G.A. Bécquer
(1836-1870)
Los toreros
que valen son contratados para otras corridas. Los futbolistas que sobresalen
son fichados por equipos de superior categoría y poder económico. No cabe
engaños ni contubernio en lo que se refiere a la valía de unos y otros.
Ahora,
pasemos a la poesía. Los poetas están solos cuando escriben y cuando preparan
trabajos para los certámenes. En los certámenes y en las oficinas de las
editoriales no hay un numeroso público lector que decida acerca de la calidad
de las obras. La estimativa depende de menos de media docena de señores y
señoras que deliberan para premiar a uno y rechazar a los restantes.
Cuando se da
a conocer el fallo, siempre hay reticencias acerca de por qué se ha concedido
el premio. Son descontentos, algunos recalcitrantes, que no aceptan la realidad
de los hechos, a pesar de la indudablemente buenísima voluntad de quienes
organizan y quienes deciden. Incluso algunos de esos descontentos indagan y
descubren, en algunos ocasiones, que ese libro premiado en cuestión ya ha sido
premiado en otro concurso, o bien algunos poemas ya están editados en otros
libros premiados del autor galardonado.
Pero el
engaño ya está consumado para disgusto de quienes fallaron y los que montaron
el acto de entrega de premios, conscientes de que hacen un buen servicio a la
cultura, y ello es un mazazo para muchos poetas y poetisas que no tienen otros
medios de publicación que el premio de turno.¿Cómo renunciar a los certámenes
si a ellos les deben tantos poetas y narradores su dedicación a la literatura?
¿Cómo no agradecer esas convocatorias que mantienen vivo el espíritu de la
creación literaria?
Volvamos a lo que ocurre a veces con el trabajo premiado que se publica y decepciona, o bien levanta sospecha en los poquísimos lectores de poesía. Ocurre que los hay que están a la persecución. Son los más aviesos, que investigan fraudes que, descubiertos, disgustan, y con razón, a los convocadores del certamen en el que caiga la lluvia de críticas desagradables. (Remito al lector interesado a un artículo del poeta Pedro J. de la Peña titulado: “La poesía española, bajo sospecha”, que está en internet.)
Volvamos a lo que ocurre a veces con el trabajo premiado que se publica y decepciona, o bien levanta sospecha en los poquísimos lectores de poesía. Ocurre que los hay que están a la persecución. Son los más aviesos, que investigan fraudes que, descubiertos, disgustan, y con razón, a los convocadores del certamen en el que caiga la lluvia de críticas desagradables. (Remito al lector interesado a un artículo del poeta Pedro J. de la Peña titulado: “La poesía española, bajo sospecha”, que está en internet.)
En muchos casos, el fraude pasa de largo y el autor que sale airoso de la purga, suma un premio más a su lista fascinante. además, pasado cierto tiempo lo comenta con disimulado regocijo en su tertulia.
Los poetas, cuanto más auténticos y menos serviles a los diseños de ciertos concursos, sin nombradía de nominado ni currículos seductores, lo tienen muy mal y están condenados a que se aburran y dejen de escribir. Hoy cabe el consuelo de una web o un blogspot. Se me objetará con lo de que los buenos salen adelante, pero no siempre es así.
Es un aspecto nada más de la soledad de muchos poetas y escritores en España. No podemos, para este menester, olvidarnos de Mariano José de Larra. Escribir en España todavía mueve al llanto clandestino y deprimente de muchos poetas.
Para muchos, antes que poeta o narrador en España, nacer buen torero, buen futbolista o buen cantante. Ante el público como juez, lo que vale, vale; incluso la medianía tiene su público fiel.
Y esto se dice más de ciento cincuenta años después de que Larra llorara con esa frase desgraciada y vergonzante, expresada en un país que es, según estadísticas, de los menos lectores de la Unión Europea. Lo dicho: La soledad de los Robinsones de las Letras.
Alejandro Sawa (1862-1909)
Armando Buscarini (1904-1940)
Editado en la Web Arena y cal y en un cuaderno de artículos literarios.
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