Almenas, cuadro de María Jesús Rodríguez Barberá
DEL SENTIMIENTO LÍRICO DE LA
VIDA
El lirismo requiere ingenuidad,
espontaneidad, musicalidad justa y exaltadora de lo profundo.
El lirismo brota de lo trágico, lo
inevitable, lo que está vivo en el alma como un paisaje que da vida o un
recuerdo que atormenta. Lo demás, es literatura, bien hecha quizá, pero no
emocionante.
Tiene un alma sensual, mística y
sentimental, a veces linda con el misterio
(Oigamos a Federico García Lorca: “Sólo el misterio nos hace vivir, sólo el
misterio”). Todo menos una adaptación a las consignas de una escuela o las
influencias de la literatura del momento, como ocurre con la poesía escrita
bajo la sombra de la fugaz frivolidad y la facilidad que cae en lo antirrítmico
como sello de la modernidad.
Siempre habrá poetas mirando por las
afueras de su torre poética a ver si hay un resplandor de la moda que se lleva
y a él le venga como un sol misericordioso para el frío de su inspiración.
La literatura es la voz a contra
pelo de la época, el altavoz de lo que atruena en el oído impersonal de las
masas lectoras. Pero no es la escritura que se vale de la ortopedia del premio
y la crítica que la echa a andar por los escaparates de las librerías de las
Ferias del Libro.
Siempre nos preguntaremos si no será
la crítica, la televisión y el cine los que imponen esta clase de literatura a
un público pasivo que no tiene iniciativa cultural. Es escaso el público
que acude a la lectura, sobre todo a la poética. ¿Se necesita cultura,
sensibilidad o simplemente curiosidad?
La poesía del sentimiento trágico no
se escribe porque se desee sino porque surge del alma del poeta que sabe bien
como Leconte de Lisle, poeta francés, que: “Sólo hay poesía en el deseo de lo imposible y en
el dolor de lo irreparable”. Todo lo demás, como dijo Verlaine, “es
literatura”. ¿Lo dijo en tono despectivo, o bien conmiserativo?
Toda esa poesía circunstancial pasa,
pero la poesía que lleva debajo del verso explosivos de drama humano, permanece
porque es universal. Lo demás, aunque sea buena literatura, se esfuma en la
niebla en que duermen abandonadas en los estantes revistas y libros que
tuvieron en su día un destello de atractiva lectura que el tiempo esconderá en
sus pliegues de olvido.
Círculo de Artes y Oficios de San Fernando, 1905. Foto Archivo QUIJANO
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