POESÍA, FILÓN DE LA PALABRA O IDEAL LITERARIO
Libro editado por la Editorial Fanes, de Torrelavega
(Santander) septiembre 2017
EXTRACTO DE POESÍA, FILÓN DE LA PALABRA
PARA GUIÓN DE PRESENTACIÓN
Este libro no es un poemario,
sino un somero estudio, por tramos, como
si fuera un río, de la poesía española desde la posguerra hasta los años 80.
Poesía, por tanto, de tres
generaciones:
—La de la posguerra: Poesía
social
—La de los años cincuenta-sesenta:
Realismo crítico
—La de los años 70: Poesía de
los Novísimos, que yo llamaría también Poesía de la Transición.
Se señalan los rasgos de cada
generación.
J.R.M. intercala poemas con
esos rasgos, constituyendo con ello una antología evolutiva.
De manera especial, hace
hincapié en su generación, la de los años 70, la de los poetas llamados
Novísimos, cuya poesía se bifurca en los siguientes apartados:
—poesía neovanguardista
—poesía neobarroca
—poesía clasicista
—poesía culturalista
—poesía veneciana, aunque este
apartado no es muy concurrido y esa denominación se atribuye a ciertos poemas
del poeta catalán Pere Gimferrer, si bien se ha querido ver en esa línea un
cierto neomodernismo.
J.R.M. inserta poemas en cada
una de esas tendencias continuando con ello su intención
de una antología variada y
progresiva.
A partir de los 80, los poetas más jóvenes continúan en cierto
modo las líneas anteriores, pero empiezan a distanciarse de los llamados “Novísimos” y se alejan del
vanguardismo más estridente. Incluso se observa un interés por la expresión de
la intimidad y un retorno a las formas tradicionales. Podríamos hablar de una
diversidad de caminos y de cruces de estos caminos en un mismo autor.
Cada vez nos acercamos más a lo que propugna el título de este libro; o
sea, la poesía como mina de la palabra que después emplean todos los subgéneros
literarios, sobre todo la narrativa, con
gozo de novedad.
J.R.M. no se contenta con considerar como definitiva la guerra que los
Novísimos hacen a Gabriel Celaya cuando éste dice que “La poesía es un arma
cargada de futuro”.Es cierto que la poesía no es sólo comunicación sino también
estética, estética de la palabra. La palabra que no se siente satisfecha con
transmitir un mundo interior, por bello que sea, quiere despertar en el lector
una sensación de expresividad original, un indagar en los quilates de las
imágenes, más que en la forma externa del poema.
Para ello se trae a la página el formalismo del estilista ruso Vixtor
Shklovski, en cuya obra El arte como
artificio propone que está en el lenguaje la novedad de la poesía, en la
capacidad del talento del poeta para presentar la escritura como nueva y no
como desgastada por el uso de la comunicación. La función poética es, por
tanto, la que ha de convertir la poesía en filón de la palabra, en expresión
sorprendente y cautivadora. Se destaca la metáfora como elemento básico de la
función poética, de acuerdo con lo que dice Marcel Proust: "Sólo la
metáfora puede dar una suerte de eternidad al estilo". La metáfora, no la
imagen visionaria como la llamó Carlos Bousoño, que es puramente subjetiva e
irracional sin referente objetivo que la justifique.
J.R.M. pone colofón
a su libro con poemas que intentan corresponder a la tesis del formalista ruso
concluyendo con ello una antología que evoluciona desde la poesía social hasta
la que sueña con presentarle al lector una escritura fresca y creativa sin
deuda con el estilo común, incluso impersonal, diría yo. de su poesía anterior.
Más que escribir una
poesía de la comunicación, trabajar en una cantera de hallazgos para ofrecer
una poética que anhela ser filón de
nuevas creaciones lingüísticas. Como
decía Goethe: “Todas las cosas ya han
sido dichas. Lo que conviene, para el poeta, es repetirlas de otro modo”.
Artículo sobre el criterio de Valle-Inclán acerca de la poesía
Para Valle-Inclán no hay diferencia esencial entre "verso y prosa. Todo buen escritor, como
todo verdadero poeta, sabrá encontrar número, ritmo, cuantidad para su estilo. Por eso los
grandes poetas eliminan los vocablos vacíos, las apoyaturas, las partículas inexpresivas, y se
demoran en las nobles palabras, llenas, plásticas y dilatadas”. Para el poeta de las Sonatas,
la poesía está, verso o prosa, en el lenguaje, y el lenguaje halla en la poesía su mejor
expresión; de ahí que la poesía sea el filón del que sale la palabra para escritura del
escritor y uso del hablante.
Pero vayamos a las exigencias del estilo. Advirtamos que antes de que El arte como artificio del estilista ruso se conociera en Occidente, ya poetas como Vallejo (el de Poemas humanos, sobre todo), García Lorca, Neruda y Miguel Hernández “desfiguraron” el texto a favor del “extrañamiento”.
El Ultraísmo proponía en su primera cláusula que el arte literario se redujese a la metáfora como único recurso retórico, tachando adjetivos inútiles, frases medianeras y nexos. (Ya Aristóteles, autor del primer Arte poética de Occidente, decía que la metáfora era lo que diferenciaba al verdadero poeta.)
También recomendaba el uso de la tipografía versal a gusto del poeta, lejos del encorsetamiento clásico, además de otras normas. En lo que se refiere a la metáfora, es cierto que hay un antecedente del Ultraísmo en el Futurismo, además de los teóricos rusos del siglo XIX, como Potebnia y Knechenik, como la cláusula de que el lenguaje pretenderá la supresión de adjetivos y adverbios para dar un mayor dinamismo y rapidez verbal, hasta la "destrucción de la sintaxis", dejando las palabras en libertad, como quiso el Futurismo, en expresión luego de Apollinaire. Eso es lo que intento poner en claro aquí.
Si todo está dicho, como dice Goethe, hay que remozar el lenguaje y sorprender al lector, como dijo Vivaldi. Es decir, una poesía no se puede justificar por la comunicación ni el sentimiento sino por el avance que haya conseguido con su grado de expresividad. No se olvide el lector de la "obligación" que tiene el poeta de introducir en su técnica literaria la llamada función poética, sin ella no habría sido posible difrerenciar una época de otra; por ejemplo, el neoclasicismo del romanticismo. Modernamente llegamos a más: La idea de expresividad. Y esa expresividad tiene el deber —y el placer indecible— de sensorializar los conceptos, de pintar como ya dijeron Simónides de Queos, Plutarco y Leonardo da Vinci (“La pintura es poesía muda y la poesía pintura parlante”).
Cada verso ha de estar desfigurado con respecto a la lógica, propio de la poesía convencional que no se exige y sestea en sus carriles redichos.
La poesía es un registro sugerente y no definidor. Da a entender, no explica, como dijo Mallarmé.
La poesía se deja entrever como si fuera la revelación de una sensibilidad avanzada, mágica, sorprendente, una síntesis de filosofía de la vida y arte expresivo para captar la atención del lector.
"Así como los árboles mudan la hoja al morir el año ...así también perecen con el tiempo las palabras antiguas..." VII (Horacio: Ad Pisones).
Pero vayamos a las exigencias del estilo. Advirtamos que antes de que El arte como artificio del estilista ruso se conociera en Occidente, ya poetas como Vallejo (el de Poemas humanos, sobre todo), García Lorca, Neruda y Miguel Hernández “desfiguraron” el texto a favor del “extrañamiento”.
El Ultraísmo proponía en su primera cláusula que el arte literario se redujese a la metáfora como único recurso retórico, tachando adjetivos inútiles, frases medianeras y nexos. (Ya Aristóteles, autor del primer Arte poética de Occidente, decía que la metáfora era lo que diferenciaba al verdadero poeta.)
También recomendaba el uso de la tipografía versal a gusto del poeta, lejos del encorsetamiento clásico, además de otras normas. En lo que se refiere a la metáfora, es cierto que hay un antecedente del Ultraísmo en el Futurismo, además de los teóricos rusos del siglo XIX, como Potebnia y Knechenik, como la cláusula de que el lenguaje pretenderá la supresión de adjetivos y adverbios para dar un mayor dinamismo y rapidez verbal, hasta la "destrucción de la sintaxis", dejando las palabras en libertad, como quiso el Futurismo, en expresión luego de Apollinaire. Eso es lo que intento poner en claro aquí.
Si todo está dicho, como dice Goethe, hay que remozar el lenguaje y sorprender al lector, como dijo Vivaldi. Es decir, una poesía no se puede justificar por la comunicación ni el sentimiento sino por el avance que haya conseguido con su grado de expresividad. No se olvide el lector de la "obligación" que tiene el poeta de introducir en su técnica literaria la llamada función poética, sin ella no habría sido posible difrerenciar una época de otra; por ejemplo, el neoclasicismo del romanticismo. Modernamente llegamos a más: La idea de expresividad. Y esa expresividad tiene el deber —y el placer indecible— de sensorializar los conceptos, de pintar como ya dijeron Simónides de Queos, Plutarco y Leonardo da Vinci (“La pintura es poesía muda y la poesía pintura parlante”).
Cada verso ha de estar desfigurado con respecto a la lógica, propio de la poesía convencional que no se exige y sestea en sus carriles redichos.
La poesía es un registro sugerente y no definidor. Da a entender, no explica, como dijo Mallarmé.
La poesía se deja entrever como si fuera la revelación de una sensibilidad avanzada, mágica, sorprendente, una síntesis de filosofía de la vida y arte expresivo para captar la atención del lector.
"Así como los árboles mudan la hoja al morir el año ...así también perecen con el tiempo las palabras antiguas..." VII (Horacio: Ad Pisones).
De ARENA Y CAL, REVISTA LITERARIA, NÚMERO 245, ligeramente ampliado el artículo.
También aparecida en la revista PLéYADE,
de la TERTULIA RÍO ARILLO DE LETRAS Y ARTES, 2017
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