Playa de la Victoria (Cádiz)
En este apartado figuran poetas nacidos
en Cádiz, o bien residentes habituales en esta ciudad, ya fallecidos. Hay
entradas en Internet donde se puede conocer a estos autores. Lo que me lleva a
elaborar esta página es el recuerdo de cómo los conocí, sin que ello suponga
una información mayor que la que se puede obtener de ellos en otras fuentes. Es
una evocación afectiva más que cultural, aunque este intento mío no
conlleve necesariamente una somerísima muestra de su actividad poética.
Si se me olvida alguno, agradecería que me diese su nombre quien lo haya
conocido. Gracias.
Adela Medina Cuesta (1885-1983)
Conocí a Adelita, Gitanilla del Carmelo, un día de julio en que el fuego del verano de 1969 se enconaba con la plaza del Mentidero de Cádiz, donde ella vivía. El sol le cogió querencia a su balcón y detrás de él, Adelita me nombraba Caballero de la Orden del Clavel, entregándome un clavel de papel muy bien confeccionado por ella misma y una estampa de la gaditana Virgen del Carmen con una dedicatoria. Sé que escribía poesías y bordaba enseres para las Vírgenes de su tierra, en especial para la Virgen del Desamparo.
Maro Afrán (Manuel Rogelio
Aparicio Franco) (1911?-1995)
Conocí a Maro Afrán en la tienda de mi madre. Maro Afrán era una especie de seudónimo de su nombre voluntariamente deformado que él utilizaba para escribir.
No sé cuáles habían sido sus circunstancias en otras épocas de su vida. A la tienda de mi madre llevaba en un cesto grande sobres de tisana para la venta al por menor. Era una de las maneras de buscarse la vida. Nos caíamos bien y conversábamos sobre ilusiones literarias, él sobre novelas y yo sobre poesía. Ya era un hombre que rondaba los setenta años y yo la mitad de su edad. Me dijo que iba a dar un viaje por toda España y que iría a Madrid a presentar sus novelas a un editor. Después de que mi madre cerrase la tienda, deje de verlo y no supe más de él.
Miguel Martínez del Cerro (1912-1971)
Conocí a Miguel Martínez del Cerro
(don Miguel) a principios de 1969 en lo que hoy es la sede del rectorado de la Universidad de Cádiz
en la calle Ancha. Fue una tarde en la que se celebraba una de las tertulias de
Educación y Descanso, dirigidas por José Segura López. Don Miguel, otra persona
más que no recuerdo ahora, y yo, formamos el jurado del certamen ese día. El
primer premio fue otorgado a Ignacio Rivera Podestá por una décima que encantó
al catedrático de Literatura, y también al otro miembro del jurado y a
mí.
José María Álvarez Galván (1923-2010)
Conocí a José María Álvarez Galván en la Tertulia Río Arillo de Letras y Artes, que se reunía en la calle San Nicolás de San Fernando, en concreto, en la Cafetería Napoleón, allá por los finales de los años 90, posiblemente en el 96 ó 97 y vino como autor invitado, seguramente, por el narrador y director de Arena y Cal Alfonso Estudillo Calderón, que era a la sazón presidente de la Tertulia. Esa tarde leyó poemas suyos, y muy especialmente sonetos, que era, por lo visto, su estrofa favorita.
Ignacio Rivera Podestá (1929-2010)
Conocí a Ignacio Rivera en el
casino de doña Nuncia de San Fernando, situado en la Alameda Moreno de
Guerra, durante la segunda Tertulia de Educación y Descanso, en 1966. Hice
amistad con él y quedó en enviarme alguna revista de poesía de las muchas que
recibía, demás de las suyas, “Torre Tavira” y “Arrecife”. Al poco tiempo de
conocernos me envió una revista de Murcia llamada “Contraluz”. En ella venían
unas bases de un certamen de poesía en Barcelona, bajo el nombre de Premios
Carabela. Envié un poemario y quedó finalista, en octubre de 1967. El libro
apareció a primeros de 1968. Colaboré en varias ocasiones en "Torre
Tavira". Supe de su fallecimiento, casualmente, por internet. Llamé a su sobrino
Juan José y le di el pésame, además de hacerle unos comentarios acerca de la
amistad que me unía a Ignacio. Me dijo que él se hizo cargo de la biblioteca de
su tío, que era espléndida en libros y revistas de poesía. Yo lo visité varias
veces en su domicilio de la calle General Luque, a vueltas de la calle San
Francisco, tal vez la más céntrica de Cádiz, junto a Columela.
Juan Antonio Sánchez Anes (1929-1997)
Conocí a Juan Antonio Sánchez Anes
en una Tertulia de Educación y Descanso en Cádiz, en la que leyó unos “Sonetos
a Suilka”, posiblemente en 1967, en la misma sede que hoy lo ocupa el rectorado
de la Universidad.
Recuerdo que llevaba un traje blanco, que junto con su
cabello pelirrojo le daban pinta de inglés o nórdico. Falleció en 1997. Manuel
Pérez-Casaux y yo estuvimos en el tanatorio de Nuestra Señora del Rosario
y le dimos el pésame a sus dos hijos y a su esposa, que falleció poco tiempo
después.
Manuel Arjonilla Terrero
(1930-2006)
Conocí a Manuel Arjonilla en una
Tertulia de Educación y Descanso sobre 1967. Recuerdo que me habló de un tal
Manuel Pérez Casaux, que tenía familia en La Isla y que era sobrino del famoso violoncelista
Casaux.
José Manuel García Gómez (1930-1994)
Conocí a José Manuel García Gómez
en su casa de la calle Cervantes, en mayo de 1966. Yo sabía de su existencia y
saber poético por medio de Diario de Cádiz, pues por aquella época en dicho
Diario figuraba los domingos una página central dedicada a un poeta, casi
siempre de la generación del 27 y también de los de la generación del
cincuenta.
Yo le llevé una cuidada libreta de
poemas manuscritos y él se lo quedó durante unos meses para leerlos y darme su
opinión posteriormente. Para ser exacto, también supe de él por la poeta Pilar
Paz Pasamar que me dijo una tarde que fui a visitarla en su gaditana casa de la
calle Brasil, en septiembre de 1963, que era algo así como una eminencia en
poesía. El poeta barbateño Paco Malia Varo dijo de él en una de las tertulias
de Pepe Segura que era “un erudito de la poesía químicamente pura”. Así que su
nombre no se me olvidó y, como he dicho arriba, tres años después de visitar a
Pilar Paz, fui a entregarle aquellos poemas escritos a mano con tinta de
corazón. Dirigió la revista de poesía "Caleta", en la que colaboré.
En 1970 fundó en Cádiz el Colegio Argantonio.
Fernando Quiñones Chozas (1930-1998)
Conocí a Fernando Quiñones en
1972, un día de la semana de los Alcances, Festival de Cine Documental en
Cádiz. Creo que fue la tarde que se proyectó la película Carros de fuego.
No hace falta decir que estos Alcances tenían el empuje básico del escritor
chiclanero-gaditano. Años antes yo había leído de él su libro editado en
Adonais Cercanía de la gracia, que me prestó Antonio González Muñoz,
profesor amigo, por cuya generosidad leí varios libros de poesía a comienzos de
los años sesenta.
Aunque nacido en Chiclana, Fernando
era tan gaditano como chiclanero, tan sencillo como simpático y ocurrente.
Leonardo Rosa Hita (1932-1993)
Conocí a Leonardo Rosa la misma
tarde que conocí a Ignacio Rivera, buen amigo suyo, en el casino de doña
Nuncia de San Fernando. Seguí su trayectoria poética por publicaciones que me
enviaba Ignacio en las que él colaboraba a menudo, además de la edición de su
cuaderno Jardines de la sangre.
Diego Sánchez del Real (1932-2014)
Conocí a Diego Sánchez del Real en
un acto del Ateneo gaditano, del que era miembro activo, en la década de los
ochenta. Diego era jiennense, fundador en su tierra natal de la revista “El Olivo”,
también colección de libros, así como creó la revista de poesía
"Vientos".
PILAR PAZ PASAMAR (1933-2019)
Conocí a Pilar Paz Pasamar
una tarde de septiembre de 1963, en su casa de la calle Brasil número 8, en una
visita que le hice con un matrimonio amigo de San Fernando; matrimonio del que
la esposa era amiga de la poeta.
Nos recibió en la vivienda
alta de su casa en compañía de Carlos, su esposo.
Yo le llevaba para su
lectura y consejo poemas que yo consideraba bien medidos y ya escritos a
máquina. Ella leyó uno, de momento, y me
dio una buena impresión, pero me insistió en escribir una poesía con menos
deuda al pasado, y que para ello debería leer a autores más actuales. Para esta
innovación me prestó la famosa antología poética de Gerardo Diego, que recogía
a poetas desde el Modernismo hasta la Generación del 27.
Semanas más tarde recibí
una carta con los poemas devueltos y una breve observación de estilo en cada
uno de ellos, generosidad por la que le quedé agradecido.
Cinco años más tarde la
volvimos a visitar. Yo le llevaba dedicado un ejemplar de Heredada soledad, poemario en verso blanco que me editó la
editorial catalana Carabela, debido a haber quedado finalista en 1967, además
de devolverle la antología que me prestó. Ella me regaló a su vez, también
dedicado, su libro de poemas Violencia
inmóvil, editado recientemente.
No conocí personalmente a Rafael
Soto Vergés. Noticias de él me llegaban por boca de Ignacio Rivera, que lo
conoció y le publicaba de vez en cuando en su revista “Torre Tavira” poemas, en
unión de otros poetas. Supe también de él por medio del poeta arcense
Antonio Hernández, que me contó un día en Cádiz que había fallecido su
esposa, todavía joven, y que Rafael estaba hondamente abatido por el triste
acontecimiento.
Antonio Rodríguez Lorca (1940-2010)
Conocí a Antonio Rodríguez Lorca
en la playa de la Victoria,
una tarde en que Manuel Pérez Casaux y yo coincidimos en una de las visitas al
mar gaditano allá por los años noventa. Era granadino pero afincado, por su
destino militar, en Cádiz, donde falleció. Manuel y él se conocían, y
este conocimiento fue el motivo de que se parase con nosotros y conversáramos
unos minutos aquella tarde de verano, posiblemente del año 94 ó 95. Nos
invitó a publicar en la revista literaria “Tántalo”, que él dirigía, y en la
que me editó poemas en varias ocasiones.
Rafael de Cózar Sievert (1951-2014)
Conocí, antes que a él, a su madre, Concha Sievert, que frecuentaba las Tertulias de Educación y Descanso (1966-1974 ó 75). Recuerdo que era pintora y lo mismo que yo y otros tantos invitados e invitadas formábamos ese grupo de fieles concurrentes a esas Tertulias que Pepe Segura dirigía. Conchita me habló un día de su hijo Rafael, que residía en Sevilla, donde estudiaba. Supe después que Rafael estaba vinculado a la revista poética "Marejada", órgano literario del Grupo del mismo nombre (1971), que conducía en Cádiz Jesús Fernández Palacios junto con José Ramón Ripoll y posiblemente otros que no llegué a conocer.
Una tarde llegué, por fin, a
conocerlo en la presentación de un libro en la Diputación de Cádiz.
Entablamos una breve pero simpática conversación después de que yo le dijera
que lo conocía por referencia de su madre, Concha Sievert, en una de las
Tertulias de Educación y Descanso en las que coincidíamos.
Playa de la Victoria
No hay comentarios:
Publicar un comentario