Qué pena esperar sabiendo
que, a veces, se espera en balde.
—Dime, hijo, ¿quién a tus ojos
es la reina de la calle?

—No, madre, que yo no espero.
¡Verdad que no espero a nadie!


De  CÁDIZ SINDICAL  (Tertulias de Educación y Descanso,1968-69)






OTOÑO TRAS LA VENTANA

                         A Germán Caos R.

Apareces qué lento en la neblina,
muchacho adusto, otoño adolescente;
tu mirada es opoca, e indiferente
sobre los panoramas se avecina.

Vienes con nubarrones. Y camina
tu pie indeciso, cautelosamente.
Y pasa, entre las lluvias, por tu frente
una inconclusa imagen setembrina.

De tus manos resbalan unas hojas
escuálidas, en cuyas nerviaciones
sabes guardar tus pálidas congojas.

Y asomado, de cerca, a los cristales
pareces, cuanto más triste te pones,
un niño pobre y sucio de arrabales.

"Isla", Boletín de la sociedad de fomento
de la ciudad de San Fernando, agosto de l969






VIENE LA PRIMAVERA

                    ...otro milagro...
                        A. Machado
                       A Purita Galán

Ya se dispone a entrar la primavera.

Que la ciudad la aclame y las reciba
en sus hogares como a un ángel claro
de amistad.
                   Cómo sube por encima
del Puente la humareda luminosa
de su encendida y matinal visita.

Ondula su emoción la gaviota
y la brisa se duerme en las marismas.

Cómo elevan sus tálamos nupciales
temblorosas de brillo las salinas.

Entre nosotros abrirá su escuela
de pájaros que pulsen su alegría
en el arpa floral de los almendros,
moños de cabellera verdecida.

Poned en ls almenas vuestras almas.

Tended en los cordeles vuestras vidas
como si fuesen sábanas que esperan
ponerse blancas para siempre.
                                               Siga
quienquiera mi cantar y me acompañe
con un ramo de gozo a su venida.

Ella viene dispuesta, preparada
a aromar los hogares.
                                Con qué prisa
debéis abrir vuestras ventanas, vuestras
puertas de miedo de la casa íntima.

No olvidad que ella ha estado todo el año
atesorando una esperanza activa
para poder llegar hasta nosotros
y visitarnos otra vez.
                                  Ya inicia
su paseo por calles y por plazas.

Salgamos, sí, salid a recibirla.

"ISLA" Boletín de la sociedad de fomento
de la ciudad de San Fernando, Marzo y Abril de 1972


CONTRA-POEMA

                        A Antonio Hernández


Será mejor así.
Eludiré palabras
que no vengan al caso, que no sean necesarias
para que el hombre siga su costumbre
tremenda e ineludible de luchar y acabarse.
Voy a seleccionar vocablos.
¿Os convencen éstos:
Vida, incertidumbre, miedo, batalla
sin héroe,
        indiferencia, soledad, rutina
y muerte?

Ya he prescindido
de todas las palabras que os venían
molestando durante tantos años.

He roto
pentagramas de versos musicales.

Haced de este poema renegado
un fósil para la vitrina
de la burla, y, por pura paradoja,
un testamento de ceniza, olvido,
una apagada huella
el rastro de que hubo un hombre
de alegría y tristeza lo mismo que vosotros,
como vosotros, buscador de algo
que no satisficieron las palabras.

“BAHÍA”, Pliegos poéticos "Campo de Gibraltar",
números 21, 22, 23, 24. Algeciras, Abril de l973 








VIENES A MI MEMORIA…


Vienes a mi memoria y te sitúas
en uno de los años de tu lucha
aquella entre membrillos y naranjas
con tu camisa a cuadros, tu bufanda
arrinconando a enero bajo el cuello
y atesorando el sol en una esquina
de aquella lonja, madre de la astucia
y de la picardía del sustento,
escuela de ocio, charla y aguardiente,
noticiero de chismes populares
y guiño de las bromas y su drama.


Mas, como siempre, olvidas las fatigas
del esfuerzo, tus brazos como mástiles
donde estaban erguidas, temblorosas
tus inseguras jarcias de futuro,
velamen desplegado de tu casa,
arboladura de tu pan, timón
y proa contra mares de miseria,
siempre el ancla del ánimo levada.


Te llegan, sin embargo, mariposas
de luz, de días claros, medallones
de sol, músicas débiles de lluvias
tras los cristales de tu puerta, sombras
de gentes que se fueron, roces tímidos
de versos primerizos, la alegría
como un trozo de barco que se salva
del naufragio de un tiempo irreparable.





“Cal” enero de 1976




Antiguo mercado de San Fernando -Cádiz-








                                         






HALLAZGO ENTRE MIS PAPELES DE UNA
ANTIGUA ELEGÍA DEL MERCADO

A veces, te violentas y entristeces
con esta miserable familia de lo humilde,
la naranja podrida que disimula el cáncer
tras su nevada sábana y en su lecho de azufre,
el plátano pasado que recuerda
a la nodriza negra —la obrera de color—
que lo arrancó del platanal, su cuna,
el perejil que se lamenta pálido
de su ausentada novia, la cebolla,
y nadie se lo lleva, y llora el celibato
en una putrefacta soledad.

Cuánto suburbio de lo mustio, calle
de los pobres olores desahuciados,
hospital que se cierra al mediodía
bajo un cielo de lonas y de enseres,
improvisado limbo transitorio
de la inocente yerbabuena.
                                             Mira
cómo la cordillera de patatas
                              fue decreciendo
con la erosión suave de la compra,
geología del hambre inexorable;
y la ristra de ajos como matrona antigua
que perdía a sus hijos en la guerra,
llora la ausencia de los buibos que fuiste decapitando
con la venta. dejando las hileras
como infantiles camas recién abandonadas.

A veces, te entristeces cuando tocas la piel
de tu mundo de ocultas cicatrices,
ese mundo entregado a la más cotidiana
cirugía de las vicisitudes,
porque tú sabes que vivir es eso,
maniatar con cordeles de paciencia
al niño clandestino de nuestra rebeldía
que se aburre y se enfada insobornable
harto ya de habitar el corazón diario.

“Caleta”, mayo de 1976





LEY



La mujer mira atrás, el camino corrido.
El hombre, hacia delante, conquista las distancias.
La mujer, como un cuenco de mano codiciosa,
conserva en un suspiro la historia de los siglos.
El hombre pisa, olvida los escombros del tiempo.
La mujer se detiene, se apiada de las ruinas,
busca en ellas los restos de un pasado vivido.
El hombre es una flecha que taladra el futuro.
La mujer es la cuerda que se encorva en el arco.
El hombre va a la búsqueda del hijo posterior.
La mujer resucita al primero en el último.
El hombre selecciona entre las florEs una.
La mujer forma un ramo anónimo con todas.
El hombre por la escala del espíritu sube,
abandona su cuerpo o le sirve de base.
La mujer por el cuerpo desciende hasta la tierra
y siente que en su carne le gravita el planeta.
Como la mar, exhausta, como un campo, agotada,
la mujer agoniza eterna y silenciosa.
Como el trueno, sonoro, y como el viento, efímero,
viste el hombre de gala su corazón con ella.

                De “CAL”, marzo 1975




EMPEZABA A SER HOMBRE…



Empezaba a ser hombre amasando sus días
con el sudor primero, las juveniles savias
del tronco aquel robusto, juventud resinosa,
muchacho de optimismo y de constancia.
El trabajo celoso le interrumpía el sueño
y él crecía a la altura de aquellas madrugadas
diligente y seguro camino de la lonja,
riendo, compitiendo con las luces del alba.

Los árboles de la calle de su camino
apadrinaron su sentimiento, su grávida
sangre que le estallaba las yemas de sus años
mejores, árbol nuevo su vida conquistada.
El amor le venía con sus claros domingos
de paseo y amigos y morena muchacha,
y él abría sus brazos, entre atrevido y tímido,
imaginando idilios y palpando fantasmas.

Empezaba a ser hombre con  la misma alegría
que hoy lo evoco y bendigo. Mi memoria retrata
un joven como un pino en una isla sola,
solo él también moviendo como el pino sus ramas.

                   De “CAL”, septiembre 1976



RETRATO DE CUERPO ENTERO


Tiene cuevas secretas y másacaras legales.
Tiene mil aunque tan sólo muestra dos.
Con las ocultas hace sus propios carnavales
pero con las visibles despoja y dice adiós.

Piensa poco y si piensa son signos numerales,
cifras, cálculos, cosas de las que vive en pos.
Si tiene ideas son tal vez artificiales
con que muestra su fausto de torpe semidiós.

Vive, pero no sabe agradecer su vida,
fijar, guardar un solo momento en la memoria,
el símbolo, la imagen de un momento cordial.

Odia, ambiciosa y riñe y pierde la partida
con  la muerte, que da al traste con su historia.
¿A que no conocéis cuál es este animal?

                   De “CAL”, septiembre 1977




TRANQUILO, SIN ACCIÓN POR ESTE TÚNEL…


Enajenado por la luz, cautivo
inconsciente del brillo, en la avaricia
crepuscular de espesa llama, duende
pacífico del último esplendor,
viajero de esta hora sedentaria,
flotando en apogeos sensoriales
de sentidos tocados por la magia
de esta rosa gigante del ocaso;
mimado, detenido por la brisa
descalza, danzarina en la escalera
efímera del borde de  las olas,
con las manos ausentes, con los ojos
ociosos, entreabiertos, con la mente
en la particular holganza de recuerdos,
el lujo clandestino de algún sueño aceptable,
sordo al ruido mínimo de un mundo
dejado en la clausura del olvido;
abandonado y lúcido, lo mismo
que el mar en su destierro voluntario
hacia la magnitud más alta del silencio;
tranquilo, sin acción por este túnel
intemporal del hombre mío voy.


De “CAL”, agosto 1978

(Número dedicado a un homenaje a Vicente Aleixandre)





LA CLARIDAD NEGADA


La claridad negada de la inicial aurora,
la mano del otoño arañando los cierros,
es el viento, acaricia su forestal guitarra
y las notas en hojas exiliadas chirrían.

Pero en nada entristece el festín diminuto
de tu boca, oh amada de manos oferentes
y de serpenteante cintura escurridiza
para que multiplique mi afán sus dedos ebrios.
Ni aun el clavetear de la lluvia en las plazas
con fugaces agujas que hilvanan soledades.
Ni el prematuro exilio de la impúber mañana
al país laberíntico de nubes ilegibles.
Nada impide que repte mi temeraria mano
por el desfiladero de tu huidiza cadera
o cruce el ecuador de tu vientre sedoso
donde brinca una ardilla ideal de ternura.

La avaricia del tiempo nos hace vengativos.
Doblemos las gastadas monedas del instante.
Nos hacemos activos, epidérmicos, leves.
Nos urge regalar testimonios y risas.
La claridad ausente de la aurora primera.
En su hueco instalamos la fundación de un rito
de cuerpos, de palabras, los votos sensoriales...
  
Y por ello estoy cierto de que vivo y que canto.

          De “CAL”, septiembre 1978






INSCRIPCIÓN PARA LA ATALAYA POÉTICA

DE JOSÉ LUIS NÚÑEZ

También hay orfandades materiales,
pues, solo, llora el Sur su todavía
y en la nostalgia de esa compañía
le calan los recuerdos a raudales.

Pero, ¿no veis los ojos temporales
del poeta en su torre de vigía,
farero de una nueva Andalucía
en el mar de unas costas marginales?

Su Luz de cada día está presente,
aunque de El eclipse una larga sombra
nos amague una ausencia de espejismo.

Médium fiel es en medio de la gente,
de todo lo que el Sur se calla o nombra,
que es corazón del corazón de él mismo.

 (Nota. Los títulos subrayados son obras de José Luis Núñez)

"Gaviota de Poesía" (1979-1981)




DEL TIEMPO A LA ETERNIDAD


Para buscar a Dios entre las sombras
primeramente os pido la palabra.
Para hablaros de Dios, cuando lo halle,
os ruego que mováis, la noria, el agua
de vuestro corazón y la hagáis limpia
como la sal cuando refleja blanca
y luminosa el sol de mediodía
en la primicia azul de la mañana.



Dadme entonces la ola y su plegado
itinerario con olor de algas,
esa rueda del mar de luna a luna,
espejo monorrítmico de plata
que va dejando un trozo de armonía
en cada litoral y en cada playa.
Dadme toda la música que tiene
el rumor encrespado en lontananza
para que tenga, una vez más, mi voz
una serena y fresca resonancia,
de modo que os parezca en esta hora
de paz en esta hora mi palabra.
Porque hablar de las cosas es lo mismo
que pasear por dentro de una casa
y ver la sencillez de las paredes,
y oír cómo gotean, se dilatan
los momentos, las horas y los días,
y nuestra vida en ellos se desmaya
como un retrato más. Y solamente
con el esfuerzo vivo se levanta.
Y es que estamos inmersos, inundados
por la luz temporal, luz cotidiana,
luz fría del taller, luz de oficina,
luz de la calle, luz de las espadas
clandestinas que rozan cada día
los cabellos, los ojos, las gargantas.
Esta nave del tiempo que nos lleva
siente a veces, temblar, crujir las jarcias
de su alegría. Y caen, pero sigue
en pie el mástil de fe que nos aguanta.
Menos mal. Que si no, ¿Quién se podría
fiar del timonel cuando amenaza
una borrasca el mar?
                                  No me digáis
que esta nave del tiempo está encallada,
porque navega con su rumbo claro,
fijo a la luz inaugural del alba.
Ya sé que habéis movido el agua, el diáfano
diamante móvil, líquido del alma.
Habéis notado cómo se refleja
el día en ella con sus panoramas
de sombras, sus monótonas historias

y la tristeza con su flor diaria
deshojándose absurda por el suelo,
donde el hombre se vive y se desgasta,
y se calla, y se borra y disminuye.
Por eso os pedí luz, os pedí el ansia
de ser ola, o ser acanto, o de ser niño;
de ser espacio azul o de ser ala
para que el sueño no se nos acabe,
sino que continúe y se nos haga
más duradero cada vez, que sea
algo más que la carne señalada
a ser límite y fin; que sea un gozo
que de los días breves se rescata,
y nos proclame victoriosos, altos
vencedores de la desesperanza
cuando nos alce Dios, recuperados
del foso sin memoria de la nada.


Premio Camelia de Plata 1971, en Certamen Literario
  
"Miguel Martínez del Cerro", Cádiz, MCMLXXIV



 






HISTORIA Y LEYENDA DE LA SAL


La sal, como una blanca novia, surge
del saladar, la lleva del brazo el mediodía.
Hacia la catedral azul del cielo
y por escalinatas blanquecinas
van estos novios de la luz enhiesta,
mientras que la verdad y la mentira
se están jugando el mundo mano a mano
y el hombre es transportado por la prisa
hacia cualquier lugar menos adonde
su sosiego frustrado necesita,
y se inventa la paz como se crea
un pasatiempo de chiquillería,
una manera de seguir jugando,
en tanto que la máquina de consumo fabrica
un hombre marginado de la historia,
la historia que la sal graceja y consolida.
Antes, la sal en su alfolí, de donde
alzó su escuela la blancura misma,
mientras se granulaba
su cuerpo transparente de salina,
levantó una plegaria de brillo emocionado
desde el atril de su oferente prisma
donde la buenanueva de tan grato mensaje
tuvo su ardiente apóstol en la brisa,
que difundió su intenso sabor copiosamente
por el fervor ansioso de la Isla.
Con qué elocuencia suculenta pasa
al púlpito movible de la boca y principia
su apostolado de gustación momentánea
por la pastosa grey de la saliva,
a la que con su gracia le exhorta que fermente
su acción comunitaria en la comida,
comunión mineral, hostia tangible
con la que el hombre se solidariza
para seguir la religión diaria
de la más ciega fe: la de la vida.
Porque la sal no tiene ningún itinerario
si no es el de la lengua gustativa,
igual que la mujer tan sólo entrega
su corazón a aquel que la conquista.



La sal, muchacha de lechosa piel,
conserva el alba para quien la mira,
y también muestra un viso de milagro
en los jazmines que se fosilizan
en sus dedos de albeados privilegios,
esa elevada y sustanciosa mina,
perpetua hospedería del sol que sale y entra
como por un palacio de nieve derretida.
Ella, hermana mayor de la cal, desde lejos
le ejemplo y lección a las albinas,
texto de claridad elemental
para las gavïotas circunscritas
a la amiga en que aprenden esta albicie
como niños que están en torno a su nodriza.
La sal es para todos, para el pueblo
que la desposa con su lengua colectiva,
para la enjabelgada enmienda de la cal,
para el camión, para el candria que riza
el agua perezosa, para otros países
que en ella ven un mapa secreto de alegría
enrollado en su parvo corazón salobreño.
Sal para la palabra que predica
e introduce en el íntimo saladar de las almas
la esperanza en espera de que se haga fe viva.
Sal hay en cuanto vive y testimonia
el amor, y es la sal más convencina
la que en las orzas de los corazones
no se evapora ni se desabrida;
conversa sal, prosélita en los labios
que han gustado la otra, la que brilla
en el caliginoso desposorio
con este dios de luz que la tuvo novicia
en su alhorí de nítida clausura,
hoy abierta por bula del verano y su clima.


Finalista en los Juegos Florales de la Sal en la Isla de San  Fernando, 1971,  y editado en "Erythia", Tertulias literarias, mayo de 1979




DOMINGO DE ADVIENTO

               A Pepe González Barba

Llueve en la calle solitaria. El frío
hace la soledad turbia y violenta.

Diciembre pasa una vez más, sombrío,
con su adusta mirada cenicienta.

Desde el cuarto en silencio y la ventana
se ve cómo gotea lentamente
en la acera la lluvia de mañana
y el tiempo en el espíritu impaciente.

Es necesario que de cuando en cuando
se quede el hombre a solas y se diga
que hay que vivir cantando y esperando,
aunque el mismo dolor nos contradiga.

Sigue lloviendo. Y un rumor repasa
la habitación. El corazón se empina
con un débil temblor. Dios se retrasa,
pero vendrá a su hora clandestina.

"Isla", Boletín de la Sociedad de fomento
de la ciudad de San Fernando, Noviembre de 1971











HOMENAJE A JULIO MARISCAL MONTES,
AL PASAR POR ARCOS DE LA FRONTERA

Que un colibrí de júbilo te suba
por el árbol, ya en sombra, de tus huesos,
que te anime el olor de los cantuesos
y te dé nervios la matalahúva.

Que baile el duende de una vieja cuba
con un coro de sátiros obesos,
que todas las doncellas te den besos,
a trozos disputándose tu aljuba.

Que la cal de Morón te reverbere,
que te devuelva el río tu inocencia
y te vistan el alma de azucenas.

Que un buen cante te den por miserere
y una guitarra pida tu indulgencia,
no por tus culpas, sino por tus penas.

INFORMACIÓN DEL LUNES, 1979






CONCENTRACIÓN EN LA JUGADA


Entre caballos y alfiles,
torres, reyes y peones,
hay un temblor de emociones
que ya minan tus abriles.
Asomado a los pretiles
de tu mirada embebida,
no sabes que ya está urdida
tu suerte, de tal manera
que cuando acabes, te espera
el ajedrez de la vida.

    En La luz y la palabra, 1980





POEMA TESTAMENTARIO PARA DAR ALIENTO A UN NIÑO


  Romperán la guirnalda, las frondas unitivas,
la secular corona de las paternidades,
      el arco poderoso florido de proezas silenciosas
y mínimas
      de las generaciones,
la cadena del tiempo de eslabones de óxido de dolor
      y penumbra por los renunciamientos;
desaparecerán los cantos maternales, que dieron
      a la casa sus ecos milenarios,
helechos afectivos cubriendo la molicie
     sagrada que fundaron venerados ancestros
en sabio pebetero de palabras unánimes,  
atril incandescente de ejemplos           memorables.                                                              



     Borrarán esas huellas
de esfuerzos que encendieron los claros ascendientes,
     y el remanso de espera
y fructificaciones que fue ayer la familia
     desbordado será por sucios aluviones
de ejarbes de locuras, cachones de infortunios;
     el niño estará solo, como nunca, indefenso   
frente al viento y al rayo,
 frente a las ignominias de ocasionales padres, frente a la cobardía felizmente explicada por razones impunes.




   ¿No habrá nadie que ponga su mano defensora
como escudo inviolable
   de su rota inocencia, de su candor frustrado
por las garras de un mundo
   hostigado por todas las violencias, ceñido
su cuello por la cuerda insufrible del hambre?

    ¿No habrá un hombre siquiera
que recuerde sus días de ingrávido viajero
    por ámbitos de pájaros, juguetes, flores, risas,
alamedas y gritos
    deteniendo las horas, haciéndolas más dulces,
más blandas y amorosas en torno de los niños?



    Hijo mío, que creces a la sombra del sueño
y atraviesas caminos de lechosos guijarros,
    mecido por vaivenes de paternas fatigas, perseverancia v lucha,
¿qué mundo es el que espera tu vocación, mañana
    de obrero o de poeta,
de varón decidido, de heredero al azar de un pasado, imborrable      que asumirás seguro?


    Yo, hijo mío, no tengo nada más que la flor marchita
de un continuo sacrificio sin horas
     y el fuego, el fuego amigo, luchador y difícil
de una enorme esperanza.

Accésit del Premio de Poesía Villa de Petrer 1981

Editado ese mismo año en “Erythia”, 
revista isleña de Literatura (1979-1981)





CELEBRACIÓN Y GOZO DE ERYTHIA, QUE LUEGO LLAMARON ALMUNIA DE RAHYANA, HOY ISLA DE SAN FERNANDO

                                  

     El sol tira a las aguas su trasmallo de oro,
sus encendidas redes,
     dinosaurios azules de la mar se despeñan por abismos de olas, por taludes de playas,
     igual que un brazalete de insaciables espumas
las costas centellean
     y abrazan tu cintura de doncella emotiva animada en la danza
de vientos de levante,
   en la salas celestes de la aurora florea una oculta guitarra,
castañetean crótalos, se alza bravío un cante,
     todo en coro acompaña al bello sortilegio que es la fiesta inicial, memorable, impaciente de tu alegre natío.


     Pero por eso, mira, te sueñan en la Hélade los cíclopes tendidos a la sombra de Homero,
      y las ansias de un Hércules irradian por las nubes
como carros alados
      que flamean espléndidos y con claros designios
sobre Gerión en furia.

      Tiemblan vides y olivos en la Hesperia que teme
la violenta llegada.

    En las lenguas del viento mensajero se acerca
la canción halagüeña
   del dios que cruza cúmulos en llama, bajo cirros morados
que consuelan adustos cipresales
    y cantos marineros que anticipan el rumbo
de las rutas del bronce.

   Mas el dios no es poeta, sino un arduo guerrero
de conquistas impunes.
     y la tarde de estío favorece el cansancio, la desgana,
la abulia de las aguas que duermen
     con sus mantos rituales de limo y de calima
para que el dios sorprenda a Gerión ya dormido
     en su siesta que huele a salina y salitre,
a almadraba y palangre,
    y, al fin, te posesiona, te fecunda tu sangre marítima
con símbolos de inviolable firmeza
  para que tú, Isla en ciernes, asumas ya tu pétreo nacimiento,
resistas al agua codiciosa,
   altiva fortaleza con la sal por bandera, mujer difícilmente
conquistable, oh hermosa Erythia, fuente insólita
   de mi sangre y crisol milenario y perenne
de mi moreno origen.

  Publicado en “Torre Tavira”, revista gaditana de poesía, 1982
y en El vértigo de la memoria,  2014





PICASSO EN AZUL MEDITERRÁNEO


El cielo en paz. La lejanía duerme.
Las olas se desmayan en la playa.
Una brisa destrenza sus leyendas,
su fina cabellera de murmullos
y escancia caracolas pequeñitas
en los cuerpos, que están abandonados
en las manos febriles del estío.

Terrazas con racimos de turistas
flotando entre las nubes del sosiego,
flotando en la calima de la siesta.

Paseos solitarios serpentean
por carreteras bajo un sol con uñas.
Pero, de pronto, un arlequín traspone
los cuerpos perezosos, suelta amarras
del sueño y el reposo, toca el filo
del agua y la columpia, y el mar ríe,
se alborota un instante a toda vela
y surgen arlequines, colombinas
en las olas, que empiezan una danza
en un ballet alegre de escarceos.


"Gaviota de Poesía" (1979-l981)


SONETO PARA IGNACIO RIVERA

Sé que a Ignacio responde como nombre
y vive en el rumor de una Rivera.
Potestad tiene con la primavera
(aunque esto a más de un ruiseñor asombre).

Es siempre y será náufrago este hombre
de versos e ilusión. Como cualquiera.
Pero, atención: no de cualquier manera,
sino como un señor y gentilhombre.

Yo voy a desvelarles un secreto:
su Cádiz, que es su amante, le revela
ola tras ola el don de su poesía,

y su amor canta a bordo de un soneto
donde en las jarcias tiene su vihuela
y en un mástil de fe su melodía.

TORRE TAVIRA, abril 1985




         



HOMENAJE Y LOA AL CASTILLO
DE LA PUENTE DE SUAZO

A Luis Robledo Lamela

Conquista fue de Alfonso, que la diera
de atalaya a la Almunia de Rayhana.
Mira desde su Torre hacia Chiclana
y es su Puente gloriosa carretera.

Mantuvo frente a ingleses su bandera
y ante el terror francés dio la campana
de la iglesia su alarma parroquiana
a los esteros y a la güertafuera.

Centenarias, las piedras nos vigilan
desde los siglos en que se perfilan
hacia el olvido nombres y blasones.

Castillo de la Puente, padre y dueño
de la isla, y glorioso osario isleño
de la memoria de generaciones.

1990




El toro de lidia

Enlutado jirón de la tormenta
que brama en las orillas de un capote,
y ya, lasca de ola su derrote,
un candelabro eleva en cornamenta.

Vara de fuego el picador le afrenta
y le saca un fresón por el cogote,
y, si le pone rizos el palote,
le agiganta el fresón y lo revienta.

Malherido, en el aire da arañazos
y empiezan a erigir los muletazos
un pedestal al que da vueltas fiero.

Pero después, sereno, se relaja
noble, y ofrece -la cabeza baja-,
un rosal rojo que hendirá el acero.

SAN FERNANDO INFORMACIÓN 1992


HACIA LA VERDAD PERDIDA
  
(El bosque sagrado)

Lejos de la ciudad y sus agrios ruidos,
alud de fieras motos y automóviles fatuos
y la publicidad como sabio alcahuete,
gente siempre aturdida por la prisa y el tedio.

Quedan atrás altivos edificios comunes
con arbolitos frágiles como indefensas crías
y jóvenes celados por la sombra con hoyos
de la droga y el paro y el hastío con uñas.

Se sale y la ciudad a lo lejos se hunde
en su bruma incolora, sorda como el pasado.
y ya se ven los bosques como glaucas mareas
por un brazo potente de alquitrán divididos.

Los pájaros se trenzan, salpican con sus trinos
la campana celeste del cielo, la montera
de cristal serenísimo que cubre la campiña
como aquella princesa dormida de los cuentos.

Yo sé que aquí y allá gentes diseminadas
buscan como hago yo la identidad agreste
que hace tiempo perdimos, conciencia carcomida
la nuestra por las fábricas y el látigo del hambre.

Y aquí, como aquel padre frente a su hijo pródigo,
los brazos con sus ramas y sus pomas alegres,
de la arboleda densa se reciben hirsutos,
de apretada resina el olfato invadido.

Generoso  el olvido, me convence y me libra
de viejas ataduras que impone la memoria.
Soy libre como cuando —me imagino— yo erraba
entre los agasajos de la naturaleza
por aquel paraíso que perdimos —quién sabe—
si fue por la ambición que ahora dejo a mi espalda.

                    De "Azahar", nº 16, 1993




FRUICIONES DEL PASEO



                                    ...de las arenas

      que el mar sacude en la fenicia Gades...



                L. F. MORATÍN



A veces voy por tu racimo oscuro

de calles cosechando como vides

uvas de callejuelas y alamedas,

iglesias que he mirado con pupilas paganas

de pintor distraído,

librerías de viejos, populosos mercados 
                           llovidos de rumores,

olor a anís, a churros y bullicios,

bares con puestecitos de marisco a la puerta,

rincones centenarios con farolas, macetas

y hornacinas,

el son errante de una bulería, o el desplante 
jocoso de un tanguillo,

y todas mis raíces se han puesto boca arriba,

suplicándote, oh Gades, que tú me las renueves, 
que las mojes

en tu longeva claridad amada, resplandor 
venteado por vientos con cordajes 
y trajines de muelle,
y me voy a tus playas, bruñidas tus arenas
como pulcras vitrinas donde el ocaso entierra su leyenda,

su cofre de tesoros oceánicos,

o me siento entre tus piedras con la melancolía

del Tiempo, que lo hace 
           desde que fuiste parto de los dioses,

y veo cómo el mar a tus plantas te llega

y te cuenta sus penas por tantas soledades y naufragios

al pie de la escollera donde rompe lamentos

con su idioma de algas y de espuma.



UNICORNIO, Revista Anual de Cultura, noviembre 1997




CONTEMPLACIÓN


Como a Azorín me gusta ver cómo pasa el tiempo,
y no dejar que el ala de la prisa me roce
ni siquiera el oído, ni el recuerdo tampoco;
ser un testigo mudo del ciego devenir
de este mundo y las vidas, que se alejan fugaces.
Cansancio tal vez sea, tal vez indiferencia.
No sé, no sé; no obstante me admiro de este gesto
que consiste en la inmóvil, la paciente aventura,
en mimar el sosiego que se duerme en los ojos
como tarde siesta, como lago tranquilo;
en esquivar la astucia del tiempo que erosiona;
en mirar impasible, si cabe, el curso aciago
de las cosas diarias que pasan diluyéndose,
perdiéndose en la bruma de un adiós silencioso...


"áMBITO" de la poesía y las artes, otoño de l997
 

DE VIOLENCIAS, INCERTIDUMBRES
Y ENSOÑACIONES (CLANDESTINAS)




I



COMO EL SUEÑO DE UN DIOS MUY MALHERIDO...





Como el sueño de un dios muy malherido

que delira arañando la humareda

de su agonía en ese mundo ciego

y errante por su túnel de preguntas...

Detened la mirada, el pie, el aliento

y ved como tras una cerradura

ese va y viene cíclico del hombre

como un gran hormiguero acorralado.

Vértigo da, que yo cierro los ojos

y los cuelgo en los árboles, las nubes,

las aves, la inocente escapatoria.

Rueda el hombre en el círculo del tiempo

y le da horror que tanta lucha sea

relámpago fugaz de la memoria.



I I



ES HORRIBLE (LO DICEN LOS SABIOS POPULARES...)





Es horrible (lo dicen los sabios populares:

"Toda la vida, toda la potestad del hombre

depende del Azar y él concede renombre,

cuando quiere, a caprichos, a planes y avatares".)



"No hay razón, voluntad, programa y poderío

que valga ante los fieros mostachos de los dioses.

¿Qué les importa a ellos que el hombre rompa voces

de injusticia a la orilla de la Vida y su río?



Somos tablero y ajedrez, peones.

Somos las piezas. Somos las razones

de una estrategia lúcida que nos mantiene en vilo.



(¿O será la maldad de los hombres, acaso,

y a inexistentes dioses cargamos el fracaso?)

Nunca sabremos Quiénes o Quién tira del hilo".




I I I





Lo mismo que las jarcias, batallabas

contra vientos con uñas y salitre;

lo mismo que los árboles erguidos

buscando como azores las alturas.

Pero ingenuo es el hombre, que no sabe

que la vida después zancadillea;

le espera en una esquina de sus sueños

como vulgar ladrón que lo desnuda.

Es inútil, lo sabes que amontonas

esperanzas y esfuerzos como un silo.

Vendrá la frustración, loca incendiaria.



Vivir, caer como en un foso. Quieres

trepar, salir y un pie de paquidermo

te pisa, ya en el filo, las dos manos.



IV



PEQUEÑA ODA A LAS MUSAS



                                             Así agitaron

          los tardos años mi existencia, y pudo

          sólo en región extraña el oprimido

          ánimo hallar dulce descanso y vida.



          L.F. de Moratín: "Elegía a las Musas".





Subo a mi torre de marfil y toco

con los dedos la dalia del poniente.

Coloquio con la mar que oscila enfrente

y es otro mar el que por dentro evoco.



Miro la cristalera azul e invoco

a las Musas, que acuden fugazmente.

Sonríen. Huyen y en su hueco ausente

surge el planeta mágico de un loco.



Sin ellas mi existir poco valdría.

Nada prometen de este mundo, sino

que en cóndor montan a la Fantasía



para abrir un inédito camino,

que ni en lo humano está ni en lo divino

y el mundo llama con candor: Poesía.



"Tántalo", revista cultural trimestral, junio 2000





Guardia en la Esquina del Gordo









PRIMAVERA DE ENTONCES





...conmigo vais, mi corazón os lleva.



                     Antonio Machado





Aquellos años vuelven, retornan, golondrinas

por columnas de patios, cruzando los herrajes

de aljibes y por ramas de las enredaderas

del jazmín; y los viejos desconchados mordidos

por la pobreza escuálida con olor a lentejas

recosidas de un día para otro, remiendos

como las cicatrices de las almas mohínas

con historias de guerra civil entre murmullos,

la cosecha crüel de la tuberculosis

con su terca guadaña de lutos sucesivos.



Pero estaba la copla para poner mordaza

a los ayes de dentro, los soles en racimos

cayendo por almenas y por cierros barrocos,

y también, reluciente de espejos fulgurantes,

la primavera, aquella primavera de entonces,

jubilosa dudando entre verdes y azules

de pagos campesinos y cielos transparentes,

y los niños aquellos fugados de la escuela

-olor a enciclopedia de Bruño y tinta china,

la España grande y libre en densos mapamundis-:

los niños celebrando su libertad en reto

contra pita y chumbera -guardadoras de huertas-

para arrancar trofeos al almendro, al damasco

(¡oh huertas de Marín, de Frasquito, el Curita,

o la de san José con su limpio azulejo,

o bien la del Lagarto junto a la de Togores

con su enorme araucaria, sus tendidas palmeras...!)



En las huertas de entonces, con olores a higos,

a nísperos, a brevas, albérchigos, ciruelas

empezaba triunfal su reinado en la Isla,

con sus brazos desnudos la joven primavera,

y carros y rebuznos y chirridos llenaban

las calles del mercado, bulliciosas de auroras

como rodajas limpias de encendidas sandías,

y, al fondo, el Parque, el Parque como recién nacido,

en el que las parejas estrenaban abriles

rompiendo sus crisálidas delicadas, idílicas

de amor con rito oculto, igual que en la Plazuela,

donde el reloj del Carmen latido era del barrio,

y mayo, como un loco doncel, cuanto tocaba

lo convertía en fuego de prietas buganvillas.



Distracción de los ojos para olvido del hambre

y del garfio del miedo aquella primavera,

que abría desde el Puente hasta la verde Ardila

sus cofres de colores, aromas vegetales

y enjaulados levantes con sus fustas de sal,

como si levantara la veda a Cañoherrera,

al Molino, Vaera, Casería lejana,

y anunciaba el verano, la Velada, los cines

como en un despilfarro de ilusiones y brillos,

para cuando algún día pasen raudos los años

halle en su viejo álbum consuelo la memoria.






Esquina del Gordo, entrada a las Callejuelas



ARCADIA DE ENTONCES





Días de aquella Isla de encanto provinciano

con su calle Real, intacta todavía,

y gentes conocidas -que no eran muchedumbres-;

cuatro coches, los carros con sus burros cansinos,

tropel de bicicletas a las seis de la tarde

desde el Concejo, río hasta las Callejuelas.



El barrio y su sosiego. Silencio mañanero.



Las calles, su barrido y su riego moroso

de vecinas tempranas, saludo y delantales

canturreando alegres a compás de una copla

de la Piquer, la Lola, el Pinto o Valderrrama.



El serrucho del Mirlo cuando la amanecida

-fogata para el frío- refilando maderas,

olor a pan caliente desde el horno del Cuco

(que fue banderillero de Joselito el Gallo)

a su panadería, y el humo de los churros

de la esquina -mi madre, simpatía, paciencia

y heroísmo-, la máquina del café con su pito

en El Gordo o en Gabino, choque de cucharillas,

las recias campanadas del reloj con cigüeñas

deshojando tañidos en la paz del entorno;

y la mañana, lenta, trenzando su rutina

de pregones y gentes cotidianas: el barrio

(sus casas solariegas con los cierros forjados

de primores barrocos, sus zaguanes de mármol,

azulejos miniados, portones señoriales,

y nombres y apellidos de realce y respeto:

Ibangrandes, Togores, Almeidas y Lazagas,

don Álvaro, Monzones, Granados y Palaus;

y los patios aquellos populares, ruidosos,

con sus cruces de mayo, tiestos junto al aljibe,

el ditero a la puerta voceando los nombres

de vecinas morosas aplazando la entrega)

de las Monjas al Carmen cruzado, por el viejo

renquear del tranvía, tintineo monótno

parecido al martillo de la Hojalatería

en pugna con la sierra ahogada entre virtuas

de la carpintería legendaria del Muerto;

y el barbero Jezule, al ritmo sus tertulias

de la limpia navaja o de la maquinilla,

poniendo una mordaza de chistes ingeniosos

a la boca rebelde con su lava política,

o evocando una tarde de Rafael, gloriosa,

feria la barbería de carteles y anécdotas,

igual que el parloteo en el taller bullente

de José el zapatero, crisol de comidillas

y hervidero discreto de las nuevas del vulgo

-el hambre, su soborno y chantaje a la honra,

el querido a hurtadillas, la novia embarazada

por aquel marinero que se fue para siempre,

querida con alhajas, sarasa despuntando,

cautela frente al tísico que pasa como un perro,

el asistente guapo, la criada de pueblo,

las peleas de patios, estraperlo, cantiña

fragmentadas, al modo de las tonadilleras,

espécimen del último varieté en el Teatro...-





Alguien -niño- acumula, condensa en sus pupilas

la historia fustigada por dentro de este drama

que endulza sus costumbres con "Qué se le va a hacer"

y "Dios dirá mañana", esbozo de sonrisas

y gestos resignados de tan grises hazañas,

retiene en su memoria imágenes y voces,

los sucesos, los guiños del tiempo despiadado,

para cuando encanezca el corazón a solas

y cual fruta madura la evocación le caiga,

tenga, al menos, las señas, como brasas tenaces,

de un fuego que fue un día padre de esta memoria.





"Tántalo", revista cultural, enero 2000







MEDITACIONES DESPUÉS DE LA LECTURA
DE LA EPÍSTOLA MORAL A FABIO


            
I

y callado pasar entre la gente,
que no afecto los nombres ni la fama 

                               Epístola, ll6-ll7

Olvida casi todo lo vivido,
que es siempre malo, y sueña con azules,
esos celestes de las lejanías

que evocan finas músicas de esferas.
Sube a la tentación de la montaña
donde la soledad te pone a prueba.
Conversa con silencios sugerentes
y abre cofres de hallazgos interiores.
Aprende a morir solo y no te quejes
sino de la inquietud o la nostalgia
que sientas por el grueso anonimato.
Sé fuerte. Busca en ti tu yo más puro.
Como no morirá nadie por ti
y a esa hora serás más fiel que nunca
a tu vida, comienza ya a podarte
de inútiles y vagos pensamientos,
hojas secas que no te pertenecen.



 I I


Más quiere el ruiseñor su pobre nido
de pluma y leves pajas, más sus quejas
en el monte repuesto y escondido,
que agradar lisonjero las orejas...

                   Epístola, 46-49


Si toca con sus dedos el paisaje
o en la casa los muebles, las paredes;
si viene con mutismo y la cabeza
reflexiva, inclinada y suspirante
y la mirada en derredor perdida
como paloma vieja y moribunda,
sabed que es eso la melancolía.
Viene de la estación del desengaño
donde esperaba trenes de esperanza;
se cansó de esperar. Lluvias y frío
soportó. Fue un engaño. Vuelve ahora
a la naturaleza de lo humano:;
aguantar los puntales de rutina
y heroísmo sus techos de paciencia.

Lo demás es un sueño que acompaña
al desvalido corazón. 
                                Viajes
imaginarios, bellas decisiones
por dentro de su sueño clandestino
que sirve de reposo, de almohada
cuando se viene de la vida, y ella
nos ha azuzado perros de su acoso.



III

Un ángulo me basta entre mis lares,
un libro y un amigo, un sueño breve
que no perturben deudas ni pesares.
 
                        Epístola, l27-l29


Tras la ventana miro ese paisaje
donde anónimos árboles sestean
la tarde lenta y jade del verano.
La mecedora, tardo el balanceo,
y la lectura plácida desatan
las amarras de cierta somnolencia.
Una brisa de paz y de abandono
murmura en mis oídos y me trae
recuerdos de lejanas alegrías.
Me adormilo, y el tiempo, astuto, pasa.
Son las seis. Llaman. Es mi amigo. Viene
a conversar en plática animada.
De asuntos graves y también sencillos,
envueltos en la nube del aroma
que el café nos regala, departimos.
Y así la vida como un río corre
llevándome en los lomos de sus aguas,
pero en reposo, sin que yo lo note.


"Tántalo", revista cultural trimestral,
septiembre 2000




SÉ FUERTE, CORAZÓN, SÉ YUNQUE Y PIEDRA

Ya dulce amigo huyo y me retiro...

                   Epístola Moral a Fabio

 
Sé fuerte, corazón, sé yunque y piedra
contra el martillo ciego de los días;
desoye el galopar de los recuerdos
y apaga chispas que el dolor te arranque.
Goza en tu torreón de fortaleza
con la serenidad de una montaña.

Que tu paz, con esfuerzos florecida,
huela a espliego del ocio y del olvido.
Si no eres fuerte, corazón, seguro
te arrasaré al aguaje de las cosas,
el tumulto de azares agolpados
y la nada final del desaliento.

Sé fuerte, corazón, se yunque y piedra
y siéntete feliz en tu sosiego.

Más que lograr conquistas y laureles
y la felicidad que te den otros,
gózate con tu propia posesión.

"áMBITO" de la poesía y las artes, invierno de 1997



ORACIÓN A LA VIDA


Vida, desnúdate de esos ropajes
que te ponen encima las desgracias.
Déjame ver tu cuerpo como un río
que pasa transparente y jubiloso.

Sé que tú en tus entrañas misteriosas
no eres triste ni absurda ni mendigas
céntimos de esperanzas a los hombres.

Tú, Vida, eres -amante, madre- fuerte,
muro espacioso y alto, fustigado
por lluvias y granizos de los siglos,
por roncos oleajes de miserias,
por sucesos de manos asesinas.

Tú, Vida, manantial eres de asombros,
pero cegado por palabras hueras,
por fangos de crueles sentimientos,
por espinos de las ingratitudes.
Vida que estás en mí, jamás te caigas,
jamás te agrieten golpes y suspiros,
jamás el aire triste te envenene
ni te arrebate el odio la sonrisa.

Yérguete como cumbre de montaña,
renace como el mundo en cada aurora,
y si el dolor te lanza su bisonte,
resiste con escudo de coraje
y el lúdico alborozo del que lucha
la bandera, a pesar de que amenace
el bronco nubarrón de la derrota...

La bandera invencible que tú eres.

    Pliegos de correspondencia poética 

del Grupo "áMBITO, invierno 2000

























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