martes, 10 de marzo de 2015

POESÍA: ARTÍCULOS DE ENRIQUE MONTIEL SOBRE POETAS Y ESCRITORES DE LA ISLA DE SAN FERNANDO


POESÍA: ARTÍCULOS DE ENRIQUE MONTIEL  SOBRE POETAS 
Y  ESCRITORES DE LA ISLA DE SAN FERNANDO, EXTRAÍDAS 
DE SUS COLABORACIONES EN DIARIO DE CÁDIZ
BAJO EL EPÍGRAFE DE CALLE REAL


 

Calle Real de San Fernando. A principios del siglo  XX
Archivo Quijano 


03 Abril, 2016                    LEJANÍAS







Un verano fui a Galicia. De hecho fueron muchos veranos los que fui, los que iba, pero ese verano concreto que fui a Galicia, al volver escribí un Calle Real en que describía la vuelta, el encuentro con el paisaje, el aire, la luz de La Isla. Días después, quien era el Sumo Vigilante de las esencias cañaíllas, el inolvidable Ignacio Bustamante, me abordó por la calle para felicitarme por ese artículo, que seguro debe estar en alguna de sus carpetas porque me dijo que lo guardaría. Siempre que vuelvo de algún viaje, como hoy de Jaén, la ciudad de mi padre, a donde fui a presentar mi último libro, recuerdo aquella vuelta de Galicia, aquel artículo y a Ignacio Bustamante diciéndome, tras la advertencia de rigor -"tú sabes que soy el primero en criticarte cuando así me lo parece"- que le había gustado muchísimo el Calle Real.

Ignacio formaba parte de un grupo irreductible de vecinos a los que La Isla les colmaba de felicidad. Eran amantes apasionados, grandes servidores y defensores de lo que fuimos y de lo que éramos... También de lo que deberíamos ser. En ese grupo habían estado Alberto Otero, Joaquín Ruiz y Fernando Miranda, fundadores de Mirador de San Fernando; José María Hurtado Egea, el gran poeta Rafael Duarte, Germán Caos Roldán, José González Barba, Juan García Cubillana y Juan Bohórquez Sargatal, Joaquín Quijano, Jesús Martín Almeida, Joaquín Rodríguez Royo y Juan Ortiz, Vicente Mira, Quintín Dobarganes y Nicolás Alonso y Paco Gutiérrez Macías, José Carlos Fernández Moreno... Justo es añadir la gran nómina de los integrantes de las hermandades y cofradías, las instituciones de La Isla, a su manera defensoras de la ciudad...

¿Hoy? No conozco a nadie con el liderazgo de Ignacio Bustamante, el liderazgo de amor a nuestro pueblo. Digo que he vuelto y he visto los caños espejear bajo el sol de la tarde, el aire, el caserío blanco, el cielo de azul familiar, el prohibido paraíso de mi querido Juan Mena, ese conjunto de elementos que han configurado siempre este modo de engloriarnos los isleños de la ciudad y del imaginario que la preside, pero ya no es lo mismo. Recuerdo al poeta que dijo que nosotros los de entonces ya no somos los mismos. Nosotros los que quedamos, por cierto. Ya encanecidos, enhiestos con esfuerzo y muchos días habitantes de ese territorio inevitable llamado Melancolía. No se trata de o corte o cortijo pero tampoco la desidia ni el abandono.

Cada Calle Real que escribo desde aquel día en que Ignacio Bustamante me la alabara con entusiasmo previa advertencia de que yo sabía bien que me leía siempre con espíritu crítico, quiero yo que sea una manera de que no mueran, no se olviden todos los que, porque amaban a La Isla con pasión, supieron enseñarme el camino de ese amor irreductible y fecundo. En donde no hay lejanías.




 
Calle Real de San Fernando. Hacia la Plaza de  la Iglesia desde Capitanía. Época actual. Foto de internet.

 

martes, 12 de abril de 2016   AYER, 23 DE ABRIL DE 2016





Ayer Luis Berenguer me leía Tamatea novia de otoño en su casa de la calle Real, la casa de su suegro don Rafael Monzón, magistrado de lo Laboral. Ni podía imaginar que dos días después estuviera luchando contra su propia muerte, que lo venció a las doce de la noche, sentado en el salón de su casa. Ayer fue el 12 de septiembre de 1979, mi hija May tenía unos pocos meses, cuando volví a casa dormía. No recuerdo exactamente quién, días después, me dijo lo que todavía no he logrado superar, que Luis Berenguer, mi amigo y mi maestro, había muerto. Le dieron sepultura por la mañana y por la tarde contraía matrimonio el poeta Juan Mena. Juan Mena también era muy querido por Luis Berenguer, lo admiraba ciertamente. Bajo la conmoción de la mañana estuve en la iglesia del Carmen, donde se caso mi querido Juan con Eusebia. De emoción en emoción. También ayer recordé esa boda de septiembre de 1979. Ayer recordé muchos recuerdos de mi vida, como la forma resignada que Pepe González Barba solía emplear para su casa: Villa Humos. González Barba fue un figura muy importante en mi vida de escritor y en la vida de muchos escritores de la Isla. Fue un gestor cultural de primera, desprendido y generoso. Durante años participó activamente, en primer plano, de todo lo que culturalmente se animaba en San Fernando. Escribía bien, hablaba bien, era un hombre humilde y sencillo. Con una gran biblioteca, una gran cultura. Ayer lo recordaba junto a Germán Caos Roldán. Germán era la vocación inmarchitable. No he conocido a ningún escritor con más voluntad de ser, más letraherido que Germán Caos. Fue un hombre magnífico y con los pies en el suelo. Juan José García Sánchez, que también recordaba ayer, era otro escritor de la ciudad del medio siglo que poseía una vocación de acero por la Poesía. Hombre pausado, bondadoso, vivía en un Parnaso propio con domicilio en su casa de la calle Ancha. No era Juan Mena, claro, ni aquel Rafael Duarte desbordado al que de vez en cuando le llegaban metáforas deslumbrantes. Duarte y Mena agavillaban a cuantos se fueron acercando a la Poesía, a la Literatura. Y publicaban ayer cuidados poemarios en humildes revistas, pionera de las cuales fue Erytheia, que hacía Julián Blasco Moyano, que también escribía muy bien y dinamizó a su modo la literatura cañaílla. Antonio González Muñoz seguía desde Conil el curso de los acontecimientos literarios desde una Librería-Papelería a la que quiso llamar La Cañaílla, lo cual que no era sólo un guiño. Por entonces no había llegado ni Antonio Bocanegra Padilla ni sus poemas de Ronda, súbita invasión. José María Hurtado no había empezado a publicar sus archivos y dos mujeres distintas, Amparo Gordillo y Soledad Lozano irrumpían en el panorama con sus poemas. Puede que Puri Galán hubiera sido la pionera de esta generación.



Hoy llueve
llueve sin descanso
como una hemorragia llueve
lentamente

desacostumbrados los ojos
sobre el parque
las calles presurosas
llueve hoy

Hoy llueve y nada mejor que un fado
para que cale el agua de la lluvia de la tristeza
lo inunde todo de voz que se lamenta
del vivir

Está gris todas las horas
previsible, ay, lo que acontece
la soledad, el silencio que acaricia la voz de Amalia
y de Carminho

Recordaré siempre Lisboa con sol
y Porto, Coimbra nublados de Atlántico
mas no el sol del Alentejo ni ese territorio de frontera antigua con caños
como los de la Isla mía

Llueve, ay...

Todo está mojado, las calles, mis ojos...


OBRAS DE ENRIQUE MONTIEL:



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