martes, 6 de agosto de 2019

FRASES Y AFORISMOS



 

Baltasar Gracián (1601-1658)




Ya en su día le dedicamos un artículo al aforismo. Hoy me quiero afirmar en lo que entonces dije. Para este fin no repasaré el artículo ya existente y editado en ARENA Y CAL y también en este blog.

Voy a ser breve en la exposición. Entiendo por aforismo una oración o dos oraciones gramaticales que en su brevedad o concisión encierran una certeza universal; ahora bien, esos mínimos elementos lingüísticos han de llamar la atención del lector y sorprenderlo, atrayéndolo hasta el extremo de que ese lector recuerde el aforismo leído, que de otra manera sería sólo una frase, una frase respetable y, sin duda, útil pero desprovista del arte literario, independiente, claro está de los corolarios científicos, los asertos jurídicos y los apotegmas doctrinales y filosóficos. 

Es evidente que buscando esa brevedad nos encontremos con el refrán, y nos preguntamos: ¿No tiene acaso el refrán un valor de pensamiento universal, aunque en algunos casos esa certeza sea patrimonio de un país o una región determinada?
En tal caso, refrán y aforismo pueden entrar en competencia en lo que se refiere a su concepto y a su expresión.

Veamos ejemplos de una modalidad y de otra.
 
“Lo breve si bueno, dos veces bueno”.

Baltasar Gración, escritor conceptista del barroco español.

“Al pan, pan y al vino, vino”.

“Del viejo, el consejo”.

Refranero español. En esas expresiones se quiere valorar una mentalidad realista.


Veamos este aforismo de Séneca:

 “Pocos aciertan antes de errar”.

Dada la dificultad de hallar aforismos de una sola oración, hemos de pactar con otros  que se alargan aunque no demasiado:

“Un tonto es aburrido; un pedante es insoportable”.  Napoleón.


Hemos querido diferenciar refranes de aforismos, pero no se olvide la riqueza de ese patrimonio anónimo que es el Refranero, repito.

Otro que traspasa ese límite genial de una sola oración:

“Las virtudes se pierden en el interés como los ríos en el mar”. La Rochefoucauld.

Vemos cómo el autor pacta con la comparación, con lo cual alarga el recurso, pero es un auténtico aforismo.

Aforismos con el símil son muchos y siempre son acertados. Ahora bien, han de conllevar el factor sorpresa para convencer. De ahí que la paradoja y la antítesis, además, del rasgo lírico,  ayuden al aforista a conseguir que sus dichos sean celebrados por los lectores.

Demostramos, pues, lo difícil que es escribir un brevísimo texto de esta índole que sea breve y a la vez sorprendente y, por supuesto, con valor universal.

Volvamos a Séneca:

“Se vive más por imitación que por razón”.

Cerremos con Séneca este artículo insuficiente para lo que se quiere tratar:

“El bien se conoce más tarde que el mal”.


A ver si algún día podemos continuarlo poniendo ejemplos de lo que yo creo que debe ser un verdadero aforismo: conocimiento universal y frase breve y sorprendente. Los demás aforismos también son válidos, sobre todo si nos llaman la atención por su valor literario, que incluye ingenio y justeza. No hay, pues, que confundir el aforismo con la frase. 

Creo, a partir del valor de quintaesencia ("Más vale quintaesencia que fárragos", decía Gracián) propio del aforismo, que este procedimiento en la prosa y la metáfora, junto con el símil, en la poesía, son las dos cumbres de la Literatura. 


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