Hace unos meses, con motivo de la inauguración
de la última Feria del Libro, se celebraba a su vez el 80º aniversario de la
institución García Bozano como librería en la Isla.
Algunos de los que estuvimos en el patio del Ayuntamiento recordando este feliz evento, hacíamos evocación de los años cincuenta, en que salíamos del Centro Obrero con la entusiasta obsesión de ver en los escaparates, entonces laterales conforme se entraba en el local, para comprobar si ya estaban los números siguientes de El Guerrero del Antifaz, El Hombre de Piedra, Roberto Alcázar y Pedrín, El Cachorro, F.B.I., El Terremoto, El Pequeño Luchador...
En otras ocasiones, retrocedíamos hasta Foncu en la calle que popularmente se llamaba Vidal, con sus dos escaparatitos de madera y cristal adosados a la pared de la calle como guardando escolta en cada puerta, a la que se accedía subiendo dos escalones, si no se me emborrona la memoria ahora mismo. Eran tiempos felices para esos niños que no tenían otra preocupación que bajar a toda prisa la escalera del Centro, al salir de las clases de la planta alta y, como un disparo certero, buscar las novedades de los tebeos, que la literaria cursilería anglófila de los poetas Novísimos llamaron después comics.
Los tebeos, paralelos a los Cuentos de Hadas, como los de la colección Azucena, para las niñas, fueron para muchos un primer peldaño para acceder a los libros. Se dice con frecuencia que en Andalucía, la patria primigenia de los Séneca y Lucano proyectados hacia Roma y la de Juan de Mena y Góngora, grandes recreadores del léxico de la lengua española, se lee poco con respecto a las comunidades más a la cabeza en este menester cultural. Tal vez sea cierto. Sin embargo, las Ferias se esfuerzan en sacar el libro de las librerías y ponérselo ante los ojos al transeúnte que no suele pisar un comercio donde se vende libros. La decisión depende ya de cada uno. Pero, como por aquí abajo somos muy dados a criticar a las instituciones acusándolas de que no hacen nada, es buen momento éste para recordar que la afición a la lectura es una iniciativa de exclusivo arranque del ciudadano.
Podríamos llenar de citas el artículo haciendo propaganda de los beneficios del placer -y el deber en una sociedad democrática- de leer, pero voy a resumir en una décima, publicada en la Feria de 1993, en San Fernando Información, lo que el libro significa, expresado con asequible sencillez:
Lector: el libro es ventana
para asomarte a la historia,
y él es también la memoria
que va de ayer a mañana.
Su palabra nunca es vana
y de la idea es partera,
de ignorancia te libera
y tu soledad divierte.
Puede mejorar tu suerte
y, siempre amigo, te espera".
Tomado de Arena y Cal número 123
Algunos de los que estuvimos en el patio del Ayuntamiento recordando este feliz evento, hacíamos evocación de los años cincuenta, en que salíamos del Centro Obrero con la entusiasta obsesión de ver en los escaparates, entonces laterales conforme se entraba en el local, para comprobar si ya estaban los números siguientes de El Guerrero del Antifaz, El Hombre de Piedra, Roberto Alcázar y Pedrín, El Cachorro, F.B.I., El Terremoto, El Pequeño Luchador...
En otras ocasiones, retrocedíamos hasta Foncu en la calle que popularmente se llamaba Vidal, con sus dos escaparatitos de madera y cristal adosados a la pared de la calle como guardando escolta en cada puerta, a la que se accedía subiendo dos escalones, si no se me emborrona la memoria ahora mismo. Eran tiempos felices para esos niños que no tenían otra preocupación que bajar a toda prisa la escalera del Centro, al salir de las clases de la planta alta y, como un disparo certero, buscar las novedades de los tebeos, que la literaria cursilería anglófila de los poetas Novísimos llamaron después comics.
Los tebeos, paralelos a los Cuentos de Hadas, como los de la colección Azucena, para las niñas, fueron para muchos un primer peldaño para acceder a los libros. Se dice con frecuencia que en Andalucía, la patria primigenia de los Séneca y Lucano proyectados hacia Roma y la de Juan de Mena y Góngora, grandes recreadores del léxico de la lengua española, se lee poco con respecto a las comunidades más a la cabeza en este menester cultural. Tal vez sea cierto. Sin embargo, las Ferias se esfuerzan en sacar el libro de las librerías y ponérselo ante los ojos al transeúnte que no suele pisar un comercio donde se vende libros. La decisión depende ya de cada uno. Pero, como por aquí abajo somos muy dados a criticar a las instituciones acusándolas de que no hacen nada, es buen momento éste para recordar que la afición a la lectura es una iniciativa de exclusivo arranque del ciudadano.
Podríamos llenar de citas el artículo haciendo propaganda de los beneficios del placer -y el deber en una sociedad democrática- de leer, pero voy a resumir en una décima, publicada en la Feria de 1993, en San Fernando Información, lo que el libro significa, expresado con asequible sencillez:
Lector: el libro es ventana
para asomarte a la historia,
y él es también la memoria
que va de ayer a mañana.
Su palabra nunca es vana
y de la idea es partera,
de ignorancia te libera
y tu soledad divierte.
Puede mejorar tu suerte
y, siempre amigo, te espera".
Tomado de Arena y Cal número 123
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