A partir
de las vanguardias, y en nuestro caso después de la generación del 27 y la
publicación de Hijos de la ira de Dámaso
Alonso, escribir poesía se ha convertido, no en un arte que se pone al día por exigencias
de la renovación, sino una actividad hija del ocio sin previa preparación, un
estampar las primeras impresiones sin tener en cuenta la composición literaria.
Personalmente
(y perdón por el protagonismo) me pareció maravilloso en la edad de la iniciación
literaria conocer lo que era un romance, una quintilla, un soneto; o bien,
escribir versos blancos, endecasílabos en concreto.
Fue un
desafío que asumí y cuya batalla día a día me entusiasmaba. Vencí la desidia
porque era tan fácil escribir lo primero que se me ocurriese y vivir de esa
satisfacción primaria…
Quien no
se autoexige y se ilusiona con hacerlo cada vez mejor, acaba aburriéndose. El
reto es entretenido y nos proporciona una estima cada vez mayor de lo que
hacemos venciendo dificultades.
Por supuesto
que no accedí a entrar en ese espacio tentador y cerré la puerta a la tentación.
Surgieron los primeros versos obedientes a la preceptiva literaria y así
comprendí que todo tiene un oficio: pintura, escultura, música…, requieren el
aprendizaje de unos principios, tal vez duros en sus comienzos, pero después
gratificadores.
Surgió
la devoción
por los maestros clásicos y contemporáneos: desde Garcilaso hasta los
poetas de
la segunda generación de posguerra hay un camino que, si se recorre con
ganas
de aprender y admirar, nos lleva a ese hermoso “menester poético” que
nos
vincula de por vida a la Poesía,
por seleccionar un parcela de la
Literatura. Sin embargo, a pesar de este aprendizaje, no podemos
quedarnos en una poesía de la "nueva experiencia" escrita con un
lenguaje sin inquietudes y abandonada a la tradición lógica-semántica
(dicho de otra manera: la poesía desgastada y atenta solamente al
contenido) sino que ha de atreverse a asumir la función poética, a crear
sin resignarse al discurso poético, correcto pero falto de emoción.
Combinar las ideas con las imágenes es un desafío para todo poeta que no
se conforme con dejarse llevar por las aguas de un río falto de
transparencia. Un río bien encauzado, o sea: ritmo peculiar del poema y
sorpresa en la elocución que se autoexige. Lo demás, es repetición a
pesar de los galardones y la buena crítica.
Expongo
estas líneas con mis mejores intenciones sin menosprecio de quien escriba como
le parezca.
CITAS SOBRE EL ESTILO
Véanse en estas citas como argumentos a
favor de la poesía que defiende la superación de los lastres del pasado (que no
está en prescindir del verso medido ni recurrir a expresiones delirantes como
imágenes irracionales con ínfulas de genialidad).
Dar cuerpo a la esencia secreta de las cosas,
no el copiar su apariencia.
Aristóteles
Lo importante no es hacer cosas nuevas sino hacerlas
como si nunca nadie las hubiera hecho antes.
Goethe
Sólo hay poesía en el deseo de lo imposible
y el dolor de lo irreparable.
Leconte de Lisle
El placer superior en literatura es realizar
lo que no existe.
Oscar
Wilde
El arte busca lo insólito, lo que rompe la
costumbre, por eso
es incómodo.
es incómodo.
La poesía no es, ni puede ser, una ocupación
habitual
(OC, VI, 249).
(OC, VI, 249).
Ortega y Gasset
Yo hago lo imposible, porque lo posible lo
hace cualquiera.
Picasso
En arte no es suficiente la
sinceridad.
Homo Sum
(Frases, Austral, 319)
La primera condición de la poesía es que
sea sorprendente.
Jean Carlos Duque Franco
La metáfora pone un sello de eternidad al
estilo.
Marcel Proust
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