A
menudo se suele confundir la poesía erótica con la poesía amorosa y la poesía
erótica con la poesía pornográfica.
En
una época de libertad en la escritura, como es la nuestra, el anhelo de llamar
la atención compulsa a más de uno a invadir el papel expresando deseos amorosos
que trasponen los límites necesarios para que el talento señale dónde acaba un
amor y dónde empieza el otro.
Como
ejemplo de poesía amorosa tenemos a mano muchísimos ejemplos sacados de nuestra
literatura, llamémosla oficial. Cualquier soneto amoroso de nuestros clásicos,
de factura petrarquista, podría servir de modelo para nuestras valoraciones.
He
aquí un sonetos de Góngora en el que describe a una dama con todos los elogios
magnificadores posibles.
De
pura honestidad templo sagrado,
Cuyo bello cimiento y gentil muro
De blanco nácar y alabastro duro
Fue por divina mano fabricado;
Cuyo bello cimiento y gentil muro
De blanco nácar y alabastro duro
Fue por divina mano fabricado;
Pequeña
puerta de coral preciado,
Claras lumbreras de mirar seguro,
Que a la esmeralda fina el verde puro
Habéis para viriles usurpado;
Claras lumbreras de mirar seguro,
Que a la esmeralda fina el verde puro
Habéis para viriles usurpado;
Soberbio
techo, cuyas cimbrias de oro
Al claro sol, en cuanto en torno gira,
Ornan de luz, coronan de belleza;
Al claro sol, en cuanto en torno gira,
Ornan de luz, coronan de belleza;
Ídolo
bello, a quien humilde adoro,
Oye piadoso al que por ti suspira,
Tus himnos canta, y tus virtudes reza.
Oye piadoso al que por ti suspira,
Tus himnos canta, y tus virtudes reza.
1582
Este
grado amoroso se mantiene en un nivel aristocrático en que se exalta la nobleza
física de la dama sin que el sentimiento de admiración pase a un plano donde se
aprecie un indicio de otro atractivo.
Veamos otro texto en el que sigue imperando el
amor honesto, a pesar de que la manifestación amorosa va más allá de lo físico.
Es el célebre soneto XXIII de Garcilaso de la Vega. Realmente no hay nada de
erótico a primera vista, pero si indagamos en su función conativa —por
diferencia a la función representativa-expresiva del soneto de Góngora—, nos
daremos cuenta de cómo el poeta aconseja a la joven a que goce de su juventud
con todo lo que significa el famoso Carpe
diem.
En
este soneto no hay expresión amorosa sino de admiración por lo físico y el
entusiasmo que suscita la presencia de la joven. Hay un mensaje erótico
insinuado con toda la galantería posible sin incurrir en una sensación aislada
dentro de esos sentimientos apacibles de donde brota el incentivo de aprovechar
el tiempo que le brinda alegría y enamoramiento. Erotismo, a mi ver, contenido
pero, no obstante, saliendo de los límites de la prudencia de la época . La imagen
de la rosa puede tener varias lecturas visto desde hoy, rompiendo el
encorsetamiento de la atmósfera cortesana. Se exalta la belleza física para ser
gozada, no sólo admirada como en Góngora.
En
tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende al corazón y lo refrena;
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende al corazón y lo refrena;
y en tanto
que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena;
del oro se escogió, con vuelo presto,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena;
coged de
vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.
Marchitará
la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera,
por no hacer mudanza en su costumbre.
todo lo mudará la edad ligera,
por no hacer mudanza en su costumbre.
Veamos ahora este soneto atribuido a Francisco
de Quevedo, que no necesita comentario. En él dominan dos funciones: la
representativa y la conativa al final, dentro de las funciones del lenguaje.
Hay que destacar tres metáforas: la del brasero, la del cirio y el tizón, que
le dan cierta categoría al soneto y que ”ennoblecen” sus intenciones
pornográficas.
Estaba una fregona por enero
metida hasta los muslos en el río,
lavando paños con tal donaire y brío
que mil necios traía al retortero.
Un cierto conde, alegre y placentero,
le preguntó por gracia si hacía frío.
Respondió la fregona: "Señor mío,
siempre llevo conmigo yo un brasero".
El conde, que era astuto y supo dónde,
le dijo, haciendo rueda como pavo,
que le encendiese un cirio que traía.
Y dijo entonces la fregona al conde,
alzándose las faldas hasta el rabo:
- Pues sople este tizón Vueseñoría.
metida hasta los muslos en el río,
lavando paños con tal donaire y brío
que mil necios traía al retortero.
Un cierto conde, alegre y placentero,
le preguntó por gracia si hacía frío.
Respondió la fregona: "Señor mío,
siempre llevo conmigo yo un brasero".
El conde, que era astuto y supo dónde,
le dijo, haciendo rueda como pavo,
que le encendiese un cirio que traía.
Y dijo entonces la fregona al conde,
alzándose las faldas hasta el rabo:
- Pues sople este tizón Vueseñoría.
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