domingo, 22 de marzo de 2015

POESÍA CLÁSICA VARIA Y VILLANCICOS CIVILES


               

              Foto tomada de internet
ROMANCE
DEL COND




ROMANCE DEL ARNALDOS A ORILLAS DE LA GRAN AVENIDA


El poeta, un ser extraño
-dices- en estas ciudades
en que ponen dedos sucios
los progresos colosales,
y la prisa es torrentera,
agua que empuja en las calles.
Poeta, que vas y vienes
-desconocido habitante-
por aceras en riadas,
por entre gentes mudables;
reliquia de tiempos idos,
fósil de sagradas frases,
pálpito del corazón
de siglos agonizantes,
en el asfalto te veo
como si fueses un ángel
desorientado, perdido
ante los escaparates,
bajo guiños de neones
y entre músicas salvajes.
En el bosque de cemento
y metálico en que estás,
dime, poeta, si aún oyes
a tu musa musitar
el poema misterioso
como de flauta y cristal,
como de palabra nueva
intentando despuntar.
“Yo no digo mi canción
Sino a quien conmigo va”.
De Los espejos preferidos (1999)




ANDALUCÍA (Décimas)


 I



Tienen sierra y tienen mar
unidas las ocho hermanas;
litorales y serranas
van juntas en un collar
donde se vienen a aunar
la pesca, la vid, la mina,
el pinsapar, la salina,
alcornoque y aceituna;
y ha sido también la cuna
del cante y la doma equina.

I  I



Gozo por ser español
y por andaluz, aún más;
pues, honrando a lo demás,
canto y celebro este sol
de Andalucía, crisol
de razas y de culturas,
benignas temperaturas
y de talante cordial.

Que hagan de ti un ideal
generaciones futuras.



 LIRA DE LA RECONCILIACIÓN ENTRE EL CORAZÓN
 Y LA CABEZA


El verso más pequeño
y el otro, que es su hermano y que es más alto,
me ayudan en mi empeño,
curan mi sobresalto
y de ambas manos voy por el asfalto.

Uno tañe la huida
y el otro -humano soy-, la servidumbre.
Pero en la recogida,
y como es de costumbre,
los dos juntan, al fin, su certidumbre.

El verso corto, enano,
y el clásico, con gesto de gigante,
se dan en mí la mano:
el uno, delirante,
y el otro, realidad torpe y punzante.

Los dos vienen conmigo.
Los dos conviven y se necesitan.
Doy a los dos abrigo.
Me enriquecen. Me habitan.
¡Cabeza y corazón se felicitan

en este cuarto antiguo
entre mis libros de literatura
con los que me apaciguo
y donde no me apura
la incertidumbre equívoca y futura!

Me asomo a la ventana
y en la esquina del Gordo el sol pregona
la brillante mañana
al perro, a la persona
y, además, con qué dádiva se dona.

De Erytheia o versos de circunstancias (2000)


SEXTINA DEL AMOR Y EL DESALIENTO
DEL TROVADOR PROVENZAL ARNAUT DANIEL


Allí está mi señora, de quien tengo tal hambre…

                                            Arnaut Daniel


Yo, que he sido maestro de las aves,
regalé cintas y alas a las brisas,
encendí tiernos leños de la aurora,
a Dios tengo latiendo en la plegaria
y me guardo las llaves del poema,
de ti no tengo nada más que el nombre.


Tú sabes el calor que da tu nombre
metido en el plumaje de las aves
cuando se abre el joyero del poema
y se escuchan minúsculas las brisas
con susurro menudo de plegaria
en el labio aún dormido de la aurora.


Cuando es fina caléndula la aurora
y trepa por los muros de tu nombre,
confío y lloro como en la plegaria
y me revolotea cuales aves
una esperanza con vaivén de brisas
que acuna la emoción de mi poema.


Es todavía niño mi poema
pero se ofrece espejo de la aurora,
guirnalda en los cabellos de las brisas,
caracola leal para tu nombre,
porque, aunque tú no estás, llevan las aves
en su vuelos barrocos mi plegaria.


A pesar de su fe, ya mi plegaria
se arrincona en silencio en el poema,
pero le animan a volar las aves
lo mismo por la noche que a la aurora
aunque sepa, es seguro, que tu nombre
se cae del regazo de las brisas.


¿No soy señor y dueño de las brisas?
¿No tengo a Dios viviendo en mi plegaria?
¿Por qué de ti no tengo más que el nombre?
¿Por qué huir del palacio del poema
cuando reina te quiere hacer la aurora
de todo bajo el coro de las aves?


Llorad conmigo, oh aves, llorad, brisas,
enmudece, plegaria, y tú, poema,
y que venga la aurora sin tu nombre.


De Un resplandor antiguo enciende hoy mi memoria (1987)


SEXTINA EN LA QUE EN PLENA PASIÓN CALLADA,
EL POETA FERNANDO DE HERRERA PIENSA
PLATÓNICAMENTE EN LA CONDESA DE GELVES

Goteas nieve mínima, tú, estrella.
Vives altiva y en tu cresta, oh lumbre.
Oculto fulges para mí, esplendor.
Garabato de fuego eres tú, luz.
Eres limosna rápida, lucero.
En tu espiral desapareces, llama.


Aunque crepitas fugazmente en llama,
siendo en mi cielo inaccesible estrella,
te haces parpadeante, azul lucero
que niega en el equívoco la lumbre,
que en mi constelación hurtas la luz...
di, ¿dónde está ya aquel vivo esplendor?


Ah, otra vez como un guiño el esplendor
con promesa de dádiva y de llama.
Ven como lazarillo, tierna luz,
y no te ocultes, peregrina estrella,
sino que bajes, indecisa lumbre;
deja, deja de ser falaz lucero.


Porque el recuerdo es leño; así la llama
crece como una ojiva de esplendor
y me promete acogedora lumbre,
un beso de calor como un lucero
que despunta en la tarde, flor de estrella
hospitalaria cuyo aroma es luz.


Habitar en los lindes de tu luz
como el aire es aliento del lucero;
almohada es la tarde de la estrella
para soñar su vívido esplendor
y acaba siendo corazón de llama,
confidencia a la sombra de la lumbre.


Te alejas, sí, como encorvada lumbre
y es rastro de crepúsculo tu luz,
chisporroteo vesperal de llama,
adiós de lejanía de lucero,
brasas de lo que fue rubio esplendor
hueco vacío donde ardió la estrella.


Mas fue estrella vivaz y alto esplendor,
y, aunque lucero huido y rota llama,
será para mí lumbre de su luz.

De Los espejos preferidos (1999)
                 




  ESTANCIAS EN HOMENAJE A GARCILASO DE LA VEGA

                 SALICIO

“Oh más dura que el mármol a mis quejas”,
te convoco al teléfono y me esquivas
y de tu fresca voz me desposees.
No sé por qué de tu calor me privas
y de tu aliento corporal me alejas.
Si yo te lo demando, no me crees,
Galatea, no lees
este oculto gemido,
que el cable estremecido
tiembla un poco por mí, me sustituye;
y mientras que tu voz de hielo huye,
tu número sin par me va omitiendo.
Mi presencia concluye.
“Salid sin duelo, lágrimas, corriendo”.

               NEMOROSO


“Corrientes, aguas puras, cristalinas”
de esta playa estival donde anduvimos
por la orilla en lentísimo paseo.
La brisa dijo lo que no dijimos
y entendieron las horas vespertinas.
La terraza del bar. Calor. Sesteo
de un rato. Fue recreo
a mis mendigos ojos
tus ligeros sonrojos
cuando, turbada tú, te pedí un beso.
(El calor más tirano, más espeso.)
Agotamos después, Elisa, el día
y yo no guardaré de todo eso
“sino memorias llenas de alegría”.


NOTAS

Galatea y Elisa son los nombres que da Garcilaso de la Vega a Isabel de Freyre en la Égloga I, en la él se desdobla como Salicio y Nemoroso para cantar los desdenes y la evocación  placentera respectivamente. Como se ve, las situaciones están trasladadas a la vida moderna.


De Los espejos preferidos (1999)





  VILLANCICO POR ROMANCE DE MARÍA Y JOSÉ 
CUANDO QUISIERON LLEGAR AL CENTRO DE LA ISLA 
DE SAN FERNANDO





José y María ya vienen
por el Puente de Zuazo.
Los dos llegan a la Isla
a lomos de un viejo auto
porque quieren que en la Isla
el niño nazca este año.

María contempla esteros,
José conduce despacio,
ya que María está encinta
y ha de evitar sobresaltos.


Les atrae, de momento,
mientras se van acercando,
la atención de ese Castillo
que llaman de San Romualdo,
todavía en trance de obras
y, por eso, inacabado.

A José lo que le importa
—por eso va cabizbajo—
es encontrar la posada
que los aloje en un cuarto.
Respiran cuando en la Venta
de Vargas hacen un alto.
María sonríe y baja
y José extrema el cuidado.

          
Entran, pero allí le dicen
que sólo se sirven platos,
que para alojarse vayan
al Salimar, que está a un paso
o al Hotel Roma, en que puedan
facilitarles descanso.
          
Calle Real. Las señales
tuercen el itinerario.
Hay obras: las del Tranvía,
Obras —dicen— a retazos.


Vallas por aquí y allá
que no permiten el tráfico
sino en raras excepciones.


“¿Voy a adivinarlo, acaso?”,
José le exclama a María
y ella calla y se hace cargo.

 
Ella lo calma y le advierte
que aquí no vale el enfado;
que pregunte que por dónde
los que vienen de extrarradio
han de llegar hasta el sitio
donde dejar tanto trasto
del viaje y respirar
los pies y el alma estirando.

Ellos ven que baja un taxi
y otro que cruza a lo largo.
“Pero, señores, ¿qué es esto?”
—José pregunta indignado—.
“Si subo, me ponen multa
por la infracción en que caigo,
y el alojo, si la encuentro,
me habrá de salir más caro”.
                 
“Mira, María—le dice—,
aquí hay que ser osado,
tener mucha cara dura,
y tenemos que arriesgarnos.

Calle Real por encima
de las vallas ahora vamos.

Ahora mismo no veo un guardia.
Nos pondremos en un salto
en uno de los hoteles,
el que sea más barato
porque la carpintería
da para hacer poco gasto”.

“¡Cuidado! —dice María—,
José, que te estás pasando.
Espera que venga un guardia
y nos resuelva este trago,
nos diga cómo llegar
a esos hoteles tan majos,
que deben ser, como muestra
el croquis de San Fernando,
el callejero que tengo,
ya arrugándose, en mis manos”.


“Que no, María, que voy
ahora mismo yo a intentarlo
y, si me para algún guardia
con intención de multarnos,
le diré que tú no puedes
aguantar más en el auto,
¡y si me multa, le obligo
a que me ayude en el parto!”



                        De Cauce oculto del tiempo (2014)



          Leído en el almuerzo del Pregón de Navidad de 2013



                  

ROMANCE DE CÓMO EL NIÑO NACIÓ

EN EL CENTRO DE CONGRESOS



Después de que les pusiera
algunos impedimentos
la calle Real arriba,
llegan pensando que a tiempo
de que el Niño nacer pueda
en estos cotos isleños.

Mucho antes que el tranvía,
José y María están dentro
de la Isla que, por fin,
la calle Real subieron
sorteando vallas, postes
con su automóvil pequeño.

María no aguanta más
este embarazo discreto
que José lleva obediente
en su estupor de Misterio.


El Niño quiere salir.
Vida humana está pidiendo,
pero, ¿en qué fonda, en qué hotel
si todo ya está cubierto?

Y pasando por las puertas
que es del Centro de Congresos
se le ha ocurrido a José
entrar, quizá por aquello
de que un público edificio
a ayudar siempre está presto.
“Pueden entrar, pasen, pasen
—el guarda les dice atento—,
los ediles y el alcalde
ahora se están reuniendo”.

María le dice al guarda
con desesperado gesto
que el Niño que va a nacer
viene por vía de apremio
y está a punto de parir
de un momento a otro momento
y no tiene un mal sofá
en donde pueda ponerlo.

María ya está cansada
y pierde el poco resuello
que le queda y con los ojos
se desploma en un asiento
que el guarda le pone amable
en espera de que dentro
oigan cómo el Niño llora
y ello ponga desconcierto
en alcalde y en ediles
que al oír este suceso
que anuncia el guarda, asombrados,
poco a poco van saliendo
y quedan estupefactos
con lo insólito del hecho.

Llevan al Niño a la sala
donde celebran los Plenos.

El Niño gime en la mesa
del alcalde en que lo han puesto
como cuna improvisada
sobre agendas de gobierno,
sobre carpetas y móviles
que guardan aquí silencio.

El Niño gime, se mueve.

El Niño está todo inquieto
y María lo interpreta
con sentimiento materno:
que si el Niño hablar pudiera
les diría con respeto
tanto a ediles como a alcalde
que la Isla no es un juego
de palabras en la mesa
para discusión de ellos;
que por el bien de la Isla
Tiro Janer hotelero,
San Carlos en todo uso,
Tranvía y Ayuntamiento,
Parque Bahía y Cefot,
que siempre ha sido tan vuestro,
para el bien de vuestra Isla
queden, por fin, ya resueltos.


Que por ser ésta la fecha
que a todos pone contentos,
por el bien de la ciudad
todos se pongan de acuerdo.  

De Cauce oculto del tiempo (2014)

 

     Leído en el almuerzo del Pregón de Navidad de 2014



              

      Plaza del Rey y Ayuntamiento de San Fernando (Cádiz)


VILLANCICO  EN ROMANCE DE CUANDO MARÍA Y JOSÉ
BUSCABAN POSADA EN EL AYUNTAMIENTO




Cuando María y José
llegan, al fin, a La Isla
buscando hostal o posada
—pues María viene encinta—,
se sienten muy atraídos
como si fuera una vista
la vieja Plaza del Rey
donde la gente se cita
en los bancos, en los bares
con olor a churrería.

De varios años acá
la Plaza del Rey se anima
como en décadas pasadas
a la Plaza Iglesia iban
vendedores de mariscos,
uniformes de Marina,
tratantes y comerciantes,
betuneros y taxistas
donde estaban concurridos
bares con tapa exquisita,
café para por las tardes
darle una calma a la prisa:
el Palacio de Cristal,
Bar Madrid, La Mallorquina,
Bar Isabela, Picó,
Auxilio Social: cocina
junto a aquel Cine  P u ch e r o
que hambre a unos pocos alivia;
y tuesta el café C r u c e i r a
que al olfato maravilla,
más abajo de Falange,
antes de doblar la esquina.

Telégrafos y Correos,
mensajeros de noticias,
y el puestecito de El  F o l i
para que no falten pipas
con que distraer el tiempo
mientras se ve la película:
el Cine Almirante enfila
las colas de los que acuden
a las sesiones continuas…

Esta Isla ahora es otra
y la juventud distinta.

El corazón de este pueblo
se expande aquí y regocija,
en esta Plaza del Rey
con su ayuntamiento arriba,
que quiere verlo ya listo
y por ese fin suspira…

Y, ¿a qué viene aquí la Virgen
con San José echando chispas?
Porque todo está ocupado
y ya a punto está María
de traernos a este mundo
al Niño de los carismas,
que ediles y la alcaldesa
aquí le den acogida 
al Niño que va a nacer
de manera fortuita
en el atrio que se honra
con esta hermosa primicia,
cuna y pesebre al que viene
devotamente La Isla
para adorar a ese Niño
que a Dios trae en su sonrisa,
pero María y José
dan las gracias optimistas
sin saber que está esto en obras
y ni cuándo finalizan,
y a lo mejor cuando haga
la comunión en su día
el Niño que nace ahora,
La Isla tendrá la dicha
de ver a su ayuntamiento
otra vez con buena pinta.


    


 De Cauce oculto del tiempo (2014)


 

     Leído en el almuerzo del Pregón de Navidad de 2015


















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