lunes, 23 de marzo de 2015

POESÍA CON PASIÓN METAFÓRICA Y CUATRO POEMAS EDITADOS EN PUBLICACIONES DEL ATENEO DE SEVILLA

 

 Rafael Cansinos Assens consideró la metáfora como el principal recurso poético en su Manifiesto ultraísta.

    Punto de partida:

  "LA METÁFORA ES LO QUE DISTINGUE AL VERDADERO POETA", DIJO ARITOTELES.




La metáfora crea otros nombres a partir del que sirve de referencia real. Se hace por analogía y se logra independientemente de la llamada imagen irracional, que compara con talante arbitrario sin que haya una relación entre lo comparado y lo comparable. Es pura subjetividad que da paso a una especie de arbitrariedad de la expresión verbal, que tampoco tiene que ver con la glosolalia del dadaísmo.



 La metáfora crea un mundo al lado de otro. El real queda eclipsado por el imaginado, que se considera nuevo frente al otro, el viejo, ya visto y pensado por el lector como una visión estereotipada.



Otro recurso es la sinestesia: interpretar el mundo abstracto con el sensorial, o bien combinando dos sentidos confiriéndoles matices que los presenta como nuevos.



Un tercer recurso es la novedad semántica (¿deconstrucción semántica, literariamente hablando?), consistente en unir palabras cuya presentación no recuerde otra ya lastrada y, por lo contrario, despierte una sensación de lectura nueva.

  
      

BELLEZA  MALHERIDA  EN  LA  MEMORIA



Te llevaste a la espalda un carcaj de recuerdos,
dardos que a la diana sentimental arrojas
con trofeos de mudos suspiros desvelados.

Iba de polizón tu tierra en la maleta
callando como un siervo sus carencias tullidas,
desierta la liturgia del trabajo
sobre un altar de espera disecada,
vacías las promesas de un maná para el sur.

Socavón se te ha hecho la distancia, agujero
en que caben las noches oliendo a remembranzas,
madrugadas que yerran por silencios insomnes,
y el corazón desmonta su tinglado emigrante
del agradecimiento al regazo anfitrión,
desvistiéndose de sus circunstancias
para quedar desnudo como un otoño airado.

Entonces, tantas piedras de glorioso apellido.
las vides, los olivos y la sal, camaradas
de un tapiz recortable, se te echan al cuello
de la añoranza, y lloras, andaluz en tu isla
de exiliado converso a otro cielo, a otra lengua
en que a diario oficias tu costumbre de ausente,
en que a diario sueñas removiendo el desván
de tu adentro, en que guardas tus ayeres más vivos,
sin poderte quitar el grillete que llevas,
preso de la hermosura que indefensa dejaste
reo de la belleza que llora en la memoria. 



 TRASTIENDA DE LA HISTORIA

Zaguán frío y espléndido del alba,
tropas de claridad adolescente,
río de los fulgores desatados,
vidriera con pináculo de sol:
Mañana, tramo juvenil del día.

Lengua de asfalto, hambre de distancia,
boas con serpenteo de cemento,
valle de casas con través de esquinas,
sendero para saurios de metal:
Carretera, lugar común de gentes.

Noria de una manida servidumbre,
paréntesis de horas entregadas,
cacería trivial del alimento,
galera en cotidiana singladura:
Trabajo, remo de supervivencia.
 
Melliza sombra de mi propia sombra,
albergue acogedor de mis andanzas,
asa hermana del cesto que es la vida,
vientre del magma maternal del hijo:
Mujer, llave de la naturaleza.

Alforja de experiencias escondidas,
aldabón de preguntas en el pecho,
corona de problemas en las sienes,
muro al que asedia sin fragor la muerte:
Hombre, miseria y oro de la tierra.


              

    
  EMOCIÓN PARA GLOSA INTERMINABLE


Mano mayor que el mundo, risa que ahuyenta el miedo,
cumbre de un regocijo, desnudez envidiable,
fortín contra desgracias, aljibe en el estío,
dicha que pisa el mundo con la inocencia al aire,
puerta con aldabón para los desahuciados,
hallazgo indescifrable, fulgor contra la duda,
llave en la oscuridad, caminar sobre el agua,
manos de una cosecha, gárgola de la risa,
magma de sangre y voz, ternura a flor de boca,
levadura de afanes, yunque de sinsabores,
brasa que no se apaga, alfar de nuestra carne,
fragua de la existencia, estuche de la especie,
imán entre las sombras que atrae a los vencidos:
                           amor,

donde la madre alienta pabilos de desvelo,
donde la joven hila y entreteje sus nupcias,
donde el amante trepa sus muros de utopía,
donde el gozo quisiera atornillar su instante,
donde el hijo es afluente que acaudala a la estirpe,
donde el sexo se olvida de sus manos de garfio,
donde los sufrimientos hallan brisa de alivio,
donde el odio depone su armadura ya rota,
donde a ras del escombro la maldad se avergüenza,
donde el poema ensarta sus dones de palabras,
donde la soledad se encuentra en cada espejo,
donde el misterio acuna su esperanza tan frágil,
donde la muerte enciende su dintel de infinito:
                            amor...




                    “Y YO ME IRÉ...”

                                          ¡Qué triste es amarlo todo
                                          sin saber lo que se ama!

                                                              J. R. J.

“Y yo me iré...”, viajero por filos de confines,
pasada la aduana de todos los adioses,
después de haberle dado portazo a la existencia,
ahijado del ciprés, padre de mi ceniza,
vecino de una nada custodiada por mármoles,
viandante de las sombras, esfinge de silencio,
tanteando la aldaba de todos las incógnitas...

Os dejaré en herencia recuerdos inconsútiles,
paréntesis de fechas mi último retrato,
ecos en la memoria que se van diluyendo,
congelados ayeres, cicatrices de olvidos,
presencia de una ausencia que se irá desgastando.

Almena en guardia insomne yo, en tanto, del misterio,
abriré la bitácora de mis figuraciones,
avante en la marea de todo lo ignorado,
timón rumbo a una aurora, brújula la esperanza;
iré desmemoriándome de nidos de ternura,
jirones las historias de lo que amé sin tregua,
pasto de la neblina los rostros donde echaba
igual que en alcancía de cariño mis besos...

“Y yo me iré...” Por ello, mis manos son dos haces 
de trigo que entretejo aún hoy con las vuestras;
trigo para que estallen los silos de ilusiones,
corazón candeal con que comer los miedos.                
       


POEMAS YA EDITADOS  EN VOLÚMENES PUBLICADOS POR EL ATENEO DE SEVILLA:

Fiesta Literaria de la Belleza Andaluza (2007) 

Homenaje a la Fiesta del Ultra (2008)

Homenaje a la Generación del 27 (2009)      

Homenaje a la velada en honor a JUAN R. JIMÉNEZ (2009)




PIEL EN SUBASTA
 
(Historia ficticia que puede ser real)

Antes de poner cerca yo a tus solos ejidos,
curioso merodeo de tus inmediaciones,
feria de los perfumes coreando a tu rímmel,
vapor como sahumerio del aseo de urgencia,
propiedad sin vallado, demarcación baldía,
periferia en que gozan sensoriales viajeros,
fuiste campo a través de todas las pasiones,
anchuroso derrubio donde el viento revuelve
los cascotes y el polvo que lloran otros días
mejores en que fueron fachada deslumbrante,
siempre el amor rondando tus oscuros suburbios,
cuneta de descanso para los peregrinos,
emoción tan manida como prefabricada,
guiño cuyo destello esconde una tormenta,
jarrón roto al que huye habitarlo una flor,
güisqui donde un lamento desganado agoniza
bajo la enana luz de un locuaz cigarrillo,
bengala de alegría que se pierde en la noche
apagada con rúbrica de instantáneo espejismo,
y quedan cicatrices de una oculta tristeza
que maquilla el carmín de forzadas sonrisas,
cortesana sin atrio de venal palacete,
Friné venida a menos por la erosión del uso,
revés de ingenuo verso para quienes desprecian
en su boca el candor de unas tiernas palabras,
cuando, en verdad, debajo de su rictus servil
se desgarra un poema de fangosa ternura.

Para ti no hay metáforas que tu encanto recubran,
palabras para esposas al filo de almohadas,
susurros al oído colgando unos pendientes
de amor que brillan más que si fuesen de oro,
mas para ti no existen ornamentos verbales,
sino la garra muda de un buitre pasajero
que extiende tu colonia cual velo de perfume
como la yerbabuena con su aroma redime
la cocina que muerden agresivos olores ,
pujante animadora de una juerga estallante
para que no se oiga bramar tu mar de llanto
mordido por tus dientes que desgarran dobleces
y trituran con rabia hipócritas decencias,
humo de escepticismo que ahoga a los sinceros,
fonda húmeda para transeúntes con prisa,
apeadero brevísimo para turbios jinetes,
reverso de inocencia donde hinca sus dientes
la realidad del día desprovista de máscaras
evocando, a lo lejos, su virginal diamante
perdido en socavones de un brumoso naufragio,
pomo sucio de puerta de las curiosidades,
fogata en el camino para los nocherniegos,
hucha para limosna de una artera caricia,
prenda de tenderete tan sobada por manos,
que nadie se la lleva y la arrumba el desorden;
pecera en que se teme la mentira nos muerda,
incluso cuando llora la verdad malherida,
incluso cuando canta la emoción maquillada;
guitarra solamente para estruendo de fiesta
donde la borrachera vomita sus historias,
copa donde bebían anónimos los labios,
desencanto que oculta el humo de un canuto,
lodazal donde gime el honor desvaído,
zarza de mala suerte que sangra maldiciones,
tierra de amor sedienta condenada a sequía,
manzano donde todos arrancaban su poma
y al olvido tiraban la entristecida piel,
tentempié que golpean unas manazas ebrias
si el placer que promete es cauce entorpecido,
opacidad que nubla comprometidas arras,
libro negro que cela los prohibidos renglones,
cara oculta y doliente de una luna que ríe,
disimulado asco del condón maloliente,
columna de nupcial promesa derribada,
barca que nunca acaba de cumplir su deriva,
mercancía en que llora en su envés las monedas,
nombre con resonancia y praxis de utensilio,
yermo interior cercado de oscuras soledades,
corazón que la gente vacío se imagina
pero está a reventar de secretos oscuros,
de historias de una infancia de cruel zarandeo,
púas en el recuerdo de momentos hirientes,
de un hogar en que puso el desamor sus manos
deformadas, tiznadas del hambre y sus miserias
y una guerra de bocas, tempestades de insultos.

Mas hoy eres almena de guardia de tu casa,
desplegado velamen para que el viento empuje
en la mar de la calle proclamando tu rumbo,
proclamando en las tiendas, en las plazas, los cines
que tú eres el revés de aquella que te hicieron
dedos modeladores de oscuros infortunios,
brújula que sonríe porque sabe su norte,
marinero en la cofa que ya tierra ha avistado
para hincar en la playa tu pendón de pareja,
palo mayor del barco que nos lleve a ese puerto
de los cordajes mutuos, de las velas recíprocas
donde echaremos ancla de la felicidad.


*Finalista en el Premio de Poesía “Antonia Pérez Alegre” 2006
recogido en el volumen de ese año.



LA SIERRA SUEÑA EL MAR




Aunque los montes y los altos gritos
de las crestas levanten sus bíceps ambiciosos
como rampas de bandas de vencejos;
aunque, denso el olor de los olivos,
invoque los desgarros de la voz salitrosa;
aunque el césped rutile, monosílabo el verde,
y cante la pasión de las bocas que hozan
de vacas, toros, cabras con sus patas obtusas,
el mar, en su serrallo de olas, necesita
más señales aún para emigrar alada
con su séquito azul de brisas transparentes
a riberas de piedras, matorrales hirsutos,
arroyos, laberínticos culebreos de agua,
borradores silvestres de la naturaleza
en el rudo encerado que distienden los campos,
y enarbolar un sueño de idilio veraniego
con la agreste atalaya de la sierra que sueña
mesnadas de oleajes con ariete de algas
contra las graves rocas, bastión de farallones,
descarnada osamenta que son los litorales,
que es pétrea infantería de la tierra en la orilla.




El mar seguirá allí, con castillos efímeros
de espuma, con turistas que pisan, desbaratan
los signos que un amor de aventura en la arena
dibuja, con palacios fugaces de alto vidrio
la pleamar, embarazo de las aguas, suspira
con vahajes sutiles, que se quitan sus peplos lapislázulis
para darle al estío frescor con sus flabelos,
y el mar seguirá allí con su ronca cantata
y sin que pueda oír el colorista parto de aves y vegetales
la bucólica tarde que busca su hospital de violeta reposo,
la voz del hortelano confundida con oxes de gallinas
y el candor de las mieses trasvestidas de esquilas. 


Porque el mar de verano se apoltrona en sitiales
de barcas que esmerilan cabelleras de lonas
y sopor de calimas, alcahuete de siestas,
y lame en las terrazas la piel adolescente
con su lengua brillante de bajamar que imprime
su paz paradisíaca en la piel del recuerdo,
su recia propaganda de liquen y madrépora
y la hospitalidad de pinares de guardia
que dan frescura al ámbito con plumajes de sombras
para que los diálogos se trencen con palabras
                                                   de usuales sonidos,
que es desembocadura de las preocupaciones,
aflojado ya el arco que tensan dictadores
los días oficiales del deber y el asfalto.


Hay que esperar, sabedlo -semilla es la paciencia-,
montes de altas cabezas, de alta sien 

                       que corteja el buitre de mañana;
hay que aguardar que el cielo se desnude
                                               de lentas gaviotas,
se despoje de clámides turquesas, de rumores
que los veraneantes con sus holganzas tejen;
que se llevan los cielos de septiembre las gasas
de la fosca a los pozos que hay en la lontananza. 


Limpio de los perfiles de un verano en destierro,
entonces, mar, tú mueves tu pecera oceánica
para que el niño otoño, que al andén de tu playa
se acerca con sus perros de embates melancólicos,
juegue en la arena limpia de signos que grabaron
los fugaces parejas, ahora metal ya mate
que el cabrilleo muerde con colmillos de espuma
                                                  pero amorosamente,
como boca de perro al amo que acaricia.
Ahora sí que eres tú verdadero, mellizo
de ti, mar, cuando anhelas en agosto tu reino
                                          de armónicos repuntes,
tus lomos de tranquilos elefantes
que va a su cementerio a deponer sus días. 

Ahora sí que te elevas en tu torre de glaucos inasibles
paralelos a verdes que en la sierra te evocan
con sus voces de savia que amordazan los troncos,
y en nubes que se enredan en tus pétreos muñones
navegas escoltado por tu corte de céfiros,
                                              cernícalos y nieblas,
y durante el invierno la sierra te dará
un albergue en que olvides la disputa de olas
y tu superpoblado estío de turistas,
y ella, que te ama de lejos,  ansiará retenerte,
como la amante esposa de un marino que torna
a sus amados lares a anudarse a los suyos,
lo mismo que tú ahora abrazas la esbeltez
                                    de la sierra, le aprietas
su cintura de pastos y silenc
ios.



Aparecido en la Web ARENA Y CAL, número 139
y en Arpa sonámbula (2012)




















                     



 




 

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