domingo, 22 de marzo de 2015

POESÍA DEL MAR (IV)



 Poemas de Cuando la mar es hora hospitalaria (2008),
editados también en la WEB ARENA Y CAL, en el año 2008
y en la revista áMBITO (2002)



 

 Cuadro de María Jesús Rodríguez Barberá


HUIDA AL MAR PARA RESCATAR LA PALABRA


El estío, que es boca llameante,
la playa que es regazo o andén de olas,
la tempestad, combate de maretas,
la bonanza, la siesta de la mar,
las rocas, espolones litorales,
el repunte, hinchazón de la marea,
los oleajes, recuas son del agua,
las calas, los rediles de las olas,
las corrientes, efímeras culebras,
la espuma, la sonrisa del bajío,
los cantiles, mentones de los muelles,
la escancana, en la arena, garabato
los buques, paquidermos navegantes,
los barcos, lentos yugos sobre el agua,
los velámenes, blancas cabelleras,
la estela, rauda rúbrica ilegible,
la lontananza, qué diván de nubes:
mi soledad, dominio del silencio,
mi mirada, una red sobre las cosas,
mi corazón, un cofre de recuerdos,
—tu recuerdo, aguijón en mi memoria—,
tu ayer, moscardoneo en mi pasado,
tu nombre, cuchillazo de fonemas,
pero el mar es refugio confidente,
mansión de brisas y de gaviotas,
gran palacio de cuarzo delirante,
albergue para olvidos ciudadanos,
alivio de la tierra desterrada,
antiguo magma, origen de la vida,
madre remota y honda de los cuerpos,
en ti vuelvo la cinta de mis años
e igual que el alba a punto de su estreno,
resurjo de cenizas anecdóticas,
de pretéritos restos desoídos,
de alfoces con historias oxidadas.
El estío, que es vaho de calina,
la playa, asilo de las olas viejas...
Aquí, exilio de todos los relojes,
cementerio de todos los agobios,
hospital de la risa malherida,
los caminos jubilan sus llegadas,
pues se supieron cicatriz de penas
en la sufrida piel de la ciudad.
Dale adiós a la técnica engrasada
que se mantiene como los tiranos
con la salud de tanta servidumbre. 

Que sea el verano isla de sosiego,
zaguán de un paraíso recobrado
detrás de tanta niebla de ignorancia,
detrás de tanto escombro de ruidos
de donde desentierro la Palabra,
inhumada en el barro del consumo.







Cuadro de María Jesús Rodríguez Barberá




DORMICIÓN DE LA MAR
 



   Amplia, la mar dormida en sus orillas,
perro pastor al sol de la mañana. 


   Empuje es la marea, vítrea mano,
madre a la cuna de su niña insomne.


   La mar también es niña grande ahora,
expandida en su sueño de las cinco,
sin que vahajes ni averíos ricen
sus tan frágiles alas por la piel
verdiazul con estrías blanquecinas,
policromo animal de otro planeta. 


   Solamente un extraño paseante
testigo es de esta mar en abandono
como el que en este instante se parece
a una marina que en un bar sosiega
por la prisa que acalla en las miradas. 


Te quiero, mar, así también, lo mismo
que cuando te despiertas y enfureces
como un dragón de escamas diamantinas
dando zarpazos de agua a la roqueda,
haciendo añicos la cristalería
que levanta, de pronto, un maretazo. 


   Mas no te empines, mar. Ahora, olvida
cementerios que llevas en tu vientre
de corales y huesos de marinos,
llantos que ahorcaron aguas y sargazos
y el negro de dolor en el recuerdo
para quienes te odian y desgarran
tu nombre en el rincón de un almanaque.


   Duérmete en el regazo de la siesta.

 
   Olvídate del mundo, ese tablero
en que juegan azares e intereses,
pradera donde pasta sin clemencia
la muerte con su piara de desgracias. 


   Tu sueño yo defiendo del remusgo
que irisa tu epidermis de bonanza
y a las aves que aquí en los litorales
sobrevuelan, cenefas de tus olas,
y con la calma sin tic-tac de tiempo
les leo versos con rumor salobre.


Estos versos, postales de palabras.
 




Playa de la Victoria -Cádiz-




HACIÉNDOLE COMPAÑÍA AL MAR
 

Sé, mar, que a solas vives en tu invierno de estaño
recordando los brillos de felices estíos
con gente que habitaron tu agua hospitalaria,
con ecos que anudaron amantes en tus brisas. 


Aquella algarabía de niños hoy te alivian
la herida de una ausencia que el invierno te enluta,
los meses atezados de calor aún calientan
tu corazón de padre, Poseidón amoroso
celando en tus entrañas nudos de protozoos,
que es pasado del hombre, pues salimos de ti,
y la sal del sudor nos recuerda tu origen. 


Pero hay hombres, hay fábricas, hay barcos
asesinos vertiendo venenos en tu boca,
que a las orillas trae caracolas y algas,
manchadas de coraje por la devastación. 


Hay humanos ingratos que ni siquiera intuyen
que un día fuimos piel de agua, leve escama,
branquia resplandeciente, ojos que lamentaron
dejar de ver corales y visitar madréporas. 


La soledad te echa su manto de silencio
sobre tu inhábil, móvil epidermis verdosa,
y, a veces, te atenaza con sus manos grisáceas
de gigante de hastío, paquidermo de tedio
que recorre tu arena como guardián ceñudo
de un frío territorio, de un dominio en que lloran
tus olas, añorantes de esos cuerpos que luego
olvidaron tu risa como astillas de agua
garlopadas por vientos, esquirlas oceánicas
como besos de auras.
                                      Pero yo estoy aquí,
mar, para consolarte, colorear tu albergue
de fragor enojado, con versos como alientos
que apuntalan el techo de mi sobrevivir.







Entrada a San Fernando -Cádiz-, años cuarenta y cincuenta 
 (Postal municipal)

Vista de la entrada a San Fernando (Cádiz) por el Puente Zuazo


CONSOLACIÓN EN LA MAR



    Huyo de la ciudad, pero amo a los hombres,
arpas ya descordadas por las manos del tiempo,
—como yo— o por las manos del amor y el desvelo,
o el plectro del sufrir, que late oculto. 


  Sin embargo, el olvido, confuso, me aconseja
vaciar mi corazón de anécdotas y nombres
para escarbar en mi cansancio a solas
mis señales más puras, verdaderas
y cuando halle las palabras puras
—las palabras que están en minoría—
que enterraron las grandes multitudes,
volveré a llevarlas a los hombres,
muy seguro de que me escucharán,
las palabras precisas, suficientes,
que nos animan a sobrevivir
y enlazar nuestras manos, estas manos que ahora
huérfanas de una fe y de la confianza,
se pierden en la prisa y los ruidos. 


     Dame, tú, mar, un sorbo de vahaje del sosiego
y déjame encauzarte las palabras
que en la ciudad se vedan, se amordazan
a los poetas porque las consignas
del tumulto deciden otros guiños. 


    Pero aún quedan vocablos,
vocablos que no están contaminados
por la frivolidad, por el consumo.


    Déjame, mar, que te los diga
a tu oreja de limpias caracolas. 


    El viento, rumoroso mayoral, oleajes empuja
—verdes recuas de agua— hasta la playa,
ardiente abrevadero
donde los oleajes a dormir se reclinan
espumosos lo mismo que borregos lanudos. 


    También te he visto, mar,
cual manto de marea sacudido
sobre los hombros pétreos de la tierra
cuando el dragón del huracán te agita... 


    Pero, ahora, descansa y sé ya campo
que atraviesan los buques como arados gigantes.
Idílico mar mío, pentagrama de brisas
como vestales blancas, como musas aéreas
que desatan sus peplos con cordones de algas. 


   Hoy me olvido de tanta boca de maremotos
y de airados naufragios que entierro en tu pecera.


   En las manos de niña de esta tarde,
eres ese poema, renglón amanecido,
que se queda en los labios del asombro... 


Lenta bonanza de postal marina.




Cuadro de María Jesús Rodríguez Barberá


DEJAD QUE EL OLEAJE ME CUBRA...


   Dejad que el oleaje me cubra hasta los bordes
la obstinada memoria.

   Como Bécquer, no quiero quedarme con el peso
de recuerdos, qué incómoda esa alforja.

   ¿No serían, como bandada de palomas,
las cabrillas del agua
sobrevolando el derrumbado cuerpo en la arena
de plomo?

    Las aguas con piedad, que no es costumbre en ellas,
arrancarían mis recuerdos lo mismo que se arranca
la hiedra de los muros,
y yo me quedaría tan limpio como un alba
que sale del templete de la lluvia,
como un adolescente de andadura
arrogante 
por las emocionadas calles de su amorío
recién abierto y fresco como boca de abril.

   Dejad que el oleaje en rebeldía
me asalte con sus uñas espumosas
y se acerque con mano arrasadora
a este podrido cofre que es ya mi corazón,
yunque de sinsabores, tambor de los pesares,
donde el ayer redobla su tristeza,
donde guardo monedas de tantas experiencias
con óxidos sufridos de pasadas historias
igual que un bodeguero descubre que sus vinos,
agrios, huelen a pena, ¿qué hará con sus toneles?

   Dejad, donceles vientos, que las olas
me traigan sus rumores de agua niña
y esta cala pequeña que es mi alma
se sienta como el mundo se sintiera
en aquel balbuceo de los tiempos,
pórtico incandescente de la primera aurora.

   Y en ese instante mío hospitalario
deshojará mi flauta sus tréboles de sones
para nuevas crisálidas de música,
porque el azar es como un pentagrama,
y es que nada está escrito,
y el disidente río de la vida
desciende ciego por un cauce aciago
de irracional y ronca torrentera.

   Quien necesita un apagón de olvido
viene al destierro de una playa y deja
que el agua con su lengua compasiva
borre los pasos de una fiel memoria
y le traiga en la brisa simientes de esperanza
en días venideros de mejores cosechas,
y le lave con agua de aventura oceánica
la mirada, tan sucia de mirar tanto el curso
de días con Damocles, verdugos de ilusiones
tumba de la esperanza, alfoz de desengaños,
contenedor de mustios ideales.

   Todos oímos, pero le ponemos
mordaza al grito de injusticia al mundo
convertido en husillo de maldad que lo anega.

   Dejad que el oleaje...




 

Islote de Sanctipetri San Fernando -Cádiz- (Internet)

MUEVE EL VIENTO EN LA PLAYA...


Mueve el viento en la playa sus hélices de espuma
eres tú un espejismo que titila en las olas
las manos instantáneas de salitre y sargazos
como si fueras crátera de donde sale el vino
gualdo del mediodía y el viento dentellea
la rebelión del aire gira a sus soledades
corre a los farallones mordiscos de maretas
allí con su rugido de espumosos leones
el ojo de la mar de iridiscentes guiños
me mira con envidia sabe que soy el dueño
de un vergel instantáneo de un jardín imposible
de azucenas fugaces tronchadas entre rocas
sobre el que tú caminas ¿un fantasma en bikini?
eso fue ayer qué fiesta tu risa en mis oídos
tu piel melocotón bargueño de ternuras
ahora la rosa ausente me deja su tarjeta
el enconado espino de un garfio de rencores
mientras en la distancia planicie de los ojos
llanura en la que trotan mis potros de miradas
el velamen del barco melena para brisas
ondeante pañuelo de muda despedida
en la bonanza siesta de la mar acunada
por doncellas que son las vagas ventolinas
va tu estela escribiendo rúbricas en el agua
garabato de sales culebreos de pecios
hacia la lontananza acuoso precipicio
de esta mar que libera sierpes de lejanías
vas rompiendo collares de la espuma más sílfide
hendiendo las gargantas de oleajes con proas
bitácora de adioses no eres tú buque airoso
elefante de mar sino pequeño arado
modesto y ronco yugo acuchillando el agua
abre surcos de acuáticos renglones ilegibles
escorada bahía desván de singladuras
cobijo despoblado donde la mar guarece
cansancios y naufragios cementerios de ayes
restos de marineros banquete de los peces,
la mar se desespera de ser un camposanto
que manteles de agua riente disimulan
yo desde la ensenada gran ventanal y asilo
de las embarcaciones dormición de pleamares
necrópolis fugaz de los glaucos repuntes
te miro como cuando en la niñez veía
barquitos de papel en la fuente del juego
huérfano de ti ahora sangrando de nostalgia
desde los farallones que son como mordiscos
que a bajos litorales da la mar dentellean
espolones de piedra salientes como uñas
defendiéndose rudos de garfios de abordajes
instantáneas las dagas, las lascas de cabrilleos
te miro leve barco entre rebaños de agua
como raudas ovejas de agua en su manada
en el acristalado y efímero sosiego
del mediodía altivo en que duermen marolas
palestras de la mar beligerancia a solas
tú isla hospitalaria y plácida madera
que llevas como huésped a quien amé adiós
bajo a la playa dunas arrugas de la arena
me avecino a la orilla regazo de las olas
que a morir vienen como a un hospital abrupto
de tortuosos peñascos ya me vuelvo hacia mí
la mirada que ha sido cofa de mi agonía
mirada tanto tiempo guardián de ti qué acuario
de ilusiones volátiles águila que desploma
su altura vigilante carroña los ayeres
me puedo despegar la piel de mis recuerdos
encantos que tatuaron mi juvenil memoria
para poder vivir tan sólo basta ahora
hasta cuando este tiempo desguace mis preguntas
arrastrar este carro mi nada itinerante







Barca en el caño "Río Arillo"  (Internet)


EL ALMA DESASIDA DEL VERANO



     Plural soy en cojines de esta arena

y danzo en vivas ascuas estivales
    calor soy del mirar incandescente de las pupilas claras del verano
hoces de bajo fuego que persigue la piel por los sudores tatuada
    gente que goza el aire llameante 

mientras otra son brazos del trabajo
    hambre de subsistencia entretenida invocación 

servil de la moneda
    acaricio cabellos brazos senos comparto con los jóvenes su gozo
y soy grito en la lengua de sus juegos cual ambiciosa espora 

    entre la espuma
asimilo las fiestas de la orilla soy gárgola de risas de los niños
    y me enhebro en sus juegos los dilato 

con la largueza vesperal del ocio
    sesteo con la holganza de los padres y con la placidez 

de las esposas
    soy sed y hambre con los refrigerios flameo en la calina 

de la siesta
    con las lenguas eólicas del aire relato historias de los marineros
hijos de los naufragios y banquetes de peces 

    que trocean sus despojos

(¡olvidad, olvidad el catafalco que la mar tiene oculto 

     en sus entrañas!)
del oleaje su fragor modero y hago atrayente su cristalería
    vidriera undosa en trizas estridentes en la canicular fiebre 

soy brisa
   y satén con los dedos del vahaje asomado al pretil de los sentidos
(¡amasad con los restos de tragedias vendas 

   para ilusiones mendicantes¡)
soy la hamaca invisible del sosiego y en mi feudo de paz 

   ha establecido
su inviolable palacio la inocencia paseo por terrazas me extravío
   por los bosques de todos los ruidos y músicas radiales destrenzadas
   como airones de múltiples compases en el hervor de bares anidados
   soy vibración y en mi latencia asumo el contorno feliz la vid 

del día
   es ya vendimia en el lagar del orto zumo de amor la playa se embriaga
   con las uvas moradas del ocaso densa la desmemoria sobrevive
perro la mar carlea en las orillas ya cansada de acuáticos senderos
   sacude el rabo roto de una ola y entre las rocas tiza espolvorea
yo le acaricio el húmedo plumaje irisado de guiños del poniente
   y ella sonríe con temblor de niño por sus dientes de blancos cabrilleos
   tan grande en las pleamares ondulantes tan contenta anfitriona de los buques
   tan alta en la vidriera de la aurora tan rumorosa entre vestales brisas
   tan larga en el alféizar del poniente y ahora pequeñita 

y moribunda
    viene a morir en una concha blanca me mira con sus ojos derrotados
   gemelos del crepúsculo que lejos le consuela en su hora postrimera
   le pone catafalco de violetas yo también mar me muerdo 

mi destierro
   desgavillado de la gente a trizas el corazón de historias fragmentarias
   vengo a desenterrar ayeres restos de tardes con ruinas de mareas
de tardes en que fuimos flor de idilios



AL VERTE EN LEJANÍA...


       Al verte en lejanía, la belleza
me sirve de consuelo imaginario
       lo mismo que a un poeta primerizo,
y veo con la estela de tu adiós
      que el mar todo es bajel para acunarte, cabellera de lona 

es el velamen
      de veleros que arando van las aguas,
bueyes en ondulantes sementeras,
      barbechos los inquietos oleajes
cuando el repunte es bíceps de este mar
     que rompe cuarzos en las rocas mudas
y en los andenes de los litorales
     deja su tren acuático de olas
y tu ausencia, penumbra en desamparo. 


     Gaviotas en séquitos rodean
la pleamar, efímera montaña
     igual que lapislázuli carroza,
lascas de vidrio luego en los cantiles,
     sílabas de tu nombre que pronuncio en el viento 

de un sueño desoído. 

   Ella se va, mas tú me quedas, mar,
inmensa amada, mar, ¿cómo abrazarte?


   Tú tampoco eres buena, mar, tú matas
con tus brazos de elástico oleaje,
con tu boca voraz de dinosaurio
cuando te tragas buques y marinos
con música infernal de tempestades. 


   Hoy no puedo quererte como cuando
te di hospitalidad en un poema
y tú me sonreías como un niño
con tus dientes de espuma y manos de algas
en un verano idílico en que fuiste
la vidriera de agónicos ocasos,
amiga que me hablaba con tus brisas
y en el ánfora viva de su cuerpo
volcabas flores líquidas tu ola,
y la felicidad aquel estío
habitaba en su boca y en la mía. 


   Hoy no te amo, mar, porque en tus pliegues
de marolas me traes los sollozos,
los gritos, la memoria acuchillada
por tsunamis y pecios de naufragios. 


    Hoy no te quiero, mar, como no sea
que te arrepientas y a mis pies te eches,
    pidiéndome perdón por tus desastres,
pidiéndome caricias en tus lomos
    de animal que ya entiende de ternuras,
mientras ella es el único madero
   que tengo al zozobrarme la memoria
y, a pesar de su hiel de despedida,
   su barco es torre azul del horizonte.
y por ella es diván tu lontananza.




 
 Foto de internet


HUIDA PRECIPITADA POR DELIRIOS SENSORIALES 




Rumor de la ciudad que se deslíe en la espalda fugaz de la distancia camino hacia la mar lengua de piedra cinta de claridad el horizonte se oye el fragor viril del oleaje que columnas corintias rotas vuelca rabia la arena ¿no es metal ardiente? la brisa frescas orlas me agasajan la playa es un regazo de maretas adonde llegan a morir sangrando diezmadas en la lucha con la aurora largas boas de agua ensortijada pero algunas sonríen por la espuma y dan a la roqueda sus cabellos embarazo salobre la marea y se pone su peplo esmeraldino estoa orgullo de la lontananza coreada por leves ventolinas a lo lejos los buques hienden lentos paquidermos los yugos de su quilla en los barbechos móviles del agua sementera de acuáticos terrones escrito ya el poema doy licencia a la musa  a que huésped sea del aire y su sonrisa grane en resplandores echo a volar mis ojos que compiten con gaviotas en sus zigzagueos pero al fin en las ánforas descansan las ánforas que mueven femeninas flores ansiosas de que se las miren la carne en su mañana de esplendores indemne ahora de la marchitez polifemo del cielo el sol incendia las láminas de jalde  de la arena la playa es el andén del oleaje que viene con flagelos de las brisas y el rezongo en las rocas es sollozo o gruñido almohada los cantiles donde el mentón de sus cachones hunde mas si sonríe greca la escancana se ve a la mar en su inocencia impúber niña en las frondas de su adolescencia pisa el día el umbral de su vejez dinteles son las horas con penumbras la lengua de la mar habla con musgos y son sargazos sus conversaciones  y con sus ojos múltiples te mira ahora la mar que su pelaje enarca pero vista a lo lejos es pecera gigantesca en las manos del repunte ara fragosa la pleamar altiva sacrificio al cruento dios Ocaso desguaza en el regazo de la arena la mar el engranaje de sus olas belleza loca etérea que delira manirrota de aves llameantes si he de morir oh qué ataúd la escora del buque de la tarde naufragada




 


Cuadro de María Jesús Rodríguez Barberá


  NOCHE ISLA DE OSCURIDADES



  
    Se amordaza la noche con silencio 
el amor mima a solas sus recuerdos
    isla de oscuridades desterradas arañas de destellos las estrellas
minúsculos parecen los renglones 

    de la historia visual de las galaxias
peregrinas de luz del universo santuarios rincones los enigmas.


    Cimitarra de nácar es la luna un alfanje de hielo desvelado
de un Damocles en pliegues de penumbras después cortará el cuello de la noche oso inmenso con sombras por pelaje estamos solos 

(como está el dolor en el que lo padece ciego olvido del poeta de ahora que es hijastro de neones y asfalto del consumo leche efímera y frívola nutre.)
                                                                                                   
Y álzase carpa el viejo firmamento sorda vidriera bóveda del mundo
un techo artesonado de preguntas ¿también techo de paz sobre la tierra?—una tierra preñada de amenazas— como la infinitud  de nuestro amor.


Nunca la soledad fue tan gigante trepando el muro de la madrugada
poema insomne miel de mi vigilia atalaya en espera el alba asome
desnuda amanecida su sonrojo la mar un poco torpe soñolienta
se mueve lengua envidia se aproxima al borde de nosotros 
como vaca lenta y cansada que a dormir se acuesta en dunas 
de la arena su almohada escala de Jacob la luna pone en su grupa un gran ramo de narcisos.

Somos los dueños de esta noche solos en el regazo del amor colmad
y amemos las palabras desterradas por la modernidad desaprensiva las que malhieren corrompidas bocas de los que las albergan en sus lenguas como si fueran malos posaderos palabras que no son para este tiempo.





Poemas de Cuando la mar es hora hospitalaria (2008),
editados también en la WEB ARENA Y CAL, en el año 2008
y en la revista áMBITO (2002)






 

Playa de noche (Internet)





























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