Baltasar Gracián (1601-1658)
Ya en su día le dedicamos un artículo al aforismo. Hoy
me quiero afirmar en lo que entonces dije. Para este fin no repasaré el
artículo ya existente y editado en ARENA Y CAL y también en este blog.
Voy a ser breve en la exposición. Entiendo por
aforismo una oración o dos oraciones gramaticales que en su brevedad o
concisión encierran una certeza universal; ahora bien, esos mínimos elementos
lingüísticos han de llamar la atención del lector y sorprenderlo, atrayéndolo
hasta el extremo de que ese lector recuerde el aforismo leído, que de otra
manera sería sólo una frase, una frase respetable y, sin duda, útil pero
desprovista del arte literario, independiente, claro está de los corolarios
científicos, los asertos jurídicos y los apotegmas doctrinales y filosóficos.
Es evidente que buscando esa brevedad nos encontremos
con el refrán, y nos preguntamos: ¿No tiene acaso el refrán un valor de
pensamiento universal, aunque en algunos casos esa certeza sea patrimonio de un
país o una región determinada?
En tal caso, refrán y aforismo pueden entrar en
competencia en lo que se refiere a su concepto y a su expresión.
Veamos ejemplos de una modalidad y de otra.
“Lo breve si bueno, dos veces bueno”.
Baltasar Gración, escritor conceptista del barroco
español.
“Al pan, pan y al vino, vino”.
“Del viejo, el consejo”.
Refranero español. En esas expresiones se quiere
valorar una mentalidad realista.
Veamos este aforismo de Séneca:
“Pocos aciertan
antes de errar”.
Dada la dificultad de hallar aforismos de una sola
oración, hemos de pactar con otros que
se alargan aunque no demasiado:
“Un tonto es aburrido; un pedante es
insoportable”. Napoleón.
Hemos querido diferenciar refranes de aforismos, pero
no se olvide la riqueza de ese patrimonio anónimo que es el Refranero, repito.
Otro que traspasa ese límite genial de una sola oración:
“Las virtudes se pierden en el interés como los ríos
en el mar”. La
Rochefoucauld.
Vemos cómo el autor pacta con la comparación, con lo
cual alarga el recurso, pero es un auténtico aforismo.
Aforismos con el símil son muchos y siempre son
acertados. Ahora bien, han de conllevar el factor sorpresa para convencer. De
ahí que la paradoja y la antítesis, además, del rasgo lírico, ayuden al aforista a conseguir que sus dichos
sean celebrados por los lectores.
Demostramos, pues, lo difícil que es escribir un
brevísimo texto de esta índole que sea breve y a la vez sorprendente y, por
supuesto, con valor universal.
Volvamos a Séneca:
“Se vive más por imitación que por razón”.
Cerremos con Séneca este artículo insuficiente para lo
que se quiere tratar:
“El bien se conoce más tarde que el mal”.
A ver si algún día podemos continuarlo poniendo
ejemplos de lo que yo creo que debe ser un verdadero aforismo: conocimiento
universal y frase breve y sorprendente. Los demás aforismos también son
válidos, sobre todo si nos llaman la atención por su valor literario, que
incluye ingenio y justeza. No hay, pues, que confundir el aforismo con la
frase.
Creo, a partir del valor de quintaesencia ("Más vale quintaesencia que fárragos", decía Gracián) propio del aforismo, que este procedimiento en la prosa y la metáfora, junto con el símil, en la poesía, son las dos cumbres de la Literatura.
Creo, a partir del valor de quintaesencia ("Más vale quintaesencia que fárragos", decía Gracián) propio del aforismo, que este procedimiento en la prosa y la metáfora, junto con el símil, en la poesía, son las dos cumbres de la Literatura.
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